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Revista Estudos Feministas

versão impressa ISSN 0104-026Xversão On-line ISSN 1806-9584

Rev. Estud. Fem. vol.30 no.2 Florianópolis maio/ago 2022  Epub 01-Maio-2022

https://doi.org/10.1590/1806-9584-2022v30n275563 

Artigos

La politización de lo íntimo en el mayo feminista chileno y el movimiento #ChileDespertó

The politicization of the intimate space in the Chilean feminist May and the #ChileWokeUp movement

A politização do íntimo no maio feminista chileno e no movimento #ChileAcordou

1Universidad Católica Silva Henríquez, Santiago de Chile, Chile. 8330225 - cisju@ucsh.cl


Resumen:

El movimiento estudiantil feminista de mayo de 2018 irrumpió con fuerza en las calles e instituciones educativas de Chile. Un año más tarde, el movimiento social #ChileDespertó del 2019 movilizó a millones de personas a las calles, exigiendo una nueva constitución, y también el fin de la sociedad patriarcal, denunciando la violencia ejercida por la policía y los militares hacia las mujeres. A partir de esto, surge la pregunta sobre la subjetivación de estas jóvenes activistas en relación al feminismo, como también sobre la politización del espacio íntimo. Esta investigación de carácter cualitativo se realizó mediante entrevistas a jóvenes activistas. Los resultados dan cuenta que la subjetivación política feminista de las activistas se desarrolla a partir de distintas experiencias como participación en marchas, realización de performances, o acciones cotidianas como cuestionar prácticas personales tales como el lenguaje o las relaciones interpersonales.

Palabras clave: movimiento feminista; activistas jóvenes; politización feminista; feminismo

Abstract:

The Chilean student feminist movement of May 2018 erupted with force in the streets and across educational institutions. One year later, the social movement #ChileWokeUp of 2019, mobilized millions of people to the streets, demanding a new constitution and the end of the patriarchal society, denouncing the violence exerted by the police and the military against women. This raises the questions of how these young feminists subjectify themselves in relation to feminism and within the framework of these movements, how the intimate space is politicized. This qualitative research was carried out through interviews with young activists. The results show that the feminist political subjectivation of activists develops from unique experiences such as attending marches, performing in public spaces, or daily actions such as questioning different personal practices such as language or interpersonal relationships.

Keywords: Feminist movement; Young activists; Feminist politization; Feminism

Resumo:

O movimento feminista de estudantes de maio de 2018 invadiu as ruas e instituições de ensino do Chile. Un ano depois, surgiu o grande movimento social #ChileAcordou de 2019, que mobilizou milhões de pessoas nas ruas, exigindo uma nova constituição, e também o fim da sociedade patriarcal, denunciando a violência exercida pela polícia e pelos militares contra as mulheres. A partir disso, surge a questão sobre a subjetivação dessas jovens ativistas em relação ao feminismo, bem como sobre a politização do espaço íntimo. Esta pesquisa qualitativa foi realizada por meio de entrevistas com jovens ativistas. Os resultados mostram que a subjetivação política feminista de ativistas se desenvolve a partir de diferentes experiências, como participar de marchas, se apresentar em espaços públicos ou ações cotidianas, como questionar diferentes práticas pessoais, como a linguagem ou relações interpessoais.

Palavras-chave: movimento feminista; jovens ativistas; politização feminista; feminismo

Introducción

Chile es un país con una larga trayectoria de movimientos sociales, en particular de carácter estudiantil y universitario, tanto previo1 a la dictadura como posterior a ella, durante la década de los 90, 2000 y 20102. Sin embargo, los movimientos feministas de carácter universitario no eran masivos ni tenían la suficiente visibilidad antes del 2018. En este artículo se abordan dos movimientos desde la perspectiva de las propias activistas y su subjetividad feminista. El primero de esos movimientos es el llamado “mayo feminista” del 2018 y el estallido social de octubre de 2019, que si bien este último no integra únicamente demandas de género, están bastante presentes.

Esta investigación se enmarca en una investigación mayor3 que corresponde a activismos juveniles, dentro de los cuales se abordan activismos ambientalistas y activismos de endeudados por el sistema educativo, además de los activismos feministas. En este artículo se busca responder a la pregunta sobre cómo se subjetivan políticamente estas jóvenes feministas, en relación con el feminismo en el marco de estos movimientos sociales y cómo se politiza el espacio de lo íntimo. Por lo tanto, el objeto de estudio y de análisis de esta investigación corresponde a las jóvenes activistas feministas de ambos movimientos, que en su mayoría participan indistintamente en ambos momentos.

Las activistas se seleccionaron en función de su activismo feminista online y su liderazgo. El activismo online refiere no solo a que difunden activamente información sobre feminismo en plataformas sociales, sino también porque generan contenidos y debate sobre feminismo con sus pares y con otros desconocidos. También se contactaron a algunas de ellas porque lideran colectivos feministas, otras también organizaron repertorios de acción colectiva, como tomas o marchas durante el mayo feminista en sus liceos o universidades. Todas ellas habitan en la Región Metropolitana de Santiago, lugar donde se desarrolló la investigación.

