Presentación1
Las dinámicas socio-etarias pueden ser originadas por medio de organizaciones públicas, privadas o del tercer sector. Cuando éstas se estructuran en acuerdos sociopolíticos y/o socio-productivos con fines socio-ambientales, esto es, son coordinadas por medio de gobernanza y poseen sentido de pertenencia2 (inter-organizacional), se utilizan conocimientos locales y tecnologías apropiadas (extra-racional) e impactan en el territorio de manera sustentable (extra-organizacional), reúnen así elementos para que se caractericen como ecosocioeconomías (SAMPAIO, 2010).
Como se puede inferir, sus resultados no quedan restrictos apenas a organizaciones que componen acuerdos. Éstas presentan requisitos que pueden ser comprendidos como contenedores de aprendizajes para dar respuestas a problemas complejos y sistémicos, como adaptación sustentable y mitigación frente a cambios climáticos (INTERGOVERNMENTAL PANEL ON CLIMATE CHANGE, 2014) y los objetivos de desarrollo sustentable (UNITED NATIONS, 2015). A continuación, se pueden sintetizar en el cuadro que se presenta más abajo y que retrata el escenario ecosocioeconómico contemporáneo (PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO, 2016).
El Cuadro 1 nos muestra que el 16% de la población del planeta concentra el 67% de la renta bruta, y que el 48% de la población concentra 15% de la renta bruta. Si aún no bastase tal disparidad, los mismos 16% que representan los países con muy alto IDH, concentran el 57% de las emisiones de dióxido de carbono del planeta. Mientras que el 48% de la población que representan los países con medio y bajo IDH corresponden a las emisiones del 12% de CO2. Basándose en la tendencia del escenario evidenciado, el caso de la India, que actualmente representa el 18% de la población mundial, si llega a escalar una posición, saliendo de la clasificación entre países de medio IDH, proporcionaría un aumento significativo en la emisión de dióxido de carbono. Por último, para ejemplificar los efectos de la desigualdad social, los países con mayor y menor expectativa de vida son Hong Kong con 84 años y Suazilandia con 49 años, los cuales poseen renta PIB e IDH inversamente proporcional (PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO, 2016).
Frente a este escenario, las ecosocioeconomías surgen en este cuadro desolador. Ecosocioeconomías pueden ser entendidas también como alternativas, aún que esta segunda esté más correlacionada a movimientos de resistencia al sistema capitalista, según la concepción de Boaventura de Souza Santos (2005). No implica decir que las ecosocioeconomías no se constituyan también como contra-movimiento. Ellas poseen, además, una visión paradigmática, con racionalidad3 propia, en el sentido de superar un conjunto de valores limitantes, muchas veces hegemónicos, sin embargo, son más pragmáticos, como Ignacy Sachs (2007) ya se refería a la necesidad de construir una enciclopedia de lo cotidiano, de manera a establecer una transitoriedad entre el paradigma en crisis y un nuevo paradigma, conforme los trataremos más adelante.
Por otro lado, cuanto mayor es la capacidad de realización y de retroalimentación de esas ecosocioeconomías, mayor son las posibilidades para que superen el status de meramente construirse como iniciativas loables, de las denominadas buenas prácticas. Éstas a su vez están sujetas a ser frecuentemente descontinuadas ya que son criadas por medio de voluntariado espontaneo, no sistémico, los cuales fragmentan la problemática que se desea resolver, resultando en reduccionismo contextual.
Las ecosocioeconomías, en síntesis, surgen a partir de prácticas originadas de la insatisfacción del paradigma vigente. Aunque contengan componente innovador, cuestionando las teorías pre-existentes, pueden reunir requisitos del paradigma en crisis, para que se realice la transitoriedad entre un antiguo y un nuevo contexto. Puede que suena como una contradicción, sin embargo, esta tesis se corrobora con la de Thomas Kuhn, (1970) y, posteriormente, con la que postulado por Enrique Leff (2001), cuando este sugiere que el transito para una racionalidad ambiental pasa por la racionalidad económica. En este sentido, se toma la precaución de no referenciar las ecosocioeconomías como que puedan ser respuestas a los problemas contemporáneos, o más aún, como que estas fuesen consideradas una forma hegemónica de alternativa de vida.
De la misma manera que la economía de mercado posee sus límites como alternativa de modos de organización de vida, por lo que no atiende todas las visiones del mundo, y no siempre logra satisfacer las necesidades fundamentales humanas (Max-Neef et al. 1991 para toda persona), las experiencias en ecosocioeconomias en curso no indican resultados diferentes. En este sentido, se defiende la tesis de que las formas hibridas y socio-diversas pueden convivir juntas, aún cuando el diálogo no siempre parezca fácil, que es propio de la naturaleza de la alteridad, se cree que pueda ser construido a partir de actores sociales, que por medio de diálogos que reconozcan los argumentos de antítesis, típico del método dialéctico, como legitimas para alcanzar la tesis del Bien Vivir.
Aunque se reconozca el debate clásico latinoamericano sobre el Buen Vivir que se construye desde la decolonialidad, próximo al tema de las alternatividades, Buen Vivir se refiere a partir de las ecosocioeconomias, la cual se relativiza en relación dialéctica entre la subjetividad, bien común, y entre hombre - naturaleza y tecnología. El Buen Vivir, así, más que una condición material, socio educacional, psicosocial y de salud4, es un estado particular de felicidad, donde vibran patrones culturales distintos, medida por la multiculturalidad humana, tal como sugiere Max Neef (1991) en la tesis del desarrollo a escala humana.5 No se niega completamente la lógica económica, en la cual el sujeto calcula las consecuencias individuales, pero se propone territorialmente el bien común, y que no sea hegemónico o incluso determinante en los procesos de producción y reproducción humana, lo cual resulta en un sujeto vacío (SAMPAIO et al, 2017).
Cabe destacar que el concepto de Buen Vivir puede ser constituido por más dimensiones que la clásica triada social, económica y ecológica. Se admite que estas puedan ser designadas como lo suficientemente exhaustivos para nuclear con otras perspectivas adyacentes como son los aspectos políticos, institucionales, espaciales, administrativos, históricos, entre otros, he incluso, aspectos muchas veces considerados no científicos, como la espiritualidad y afecto, estos se encuentran respectivamente en la relación intra-dimensional de lo social y/o inter dimensional del socio ecológico, por donde atraviesa la subjetividad e inter subjetividad humana6 (ALCANTARA; SAMPAIO, 2018).
En esta perspectiva el artículo tiene como objetivo presentar una tercera síntesis7 de esfuerzos de búsqueda teórico-empírico para la comprensión del concepto de ecosocioeconomías, sistematizadas por las dimensiones más recurrentes de sustentabilidad, sin embargo cada una de ellas bien complementadas por sus pares, que hace referencia a la relación entre visiones / teorías difundidas en la literatura concomitantemente a los análisis de experiencias paradigmáticas que poseen aproximación con el tema.