Por lo cual, en esta investigación centrada en activistas jóvenes feministas de carácter cualitativo, se realizaron 15 entrevistas en profundidad a jóvenes activistas, tratando de conocer sus trayectorias activistas y subjetividades políticas. Asimismo, se realizaron observaciones participativas en el campo -particularmente en marchas y tomas feministas universitarias y de liceos capitalinos- y se elaboró un archivo con fotografías de las marchas y también imágenes compartidas y desarrolladas por estas mismas activistas que se analizan en este artículo. Es importante señalar que este artículo representa una parte de esta investigación, puesto que aquí solo aparecen mencionadas dos de ellas, además de una fotografía del archivo. Los nombres reales de las entrevistadas fueron reemplazados por nombres literarios para proteger su identidad.

El artículo se estructura en cuatro dimensiones. Primero, en la introducción se plantea el origen de la investigación, el sujeto y su metodología. En segundo lugar, se presenta una contextualización donde se abordan los dos movimientos centrales en los cuales se enmarca la investigación que aborda el mayo feminista de 2018 y el movimiento #ChileDespertó de 2019. Luego, se dan ciertos encuadres teóricos para comprender las subjetividades políticas feministas y los activismos. Consecuentemente, se analizan los relatos e imágenes recopiladas durante la investigación bajo dos ejes articuladores: la subjetivación feminista desde su construcción y deconstrucción continua como sujetas; y a la performance, subjetividad feminista y el espacio de lo íntimo de estas jóvenes activistas, donde se analizan sus relaciones interpersonales y su cuestionamiento a los patrones establecidos.

Mayo feminista de 2018

El movimiento feminista estudiantil o “mayo feminista” se masifica en los distintos planteles estudiantiles a lo largo y ancho de Chile, exigiendo distintos tipos de demandas, como una educación no sexista y el fin de la violencia y acoso sexual en los planteles universitarios y educativos. También se incorporan otros petitorios que hace años se escuchaban, pero que no tenían la fuerza ni el eco necesario, como por ejemplo ejercer libremente derechos sexuales y reproductivos. El detonante de las movilizaciones es una serie de denuncias por acoso sexual dentro y fuera de las aulas, que permite la organización y movilización de las estudiantes para instalar protocolos y visibilizar las violencias que sufren a diario.

Este movimiento, a diferencia de sus símiles latinoamericanos o internacionales, se origina en instituciones universitarias (Luna FOLLEGATI, 2018; Camila PONCE, 2020a) donde la presencia de mujeres ha supuesto un cambio significativo y supera la matrícula masculina en un 8% (Antonia SANTOS, 2019), además cuenta con características y repertorios específicos, como las asambleas denominadas feministas, tomas separatistas o marchas de mujeres en las principales ciudades del país. Estos elementos lo diferencian del famoso #MeToo viralizado en las redes sociales y plataformas online, tal como su símil francés #BalanceTonPorc, puesto que si bien hay elementos de diálogo y convergencia importantes, como son la crítica al acoso y a la violencia de género, este movimiento tiene raíces significativas en el movimiento estudiantil. Esto se expresa en sus petitorios, donde se incorpora la educación sexista, cuestionando programas de estudio y el lenguaje utilizado por profesores y alumnos de manera sistemática. Por lo tanto, es un movimiento que, de alguna manera, reincorpora las demandas precedentes de los movimientos estudiantiles, cuestionando el sistema educativo chileno. Sistema que genera diferencias entre los estudiantes según su nivel socioeconómico y su lugar de residencia, y que no les entrega las herramientas necesarias para desarrollarse en igualdad de condiciones.

Algunas de sus particularidades refieren a la heterogeneidad de sus activistas y de las organizaciones que congrega. Existe una multiplicidad interesante de activismos, como son aquellas jóvenes centradas en las disidencias sexuales; activistas separatistas (Lucía MIRANDA; Beatriz ROQUE, 2019a) creando asambleas y tomas exclusivamente de mujeres; activistas centradas en la creación de protocolos; activistas focalizadas en la interseccionalidad del movimiento, tal como lo plantean autoras como Crenshaw (1991), integrando variables como el género, la orientación sexual, la etnia, la nacionalidad, la clase, la casta u otros ejes de identidad. En el caso chileno, se consideran particularmente casos como la variable indígena, de clase, género y de mujeres migrantes. Asimismo, participan de manera conjunta organizaciones preexistentes al movimiento, como aquellas que exigen la despenalización del aborto en todas sus causales, que luchan contra los femicidios, la violencia en el noviazgo, o contra los estereotipos del cuerpo de las mujeres. Además de todas las organizaciones nuevas que se suman al movimiento de distintos colores, posicionamientos políticos y universidades.

Este movimiento feminista del 2018 se inscribe en la 4ta ola feminista a nivel global que exige la justicia social para las mujeres, rechazando el acoso sexual y la violencia hacia éstas (Prudence CHAMBERLAIN, 2017) y además utiliza la tecnología para empoderar a las mujeres (Kira COCHRANE, 2013), además del uso del cuerpo y la performance para enunciar los distintos petitorios (PONCE, 2020a). Así es como en estas movilizaciones, las activistas refieren a movimientos precedentes como la #NiUnaMenos originado en Argentina en 2016, que más tarde se replica en otros lugares del continente como Perú, Chile o Uruguay; como también las movilizaciones de mujeres contra Bolsonaro en Brasil, #EleNão; y las multitudinarias manifestaciones de los pañuelazos argentinos que se realizaron de forma paralela en Argentina durante el año 2018 por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito demandado por los colectivos feministas en el año 2005 (Marina LARRONDO; PONCE, 2019).

El estallido social o #ChileDespertó

El año 2019, el estallido social, también conocido como 18-O, eclipsó cualquier otro movimiento presente a la fecha durante el periodo que comprende la postdictadura, con más de un millón y medio de personas en las calles. Este movimiento permitió unificar todas las demandas de movilizaciones precedentes: de las AFP (agencias de pensiones), de los estudiantes, de las mujeres, de las zonas de sacrificio, de la salud y del pueblo mapuche. Este movimiento o “estallido social” se inicia el 18 de octubre, cuando los estudiantes secundarios de Santiago llaman a evadir el transporte subterráneo por el alza en 30 pesos (Damián LARROUQUÉ, 2020).

Por tanto, los protagonistas son jóvenes y secundarios, quienes han liderado las principales movilizaciones a partir de la década de los noventa hasta nuestros días. Ellos han sido el motor y los impulsores de las transformaciones del sistema educativo en Chile. Las movilizaciones estudiantiles secundarias comenzaron en su mayoría con demandas contra el transporte público. En todas estas movilizaciones estudiantiles, el gobierno de turno logró desestabilizar los movimientos gracias la criminalización de la protesta denostando al sujeto encapuchado, quien había sido hasta entonces el eslabón más débil y el más violento. Los encapuchados se transformaron en el talón de Aquiles de los movimientos estudiantiles, puesto que la ciudadanía rechazaba la violencia, condenando cualquier acto vandálico. A través de desmanes e infiltrados en las protestas, la esperanza por un cambio se desvanecía.

Sin embargo, el movimiento actual que busca desinstalar el modelo neoliberal chileno no es únicamente estudiantil, sino que ha convocado a diversos sectores de la sociedad chilena, transversal en rango etario, género, ciudades del país o niveles socioeconómicos. En Chile no se veían movilizaciones tan masivas y violentas en democracia, y el conflicto no parece terminarse en el corto plazo, puesto que la institucionalidad no es capaz de resolver el problema ni interactuar con distintos actores de la sociedad civil (Antoine FAURE; Antoine MAILLET, 2020; PONCE, 2020b).

Asimismo, el sujeto encapuchado pasó de ser fuertemente denostado por activistas y la ciudadanía, a ser reivindicado y puesto en valor por estos mismos grupos. Muchos de los activistas destacan que gracias a estos encapuchados o “primera línea”, pueden estar en las calles y protestar por aquello que creen justo. Esta primera línea ha sido definida por algunos investigadores como “una mezcla de capuchas, barras bravas, narcos, estudiantes secundarios y estudiantes, niños y adolescentes en riesgo social” (Alfredo JOIGNANT, 2020). Pero también hay sujetos que tienen un compromiso político importante y creen en la violencia como repertorio de acción necesario para el cambio social.

Los activistas que han permanecido en las calles más de 100 días de estallido social -y cuya movilización solamente se vio interrumpida por la pandemia del Covid-19- buscan fundamentalmente terminar con los enclaves autoritarios de la dictadura. Esto se traduce principalmente en la elaboración de una nueva constitución, el fin de las aseguradoras de pensiones (AFPs), salarios y salud dignos. Temas como el fin de las zonas de sacrificio y el fin de la privatización del agua también están presentes, pero no con la misma fuerza y representatividad que las otras demandas. Lo mismo acontece con los petitorios de las activistas feministas, que si bien se veían en las protestas y en los cuerpos de mujeres movilizadas -a partir de los pañuelos verdes de cientos de ellas-, los carteles no daban necesariamente cuenta de una movilización de carácter feminista.

Sin embargo, con el paso de las semanas, la dimensión de género se fue visibilizando con mayor fuerza, puesto que, por una parte, fueron las mujeres a partir de performances en las calles de las distintas ciudades del país quienes revitalizan las movilizaciones. Gracias al colectivo “las Tesis”, el movimiento recibe solidaridades internacionales, dado que la performance se replica en países de todo el globo, como Turquía, Italia o Canadá, y la canción es traducida a diferentes idiomas. Asimismo, las activistas que forman parte del movimiento reivindican la necesidad de erradicar prácticas patriarcales en el nuevo Chile que está en construcción. Partiendo por denunciar la violencia hacia activistas mujeres, violaciones y desapariciones de muchas de ellas.