El estudio se basa en investigaciones bibliográficas, análisis en base a experiencias brasileñas y extranjeras que vienen siendo investigadas por los: (i) Núcleo de Políticas Públicas (NPP)/ Programa de Postgrado (PPG) en Desarrollo Regional (DR)/FURB, creado en 2003. Cuenta con una asociación de los PPG en Medio Ambiente y Desarrollo (MADE)/UFOR; PPG en Gestión Ambiental (GAmb)/ Universidad Positivo (UP); PPG en Gestión Urbana (GTU)/PUCPR e PPG en Desarrollo a Escala Humana y Economía Ecológica (MEDEH)/Instituto de Economía/Universidad Austral de Chile (UACh); (ii) Núcleo de Estudios en Ecosocioeconomía (NEcos)/PPGMADE/UFPR e PPGDEHEE/UACh. Estas experiencias vienen siendo analizadas por medio de investigaciones exploratorias (monografías de graduación - tesis de pre y post grado- e informes de programas de iniciación científica - PIBIC) y estudios de casos comparativos (tesis de máster y tesis de doctorados), todas orientadas o co-orientadas por el autor principal del texto. Además de proyectos de post-doctorado supervisados por el mismo. Se han venido realizando estudios en el exterior, en la cual el autor principal ha realizado una serie de visitas presenciales a casos de vanguardia en América Latina y del Norte, África y Europa, contando con el financiamiento de varias agencias nacionales e internacionales.8
Dimensión Ecológica y las relaciones con la Socioeconomía
La ecología es una ciencia eminentemente interdisciplinar que estudia la compleja dinámica de la biodiversidad. La dimensión socio económica se amplía para entender la socio-bio-diversidad. En este ambiente la visión antropocéntrica establece su espacio de dominio en relación a la naturaleza. Como consecuencia y desdoblamiento, se crean también desigualdades en cuanto al grado y volumen que el homo oeconomicus se apropia de la naturaleza (ZAOUAL, 2005), lo que acaba generando riqueza para algunos y pobreza para otros, y aún, originando el fundamento para instrumentalizar al propio ser humano, transformándolo en mero recurso humano.
En este sentido la ecología humana se caracteriza como un esfuerzo sistémico para restablecer el equilibrio entre la dinámica socioambiental, según lo sugerido por Pierre Dansereau (VIEIRA; RIBEIRO, 1999) o por Edgar Morin (2011), cuando se refiere al termino religare la naturaleza y el hombre, de manera de respetar dos principios para mantener las resiliencia ecológica: no extraer de los ecosistemas más allá de su capacidad de regeneración y no lanzar en el más de su capacidad de absorción (FERNANDES; SAMPAIO, 2016). Lo que remite a la presentación del planeta Tierra como un organismo único, que en palabras de James Lovelook (2001) se denomina Gaia. O, entonces, que el planeta sea reconocido por la constitución de seres humanos y no humanos, lo que sugiere el siguiente supuesto: lo que sucede con un ser, sucesivamente se expande en su descendiente y en otros, y así repercute en el planeta (LYONS, 2008).
La manera, entonces, para preservar la biodiversidad del planeta es mantener su sociobiodiversidad, sobre todo la de los pueblos y comunidades tradicionales que son las más vulnerables en este proceso de apropiación / capitalización de la naturaleza, se crean Áreas de Protección9 para posibilitar la conservación de los modos de vida que son propios de esos territorios. De cierta manera los modos de vida más consonantes con la naturaleza se constituyen por si mismos en prácticas pedagógicas para la sociedad10 que comparten estilos de vida predominantemente urbanos, asociados al consumo desenfrenado de productos industrializados, como el uso intensivo del automóvil, lo que podría acentuar los cambios climáticos.
Las áreas protegidas son estratégicamente significativas, sobre todo cuando garantizan que esos modos de vida humano más sustentable se conserven (DIEGUES, 1996). Ejemplos de proyectos demostrativos son los de turismo de base comunitaria11 en áreas protegidas, como el de la Posada Uacari,12 localizada en la Reserva de Desarrollo Sustentable Mamiraúa, la primera de esta modalidad de conservación creada en 1996, en la cual se realizan actividades de ocio en medio de la naturaleza y observación de la fauna salvaje junto a las comunidades de la ribera; en la Posada Aldeia Vintequilos,13 localizada en las proximidades de las tierras indígenas Sateré-Mawé, en la cual se aproxima el visitante a la cultura, leyendas y tradiciones indígenas de estos pueblos. Ambos proyectos se encuentran en la Amazonia Brasileña (RIBEIRO et al, 2018).