Subjetividades políticas feministas y activismos

Para este artículo, nos centraremos en el concepto de subjetividades políticas, pero en específico feministas. La subjetivación tiene muchísimas interpretaciones posibles, y es un concepto polisémico y problemático que requiere definiciones (Soledad MARTÍNEZ, 2012). Por lo cual, nos interesa particularmente aquella elaborada por el filósofo Rancière que la considera como la formación de un individuo que se concibe a partir de la relación con un otro (Jean RANCIÈRE, 2000). Mientras que, desde la política, el sociólogo francés Michel Wieviorka la define como la posibilidad de construirse como individuo, como ser singular capaz de formular sus elecciones y, por lo tanto, de resistir a las lógicas dominantes: económicas, comunitarias, tecnológicas u otras. (Michel WIEVIORKA, 2004). Por lo tanto, la subjetividad política será comprendida como una construcción a partir una relación con otros, que se concibe también a partir de luchas y resistencias a lógicas dominantes, como el neoliberalismo y el modelo patriarcal imperante.

A su vez, el activismo puede ser definido como una acción de quienes participan en movimientos políticos o sociales, muchas veces considerado un sinónimo del militantismo. Aunque las definiciones tradicionales del militantismo están ligadas a un partido. Por ejemplo, es el caso de Bernard Pudal (2011) quien distingue cuatro tipos de militantes que también tienen características históricas y sociopolíticas. El primero de estos militantes estaría basado en un modelo de militante comunista clásico, como también en las investigaciones que surgen alrededor de este tipo de militante, tales como los estudios sobre la clase obrera. El segundo tipo de militante estaría relacionado con la crisis del movimiento obrero francés y con la decadencia del partido comunista, en la década de los setenta. Los “nuevos militantes” o militantes “distanciados” que, según el autor, se inauguran en Francia a partir del gran movimiento de huelgas de otoño de 1995, y se caracterizan por las movilizaciones colectivas de protesta y los nuevos movimientos sociales (NMS), vinculados también a una nueva generación de investigadores. Mientras que la cuarta configuración planteada por Pudal refiere a una ampliación de las categorías señaladas anteriormente, “donde surgen nuevos desafíos como el desinvolucramiento, el letargo del militante, la consideración de los resortes psicológicos y sociales del compromiso” (PUDAL, 2011, p. 19-20). Esta última categoría es la que más nos interesa, donde el sujeto se cuestiona y sale de los cánones tradicionales del militantismo, y en este caso del activismo, donde la relación con una lucha en particular está cruzada por múltiples contradicciones, que además llevan consigo distintas luchas y cuestionamientos, pero que al mismo tiempo implican un fuerte compromiso con una(s) causa(s) determinada(s), en este caso, el feminismo.

Desde el feminismo, Marcela Lagarde (1997) señala que cada sujeto/a va a construir su identidad a partir de sus diferentes interpretaciones y apropiaciones, en diálogo con los mandatos de género asignados por la cultura a la cual se inscribe. Por su parte, Miranda y Roque (2019b) intentan definir como las activistas feministas se construyen, y en este proceso se dan cuenta que ser feminista está cruzado por múltiples matices y ramas (radical, marxista, liberal, posmoderno, poscolonial, etc.), pero en el marco del mayo feminista de 2018, ellas identifican tres categorías de feministas: las militantes, las independientes y las performáticas, y todas ellas comienzan a identificarse como tal a partir de un evento personal vivido al interior de su familia o en su círculo cercano. Asimismo, Marcela Ríos, Lorena Godoy y Elizabeth Guerrero (2003) buscan comprender la diversidad de feminismos presentes en la postdictadura chilena, evidenciando y analizando las distintas ramas que emergen con fuerza en ese periodo, tales como el feminismo popular, lésbico o juvenil. Del mismo modo, Nicole Forstenzer (2013) busca también entender las diferencias entre estos feminismos concentrándose en la ruptura entre feministas institucionales y disidentes, donde confluyen una multiplicidad de variantes.

Por lo tanto, entendemos que la subjetividad política feminista, como la identificación con el feminismo, requiere distintas apropiaciones, además de estar en constante construcción y deconstrucción, a partir de las distintas experiencias y de los compromisos que las sujetas en cuestión van adquiriendo a lo largo del tiempo.

La subjetivación feminista: construcción y deconstrucción

La subjetivación feminista y la construcción como activistas de estas mujeres jóvenes evidentemente es variada y está muy lejos de ser homogénea, pero en la mayoría de los casos analizados en esta investigación, ella se inicia con acciones pequeñas, como la transformación del lenguaje, o acciones más visibles, como la participación en protestas o performances, que puede llevarse a cabo en espacios privados o públicos, en los distintos movimientos mencionados. Por lo tanto, en este apartado analizamos la subjetivación desde el lenguaje y la performance, pero entendiendo este proceso como un ir y venir de cuestionamientos a la propia subjetividad.

Alguna de las transformaciones de este lenguaje refiere a cuestionarse el orden patriarcal en todas sus formas, puesto que el lenguaje no es neutral, sino que produce efectos sociales y prácticas discursivas (Michel FOUCAULT, 1977), además de legitimar las desigualdades de género (Deborah CAMERON, 2005) presentes en la sociedad. Desde acciones que se refuerzan a partir del mayo feminista, como es la utilización de la letra “e” tanto en la escritura como en la oralidad, para reemplazar la “o” como morfema de masculino inclusivo de todos los géneros (Marina CARDELLI, 2018) o para quienes no coinciden en los géneros binarios tradicionales (Judith BUTLER, 2007), y también para eliminar prácticas machistas y violencias de género que pueden persistir en el lenguaje, aunque este fenómeno tiene larga data en los ámbitos feministas y en particular en aquellos de la diversidad sexual, y no es una ocurrencia gramatical, sino que se desarrolló para visibilizar estas identidades (CARDELLI, 2018). A partir de esto, esta fotografía del mayo feminista de 2018 permite dar cuenta de la serie de nociones que las activistas jóvenes buscan desterrar de sí mismas.

Fuente: archivo personal de la autora.

#PraTodoMundoVer: Hay una manifestación de jóvenes alrededor de una grúa de papelón amarillo. Arriba se lee “deconstruye”, y en frente, ARQ USACH. Sobre el vehículo está una mujer con casco blanco y delante suyo, una escalera amarilla que sale del motor del camión. Los y las jóvenes llevan camperas, algunos llevan gorras. Muchos llevan carteles en las manos. En primer plano, delante de la grúa, cajas rojas se amontonan sobre una caja negra con la palabra “patriarcado”. Las cajas llevan carteles pegados con palabras como “acoso”, “lesbofobia”, “violencia”, discriminación”, “desigualdad”, “machismo”, “represión”, “penalización del aborto” y otras

Fotografía 1 Mayo feminista y la deconstrucción 

En la fotografía, la grúa es el elemento clave que permite desterrar costumbres y conceptos que perpetúan al patriarcado. Como se observa, el patriarcado es la base de la densa estructura de ladrillos y está pintada con color negro, debajo de todo. Más arriba se encuentra el acoso, la lesbofobia, la violencia, la represión o el femicidio, por nombrar distintos tipos de violencias hacia las mujeres y las disidencias. Además, la grúa denominada “deconstruye” contiene el nombre de las activistas de la carrera de arquitectura de la Universidad de Santiago, e invita a los manifestantes a deconstruirse también.

La misma idea la encontramos en el relato de esta joven activista y bloguera, que podría definirse como independiente según las categorías de Miranda y Roque (2019b):

Soy feminista, amo serlo, me cambió la vida (…) Por un lado estoy de acuerdo con deconstruir el amor romántico, por otro lado odio que no me pidan pololeo (noviazgo), aunque sea para decir que no. (…) por un lado me preocupo de ser más busquilla4y encontrar más artistas femeninas en la música, películas, libros etc., porque hemos tenido menos visibilidad. Por otro lado, mis autores, músicos y directores favoritos son hombres. Por un lado, quiero que todos los machitos abusadores de la industria creativa sigan cayendo, por otro, me encantan las obras de algunos de esos machitos y los veré secretamente (…). Por un lado, me dan rabia las mujeres objeto, por otro lado, me encantaría ser la protagonista de esas mismas fotos semidesnudas eróticas(entrevista a Alicia, 2018, p. 4).

En este relato se evidencia claramente el ir y venir del activismo feminista. Vemos que es una construcción que no es necesariamente lineal ni progresiva, sino que necesita replantearse y cuestionarse constantemente. Al mismo tiempo, como se planteaba en la fotografía anterior, las jóvenes feministas necesitan revisitar sus conceptos -muchos de ellos inconscientes- en sus prácticas cotidianas, que tienen mucho de machista y de patriarcal. En este caso, esta joven activista quiere ser más libre, y menos predeterminada por el amor romántico que, según deja entender, no le hace falta, pero al mismo tiempo desea, porque es parte de su imaginario y su construcción anterior al feminismo. Lo mismo ocurre con sus gustos que se contradicen con lo que ella considera que es el deber ser feminista, pero que, como señalamos aquí, ser feminista militante o activista en una determinada causa no es algo estático ni tiene un punto de llegada. La subjetividad feminista está siempre en movimiento y se alimenta de diferentes elementos como de gustos, prácticas o experiencias.