Estos modos de vida, de producción y de conocimiento además de estar en consecuencia con los principios de la resiliencia ecológica, poseen también resiliencia psicosocial, relacionada a la salud del ser humano, la cual se refiere a vivir un ritmo balanceado entre el cuerpo y la mente14 (SAMPAIO et al, 2017), lo que evidencia que la salud física impacta sobre las habilidades cognitivas, o sea, la salud mental, combatiendo el stress (RATEY; HAGERMAN, 2010). Equilibrio necesario para el Buen Vivir, como sugiere el movimiento slow cities, el ejemplo de la experiencia de Levanto15, ciudad mediterránea italiana, que a partir de una crisis económica se refundó a partir de sus modos de vida tradicional, que prima la desaceleración del ritmo de vida, diferente al sentido de lentitud y de estancamiento, pero desasociado de tiempo productivo económico, como que ésa fuese la única justificación para ser merecedor de felicidad (MAYER, KNOX, 2006; SAMPAIO et al, 2017).
Pueblos originarios y comunidades tradicionales16 pueden ser definidos sintéticamente según los siguientes criterios: geográficos, por si se situasen en un territorio17 aislado, como indígenas y cimarrones; cultural, por compartir usos, costumbres, tradiciones y hábitos en común, como extrativistas y faxinalenses, y por sus funciones socio económicas, variando por sus modos de producción, como pescadores artesanales y pequeños productores rurales (ALMEIDA; FARIAS JUNIOR, 2013; GEERTZ, 1973).
Aunque tales poblaciones18 puedan tener grados de des caracterización por la proximidad con los modos de vida materialistas, incluso pudiendo ser denominadas como poblaciones hibridas, son aún identificadas como tradicionales por conservar patrones de subsistencia basado en la relación simbólica entre ser humano-naturaleza, estableciendo el significado de sagrado,19 lo que posibilita encontrar en su ámbito sensorial de territorialidad,20 convivencia21 y percepción temporal estacional o cotidiana,22 que son características exóticas al modo de vida urbano-consumista (SAMPAIO et al, 2011).
Dimensión Económica y las relaciones con la Socio ecología
La economía padece de visión disciplinar/lineal, como cualquier otra ciencia o pseudo ciencia, sin embargo, con la agravante de concebir al ser humano como un homos oeconomicus23 en el cual éste posee un comportamiento24 determinado bajo la lógica de privatizar ganancias económicas de corto plazo y socializar prejuicios socio ambientales de mediano y largo plazo (SAMPAIO, 2010; ZAOUAL, 2005).
Por otro lado, no hay duda, según Karl Marx y Friedrich Engels (1999), que el primer acto histórico de la existencia humana, por la cual se distingue el hombre de las demás especies de animales, no es el hecho de pensar, sino el de producir sus propios medios de vida.
Sin embargo, los medios de vida no reducen al hombre a la esfera de la economía, incluso porque basado en el escenario sintético ecosocioeconómico contemporáneo presentado, indicadores meramente económicos no garantizan alcanzar un nivel adecuado en indicadores ambientales ni tampoco un nivel de desarrollo humano adecuado, es decir, la satisfacción efectiva de necesidades fundamentales humanas (en el sentido de la teoría del Desarrollo a Escala Humana de Max-Neef et al. 1991).
La economía se caracteriza por el pragmatismo de las ciencias sociales. Los postulados de la economía neoclásicas se asemejan más con axiomas25 que con la comprensión del mundo de la vida. La tesis del materialismo histórico es la excepción a parte, describe la formación capitalista desde la producción social de la existencia humana (MARX, 1996; MARX; ENGELS, 2002).
Se toma el clásico axioma de la ley de la oferta y la demanda. En la ocasión que se encuentra en una economía de mercado, la demanda de productos resulta en la oferta por ellos, sin embargo, cuando se trata de mercados monopolistas u oligopolistas, por la ausencia de opciones la oferta de productos genera demanda por ellos. En otras palabras, la mano invisible del mercado Adam Smith (1997), principio de la economía clásica frecuentemente mal interpretado, y según esta interpretación se cree que existe una dinámica natural regulatoria que no requiera de un ente coordinador, como normalmente se espera del Estado26.