Por lo tanto, el lenguaje fundamental necesita ser constantemente analizado. Así es como, en el estallido social el colectivo interdisciplinario de mujeres, Las Tesis, originado en Valparaíso, crea una performance con una canción que se internacionaliza y genera solidaridades impensadas. Según entrevistas realizadas a sus creadoras, ellas se inspiran en las ideas de investigadoras como Silvia Federici (2018) o Rita Segato (2013), en el cuestionamiento al patriarcado en el primer caso, y en las pesquisas sobre la violencia en el cuerpo de las mujeres a través de la violación, que corresponden a Segato. Si analizamos la letra en detalle, no hay espacio para metáforas, puesto que sus autoras son bastante explícitas en el mensaje que buscan transmitir:

El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer, y nuestro castigo es la violencia que no ves. Es feminicidio, impunidad para el asesino. Es la desaparición, es la violación. Y la culpa no era mía ni donde estaba ni como vestía… El violador eras tú, son los pacos (policía), los jueces, el estado, el presidente. El estado opresor es un macho violador. (Las Tesis, 2019)

Tal como lo señalábamos al comienzo de este artículo, el texto de Las Tesis plantea demandas específicas de la cuarta ola feminista ligadas a la violencia de género, como son el femicidio y las violaciones o el acoso. Además, apunta directamente a las instituciones como ejecutoras directas o cómplices de estos abusos. Esta letra sencilla pero aguda se viraliza entre las más jóvenes, pero también en mujeres de diferentes edades, y se transforma en una performance que cientos de mujeres aprenden y bailan en conjunto para dar cuenta del malestar que sienten día a día y que forma parte de su historia de vida. Gracias a esta canción y performance, el movimiento #ChileDespertó se revitalizó y entró en una nueva fase. Un momento en el cual era necesario dar un giro feminista a las movilizaciones del 2019, puesto que la violencia ejercida hacia las mujeres -tanto en las protestas como en el espacio privado- había sido invisibilizada y resultaba necesario tejer vínculos entre ambos movimientos: el mayo feminista y el 18-O.

Performance, subjetividad feminista y espacio de lo íntimo

Tal como lo hemos planteado a lo largo de este artículo, la performance es una práctica que las activistas feministas incorporan y que no es una característica específica del mayo feminista, ni de los movimientos chilenos en particular, sino más bien de la 4ta ola en la cual estas movilizaciones se insertan.

Una performance o repertorio previo al mayo feminista, pero que en 2018 se vuelve recurrente, son las velatones5 para recordar a todas aquellas mujeres asesinadas por la violencia de género. Lo interesante de este tipo de acción es que recupera una práctica de la memoria, que se realiza en la postdictadura para recordar a todos aquellos caídos -detenidos desaparecidos o asesinados por la dictadura militar- durante fechas icónicas como el 11 de septiembre (día del golpe militar) o el 29 de marzo (día del joven combatiente). Por lo tanto, este repertorio articula la memoria de las activistas y permite generar puentes con movimientos u olas feministas anteriores a esta (PONCE, 2020a).

La canción de Las Tesis, como mencionábamos anteriormente, se transforma en un manifiesto contra el feminismo a nivel global, visibilizando así la violencia de género, el femicidio, los abusos, las violaciones y desapariciones de mujeres presentes en las movilizaciones del 18-O, pero también representando a aquellas que acontecieron tiempo atrás o que acontecerán en un futuro. Gracias a la performance, mujeres de distintas generaciones se reúnen con un objetivo común, que es luchar contra el patriarcado. Muchas de ellas dieron cuenta de lo liberador de la performance y que les permitió sacarse años de miedo y de violencia de sus cuerpos. De este modo, se organizaron acciones performáticas de mujeres estudiantes, trabajadoras, profesoras, minusválidas, como también de la tercera edad.

La performance más importante del 18-O da cuenta que sin el sustrato feminista no es posible crear un nuevo Chile, puesto que patriarcado y neoliberalismo van de la mano. La performance logra atraer a muchas mujeres exhaustas de la violencia de género cotidiana y la represión en las protestas, y las invita a bailar en las calles de distintas ciudades de Chile y del mundo entero. Muchas de ellas declaran que este baile les permite liberarse y empoderarse en las calles, dejar de tener miedo y no sentirse nunca más solas. Sentir que finalmente ellas son centrales para la transformación social antipatriarcal que está en curso.

Finalmente, otras performances durante el mayo feminista buscaron resignificar el cuerpo, ya no como objeto de placer patriarcal, sino como un dispositivo de lucha, tal fue el caso de la llamativa performance “Hermanadas en la revuelta” realizada por la colectiva Yeguada Latinoamericana y creada y dirigida por Cheril Linett (2020), donde las performers mostraron sus nalgas y portaron colas de caballo, haciendo referencia por una parte a las “colas reef” de las mujeres que compiten por quien tiene las mejores nalgas en el verano, y también parafraseando al artista de performance Pedro Lebemel. En su propia definición de la performance, Linett señala que tiene como objetivo subvertir, criticar y desafiar los regímenes clasistas, patriarcales, coloniales y especistas.