John Kenneth Galbraith (1988) llama a tal escenario de economía de planificación, en la cual grandes empresas para controlar mercados se preparan con estrategias corporativas, como redes de organización y lobbies, para maximizar su influencia en las esferas del poder del Estado, mercado e, inclusive, de la propia sociedad civil.
Aunque se pueda hacer crítica al Estado, pues experiencias de ecosocioeconomia en curso demuestran que se inician por la ausencia o, si no, de la poca participación de él en el establecimiento de acuerdos institucionales y socioproductivos, lo que no es tan malo cuando se considera el carácter pedagógico de la formación de iniciativas oriundas a la sociedad civil organizada en un territorio. Acuerdos institucionales son acuerdos sociopolíticos establecidos entre actores y que respetan la legislación en vigor que trata sobre el tema en cuestión para que los objetivos de la propuesta acordada sean alcanzados. Acuerdos socioproductivos, a su vez, son redes coordinadas entre organizaciones cuyo objetivo posee una finalidad productiva. Se resalta que después que la experiencia se inicia y teniendo una repercusión positiva, agentes del Estado pasan a participar, lo que se considera fundamental para su consolidación (SAMPAIO, 2010; SAMPAIO et al, [20--]).
Las experiencias de ecosocioeconomias, como se ha citado en la presentación, se organizan a partir de acuerdos institucionales y socio productivos, sin embargo, son conducidas por una racionalidad socio ambiental que aún se vale de la instrumentalidad utilitaria, en su sentido clásico hobbesiano (HOBBES, 2000),27 pero sus resultados no solo benefician a los miembros del acuerdo, sino que impactan en el territorio y en otras escalas.
Los ejemplos no se restringen a los casos emblemáticos de la economía solidaria y cooperativismo, sino también a los de responsabilidad socio ambiental corporativa, tal como las benefit corporation (JACOBI; BESEN, 2017), fair trade y empresas de economía de comunión (SAMPAIO, 2010), aunque haya sentido común en empresas que se valen del marketing social o ambiental para beneficiarse de la imagen positiva que conlleva intrínsecamente lo socio ambiental, hay elementos nuevos, como Patagonia, empresa del segmento de ropas y materiales deportivos, con sede en Estados Unidos, que personaliza productos usados dados como entrada en la compra de productos nuevos. Dependiendo del estado de los productos recibidos en el trueque, estos son recuperados o reciclados (PATAGONIA, 2018); Natura, por medio de su línea de productos Ekos, localizada en la Amazonia Brasileña, utiliza de cooperativas de extractivo de semillas como proveedores, posibilitando la conservación de los modos de vida de esos pueblos (MANON et al, 2017).
Se resalta que las experiencias de responsabilidad socio ambiental corporativa probablemente están confinadas a permanecer en estado de transitoriedad, como ya fue explicado, ante el enraizamiento de su lógica utilitaria, lo que no es tan malo, pues la mediación es necesaria en el mundo de la vida. Sin embargo, ante la perspectiva de las ecosocioeconomias, la regulación de la racionalidad empresarial es necesaria, lo que normalmente es realizado por vía del Estado.28 Sin embargo hay indicios que la innovación institucional puede ganar escala, tal como sugiere Elinor Ostrom (2012), la ocasión que sugiere que el futuro del bien común se firma como etapa que atraviesa por lo incompleto de la economía de mercado y la regulación del Estado.
En esta perspectiva, a partir de la presión de los consumidores por la responsabilidad socio ambiental, es decir, en la ocasión que las personas superen su mera funcionalidad económica, como consumidor ante una economía de mercado, como preveía Karl W. Kapp (1950), asumen papeles de protagonismo en el reconocimiento de las identidad geográfica (territorial) y ética (valorativa) de productos y de empresas, ejerciendo así ciudadanía plena, planetaria e intergeneracional, podrá haber reverberación positiva por toda la cadena productiva y los mercados (SACHS, 2004).