Asimismo, también encontramos otros colectivos, como el colectivo Gata Engrifá o el colectivo Encapuchados, donde el primero desarrolla performances que buscan visibilizar la violación a los derechos humanos y las víctimas de daños oculares en el marco de las protestas del estallido social, mientras que el segundo busca visibilizar no solamente problemáticas feministas, sino también extractivas, como la sequía y las zonas de sacrificio.

Paralelamente, muchas mujeres mostraron sus senos descubiertos, se escribieron en el cuerpo mensajes contra la violencia machista o se pintaron el cuerpo como si hubiesen sido víctimas de algún tipo de abuso. Acciones que no son nuevas, pero que buscan repolitizar el cuerpo femenino, que por años ha sido explotado por la publicidad y el mercado. El cuerpo, como todo el ámbito privado, pasa a ser central y politizador a partir de las prácticas performáticas, pero también a partir del cuestionamiento sobre prácticas cotidianas que permite a las activistas confrontarse a sí mismas, construirse y crecer como feministas.

A partir de acciones pequeñas, pero significativas, como mostrar y colgar la ropa interior manchada con sangre o protestar con vulvas gigantes, es que se empoderan y aprenden sobre aquello que las violenta. Haciendo actos performáticos y saliendo a la calle con sus compañeras están protegidas de la violencia y pueden ser parte de esta gran ola violeta.

Tal como lo señala esta activista, estas subjetividades feministas están atravesadas por múltiples elementos, y el cuerpo se vuelve central:

Lo personal es político. La forma en que cuidamos y nos relacionamos con nuestro cuerpo y deseos está enseñado para satisfacer a otros y con el deseo de otros queremos y nos validamos a nosotras mismas (entrevista a Alicia, 2018, p. 7).

Esta bloguera y activista feminista parafrasea a la destacada escritora feminista Kate Millett (1970) sobre lo político de la sexualidad. La importancia de nuestro cuerpo y de cómo hemos construido nuestra sexualidad, a partir de patrones en los cuales las mujeres estamos al servicio de los hombres. Elementos que el feminismo llama a cuestionarse y en los cuales estas feministas buscan discutir a través de las redes sociales y a partir de diferentes textos. Asimismo, surgen interrogantes sobre cómo se construyen las relaciones interpersonales en un modelo patriarcal.

El feminismo y estas activistas jóvenes buscan deconstruir las relaciones personales, como también desterrar patrones patriarcales, como el concepto del amor romántico que tal como lo señala Coral Herrera (2018), nos impide vivir el amor de manera plena y libre. En las entrevistas realizadas a activistas estudiantiles -universitarias y secundarias- muchas señalan que buscan ir más allá del amor romántico y salirse de los esquemas tradicionales impuestos. Por ejemplo, una joven activista y estudiante secundaria de la toma del Liceo 7 de Providencia señala:

yo tengo una relación poliamorosa, es lo que más me funciona ahora y me gusta este tipo de relación. Mi pololo6vive además fuera de Santiago así que nos funciona bien (entrevista a Anna, 2018, p. 5).

Tal como se señala en el relato de esta joven activista secundaria, el poliamor se instala como una alternativa al amor romántico en el cual no hay posesión del otro y los sujetos se configuran como libres e independientes sin codependencia ni necesidad de posesión. Este tipo de afirmaciones también se observan bastante en blogs, cuentas de Facebook o Instagram de carácter feminista.

Consecuentemente, otras activistas cuestionan el carácter de este tipo de relación porque puede llevar a otras formas de machismo y de dominación en las relaciones de pareja. Por ejemplo, la artista y activista feminista @bruta_queesbruta, publica en su cuenta varias de estas ideas. En una de sus ilustraciones escribe: primero encuéntrame el clítoris y después pregunta qué somos. En la imagen se ve a una chica en la cama hablándole a una pareja sexual. A partir de la ilustración, se constata que la relación de pareja estable con un “compromiso” claro y definido, ya no es un objetivo en sí mismo. Para ella, es más relevante tener una sexualidad plena y sana que una pareja. Esta cuenta con más de 200 mil seguidores en Instagram emerge como una referencia para las nuevas generaciones, sobre todo aquellas activistas feministas más jóvenes. En cuentas como esta o de otras activistas feministas, la relación consigo misma está primero y a su vez, buscan empoderar a sus pares y a las nuevas generaciones a partir de estos principios.

Conclusiones

En una primera dimensión, podemos observar que existen claras continuidades y diferencias entre ambos movimientos. Las diferencias son evidentes y refieren a la magnitud -en número y demandas- del 18-O, además del compromiso de sus activistas, que permite que las movilizaciones sigan en curso y que solo la emergencia del Covid-19 pudiese alterar su permanencia en las calles, pero que aún así, es un movimiento que sigue activo a través de otras acciones, particularmente gracias a la virtualidad y a las plataformas online. Mientras que la continuidad entre ambos movimientos se expresa a partir de la necesidad de transformación social iniciada en el mayo feminista que exige la permanencia, el compromiso y la entrega de las manifestantes del 18-O, además de la necesidad de integrar otras demandas que van de la mano con el feminismo, como son los salarios o las pensiones dignas.

Por consiguiente, los resultados de esta investigación permiten entender que más allá del movimiento en el cual nos centremos y del cual provengan sus demandas, la subjetivación política feminista de las activistas se desarrolla a partir de distintas experiencias e hitos claves que transforman su subjetividad y su experiencia de activista, como son la participación en marchas, tomas y performances en el espacio público, o acciones cotidianas, como cuestionar las distintas prácticas personales, tales como el propio lenguaje que está constantemente visibilizando o invisibilizando sujetos (BUTLER, 2004), o las relaciones interpersonales que desarrollamos con los demás.

La subjetivación política feminista es el resultado de una apropiación (LAGARDE, 1997), una construcción que está en movimiento y por lo cual, requiere un cuestionamiento continuo de las propias activistas, tal como lo plantea Rancière (2000). No hay un fin último o hitos que hay que cumplir para ser más o menos feministas. Las activistas necesitan analizar y revisar los distintos eventos personales (MIRANDA; ROQUE, 2019b) en su propia vida y de sus cercanos, sus propias prácticas y sus distintas decisiones cotidianas para poder entenderse a sí mismas como sujetas feministas. Es necesario también cuestionar al movimiento y cuestionar el tipo de relaciones que han forjado hasta entonces (HERRERA, 2018), que son tan variadas como las relaciones de pareja, las relaciones de amistad o las relaciones familiares.

Tal como lo mencionamos en el inicio de este artículo, la subjetivación política feminista surge desde lo más íntimo, atravesando el cuerpo, la propia habla, la interacción con los otros y más tarde, en cómo nos desplegamos en el espacio público. Evidentemente, participar en los distintos repertorios, sean performances, marchas o tomas, será fundamental para forjarse como activista, puesto que renueva el compromiso y lo hace más denso. Vincula con otros activistas y permite enfrentarse en carne propia con los oponentes o quienes critican estas maneras de comprender el mundo.

Referencias

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1Ver la serie de libros de Manuel Antonio Garretón y Javier Martínez (1985) sobre el movimiento estudiantil durante la reforma universitaria de fines de los años 60, donde destacamos el siguiente: GARRETÓN, Manuel; MARTÍNEZ, Javier. Universidades chilenas: Historia, reforma e intervención. Editorial SUR, 1985.

2Los movimientos estudiantiles principalmente universitarios se desarrollan a partir de la década de los 90 pero tienen poca visibilidad. Los más llamativos y visibles son el movimiento de los pingüinos de estudiantes secundarios el año 2006 y más tarde el movimiento estudiantil universitario del año 2011. Ver artículo de: VILLALOBOS, Cristóbal; ORTIZ, Camila. “Continuidades y rupturas de la protesta universitaria en el Chile de la postdictadura (1990-2014)”. Revista Temas Sociológicos, Santiago, n. 24, p. 89-120, agosto 2019. Disponible en https://doi.org/10.29344/07196458.24.1966. Consultado el 13/02/2020.

3Proyecto Fondecyt Iniciación 11170930 denominado “Jóvenes en un mundo globalizado: subjetividades y construcción de sí mismos de los jóvenes líderes chilenos alter-activistas en las movilizaciones post 2011” financiado por ANID (Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile).

4Se refiere a ser capaz de buscar más allá de lo tradicional.

5Consiste en poner muchas velas durante la noche en torno a fotografías o texto a modo de recordatorio por la vida de esa(s) persona(s).

6Chilenismo que quiere decir novio.

Como citar este artículo de acuerdo con las normas de la revista: PONCE LARA, Camila. “La politización de lo íntimo en el mayo feminista chileno y el movimiento #ChileDespertó”. Revista Estudos Feministas, Florianópolis, v. 30, n. 2, e75563, 2022

Financiación: Financiado por el proyecto de Fondecyt Iniciación 11170930

Consentimiento de uso de imagen: No se aplica

Aprobación de un comité de ética en investigación: No se aplica

Recibido: 09 de Julio de 2020; Revisado: 22 de Diciembre de 2021; Aprobado: 03 de Febrero de 2022

camila.poncelara@gmail.com; camila.poncelara@uni-marburg.de

Camila Ponce Lara (camila.poncelara@gmail.com; camila.poncelara@uni-marburg.de) es investigadora asociada al Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Juventud (CISJU) de la Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH). Actualmente realiza un postdoctorado en la Universidad Phillips de Marburg y en el proyecto Extractivism.de. Doctora en Sociología de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de Paris (EHESS). Es parte del comité directivo del Research Committee RC47 “Social Classes and Social Movements” del International Sociological Association (ISA).

Contribución de autoría: No se aplica

Conflicto de intereses: No se aplica

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