Dimensión Social y las relaciones con la Economía y el Ambiente
La práctica social está compuesta por una intencionalidad y su acción resultante. Para comprenderla es necesario entender los medios que produce la voluntad implícita de realizarla, esto es, su finalidad. Por otro lado, “cualquier medio es en sí mismo un fin, pues para utilizarlo necesita quererlo, tal vez, tanto como al propio fin” (DURKHEIM, 2002, p. 68). De esta forma, se corre el riesgo de la racionalidad individual y economía hegemónica vigente en la sociedad se refuerzan a sí mismas, como señala Serge Latouche (2003). O sea, el criador se torna en su propia criatura. Por lo tanto, la crisis socio ambiental que se vive es debido a una crisis de valores e de proyectos existenciale29. La manera como se toman decisiones actualmente es lo que desencadena el escenario eco socioeconómico desolador del Cuadro 1.
En este sentido, la sociedad, sobretodo urbano, se tornó un espectro en la cual se conjugan muchas realidades, todavía desasociada a la idea de comunidad. Así, como el individualismo es para las sociedades urbanas, la colectividad es para la comunidad. Aunque las sociedades urbanas están asociadas a dicha modernidad, lo que puede sugerir la proximidad de lugares, pero remite también al distanciamiento de las relaciones humanas. Así, el plano societario de cierta forma niega lo comunitario (BAUMANN, 2013).
Todavía, no tiene sentido caer en dicotomías sobre la individualidad y el bien común, como si se tratase de realidades distintas, ya que el ser humano se realiza como ser sociopolítico. El problema está en la sociedad de consumo, pues esta posee una inter subjetividad, o sea, que relaciona individualidad y colectividad, sin embargo, vacía y desterritorializada (PECQUEUR, 2014; SMITH & MAX-NEEF, 2011), lo que sugiere el concepto de sin lugar (AUGE, 2002), que se refiere a lugares no rellenados, con vacíos o transitoriedad social, padeciendo de vitalidad para denominarse lugar.
Lo que se clama por modernidad es la supremacía de la acción social30 basada en el cálculo entre medios y fines individuales y económicos sobre los otros tipos de acción social, resultando en la perdida de sentido valorativo, afectivo y de las costumbres humanas, haciendo la acción social esclava de un cálculo meramente económico (WEBER, 2002).
Es en la comunidad donde se encuentra otra racionalidad, mas sustantiva, afectiva y arraigada en las costumbres. No quiere decir que no haya mediación en las comunidades, ya que es necesario en el mundo de la vida. Se trata como mencionado la mediación utilitaria, más extendida y sin ser hegemónica, esto es: más beneficiados pueden ser impactados por acciones de un sujeto social. Esta intencionalidad es la sustancia de los acuerdos institucionales y socio productivos con fines socio ambientales mencionados (SAMPAIO et al, [20--]).
Es evidente que el significado contemporáneo de la sociedad urbano difiere de la concepción rousseauniana (RUSSEAU, 1981) de que se puede encontrar libertad e igualdad también en el estado de la sociedad. La naturaleza del hombre permite a este superar la contradicción inherente al estado social: o sea, entre sus inclinaciones individuales y los deberes colectivos, sobretodo de asegurar el derecho que las nuevas generaciones poseen de asegurar el Bien Vivir. Se trata de una busca de toda moral.
Así, no se sabe bien si el quiebre entre sociedad urbana y comunidad es resultado solo de la lógica individualista o, sino, de la lógica economicista como se ve. Pero, según la sociología económica, la economía esta tan conectada con las relaciones sociales que no hay como separarlas. Lo que parece es que esas dos lógicas se refuerzan, una a otra (SWEDBERD, 2004).
Aún, se evidencia la práctica comunitaria en las sociedades urbanas, sin embargo, muchas veces restringida en la familiaridad, vecindario y barrio; a veces en escuelas y universidades y; pocas veces en el trabajo y en el mercado. El ejemplo del movimiento Citiziens’ Climate Lobby (2008), que reúne ciudadanos comunes, que se ven en las ambiciones y en las temporalidades anteriores descritas, para dialogar y encontrar estrategias para influir en el proceso de toma de decisión institucionalizado en Estados Unidos, sobre todo en el congreso nacional, en lo que se refiere a cambio climático (SAMPAIO et al, [20--]).
Consideraciones Finales
Se deja claro, en la séptima nota de pie de página, que se trata aquí de la tercera síntesis sistemática de investigación del autor y de su equipo para perfeccionar la comprensión del concepto de ecosocioeconomías. Incluso, anterior a la escritura de este capitulo, se utilizaba el término de ecosocioeconomía, en singular, sin embargo, se evidenció que la variedad de las modalidades de las experiencias en curso es tal que cabría el termino ecosocioeconomías.
Lo que se puede extraer del esfuerzo que se realizó en este texto es que las ecosocioeconomías ocurren en parte por el escenario ecosocioeconómico contemporáneo desolador presentado en el cuadro número 1. No hay duda que existe una crisis del proyecto existencial de vida. Las experiencias se justifican por combatir el mal desarrollo, esto es: el Buen Vivir de algunos no debe causar el Mal Vivir de otros. Un dicho platónico y análogo dice: que se debe cuidar de la paradoja de que “cuando hay exceso de libertad para algunos… existe exceso de servidumbre para otros” (PLATAO, 2000, p. 282).
Por lo tanto, una experiencia digna de ser denominada por ecosocioeconomías debe presentar por un lado tanto resultados como impactos que benefician el territorio como un todo, sin privilegiar solo las personas y organizaciones que lo componen el acuerdo instituido. Por otro lado, la dinámica que desencadena las accionas que resultan e impactan territorios, esto es, la génesis procesal que comprende las intencionalidades y racionalidades de los acuerdos establecidos y tan o más importante en cuanto a sus propios efectos. Pues, aunque se puedan enumerar experiencias que han fracasado, el aprendizaje de ellas puede llevar a nuevas iniciativas, posteriormente más ingeniosas tanto en el plano político como socio productivo.
Estas dos premisas de las ecosocioeconomías - (i) acuerdos y sus intencionalidades y racionalidades y (ii) sus resultados e impactos en el territorio - son ellas que aproximan el enfoque de desarrollo territorial sustentable que, por a vez, deriva del enfoque de eco-desarrollo. Ciertamente, tal consideración seria tema para otro texto.
Es importante que se deshaga el romanticismo que se tiene cuando se cree que una decisión consensuada es mejor de que una que no sea. Pues existen consensos que pueden ser desencadenados por visiones miopes de una dada realidad. Es bueno recordar la alegoría de la caverna platónica, donde las personas ven sombras en la realidad. Ellas producen narraciones, aun cuando muchas veces no se dan cuenta, basadas en historias de vida que no contienen elementos de comprensión de la multiculturalidad. Por su parte, este último argumento es lo que justificaría señalar que el disenso, aunque pueda parecer mal en un primer momento, es parte de un proceso de toma de decisiones aún en maduración. Por otra parte, es mejor que se tenga disenso con intencionalidad y racionalidad puestas en una mesa de negociación de que el consenso con éstas ocultas.
Por último, se destaca que, aún que se simpatice con las ecosocioeconomías, no se desea que éstas seas hegemónicas, pues no se tiene la pretensión de crear un modelo de Buen Vivir cool y diseminarlo. Perdonen los lectores por la expresión del término, pero parece irresistible decir en este momento: El gran secreto de la vida es vivirla bien a partir de lo que somos.