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Práxis Educativa

versión impresa ISSN 1809-4031versión On-line ISSN 1809-4309

Práxis Educativa vol.15  Ponta Grossa  2020  Epub 04-Jun-2020

https://doi.org/10.5212/praxeduc.v.15.14772.033 

Dossiê: Homeschooling: controvérsias e perspectivas

El viaje a Cuernavaca, México, de John Holt y su relevancia para la historia del Movimiento Global de la Educación en Casa

A viagem a Cuernavaca, México, de John Holt e sua relevância pela história do Movimento Global da Educação Doméstica

The journey to Cuernavaca, Mexico, by John Holt and his relevance for the history of Global Movement of Homeschooling

Patricia Quiroga Uceda* 
http://orcid.org/0000-0001-7435-0220

Jon Igelmo Zaldívar** 
http://orcid.org/0000-0002-8587-2822

*Profesora Ayudante Doctor del Departamento de Estudios Educativos de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y miembro del grupo de investigación Cultura Cívica y Políticas Educativas. E-mail: <pquiroga@edu.ucm.es>.

**Profesor Ayudante Doctor del Departamento de Estudios Educativos de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y co-director del grupo de investigación Cultura Cívica y Políticas Educativas. E-mail: <jigelmoz@ucm.es>.


Resumen:

Este artículo estudia el impacto que los diferentes viajes que John Holt realizó a Cuernavaca (México) en el inicio de los años setenta tuvieron tanto para el desarrollo de sus ideas en torno a las instituciones educativas como para la genealogía del movimiento que la educación en casa. El tiempo de Holt en el Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) de Cuernavaca supuso el encuentro personal con Ivan Illich. Fue entonces cuando entró en contacto con las ideas de la desescolarización. Estas ideas son la base del giro que llevó a Holt a partir de entonces a explorar alternativas educativas fuera del ámbito propio de las instituciones escolares y que hizo que se posicionara como uno de los líderes más destacados del homeschooling/unschooling en los Estados Unidos. Esta investigación analiza a partir de fuentes históricas primarias los viajes de Holt a Cuernavaca y sus estancias en el CIDOC de Ivan Illich.

Palabras-clave: John Holt; Ivan Illich; Educación en casa

Resumo:

Este artigo estuda o impacto que as diferentes viagens que John Holt fez a Cuernavaca (México) no início dos anos 70 tiveram tanto para o desenvolvimento de suas ideias em torno das instituições de ensino quanto para a genealogia do movimento que a educação doméstica. O tempo de Holt no Centro de Documentação Intercultural (CIDOC) em Cuernavaca permitiu o encontro pessoal com Ivan Illich. Foi então que ele entrou em contato com as ideias de não escolarização. Essas ideias são a base da reviravolta que levou Holt a explorar alternativas educacionais fora do escopo das instituições escolares e que o levou a se posicionar como um dos líderes em educação escolar doméstica /não escolar nos Estados Unidos. Esta pesquisa analisa, a partir de fontes históricas primárias, as viagens de Holt a Cuernavaca e suas estadias no CIDOC de Ivan Illich.

Palavras-chave: John Holt; Ivan Illich; Educação doméstica

Abstract:

This article studies the impact that the different trips to Cuernavaca (Mexico) have on John Holt at the beginning of the 1970s. Those trips were relevant to the development of his ideas about educational institutions and to the genealogy of the homeschooling movement. The time spent by Holt at the Intercultural Documentation Center (CIDOC) in Cuernavaca meant the personal encounter with Ivan Illich. It was then that he came into contact with the ideas of de-schooling. These ideas are the basis of the turn that led Holt thereafter to explore educational alternatives outside the scope of the school institutions and that made him position himself as one of the outstanding leaders of homeschooling/unschooling in the United States. This research analyzes Holt's trips to Cuernavaca and his stays at the CIDOC of Ivan Illich from primary historical sources.

Keywords: John Holt; Ivan Illich; Homeschooling

Introducción

La educación en casa es un movimiento global y plural que abarca con amplitud el espectro ideológico y político, así como como un extenso abanico de creencias y prácticas religiosas. En su origen en los años setenta, el homeschooling aglutinó a familias desencantadas con el movimiento de las escuelas libres en Norteamérica que buscaban formas alternativas de dar continuidad a ideas que habían dejado un poso importante en la sociedad una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Según Joseph Murphy “Las primeras semillas fueron plantadas por pioneros de la izquierda liberal, con John Holt como su principal portavoz” (MURPHY, 2013, p. 338). En los Estados Unidos, especialmente en los años ochenta y noventa, el homeschooling ha sido practicado y reivindicado mayoritariamente por sectores fundamentalistas. Para estos sectores “la educación de sus hijos es un derecho y una responsabilidad dados por Dios, y su delegación puede conllevar un gran peligro moral y espiritual” (KUNZMAN, 2010, p. 23). Esta línea de argumentación a favor de la educación en casa tiene en la actualidad una fuerte presencia en diferentes países en la estela del resurgir de políticas neoconservadora, como sucede muy especialmente en el caso de Brasil (CECCHETTI; TEDESCO, 2020).

No obstante, entrado el siglo XXI están recuperando un peso significativo dentro del movimiento las familias que rechazan la escolarización en base a reivindicaciones educativas e ideológicas. Lo cual permite delimitar dos grandes corrientes dentro de la educación en casa: el homeschooling y el unschooling. Desde el homeschooling, a grandes rasgos, se apuesta por implementar el curriculum escolar en casa. Se trata de trasladar tanto los métodos escolares como los propios procesos intelectualizadores del conocimiento escolar al hogar y de buscar la convalidación consecuente por parte del sistema educativo correspondiente. Por su parte, quienes se integran dentro de la corriente del unschooling “buscan una forma alternativa de entender un estilo de vida en el que el aprendizaje no sea valorado por sí mismo, sino como parte de vivir vidas satisfactorias, donde el desarrollo intelectual no sea más valorado que las relaciones familiares, (…) donde el desarrollo de los niños es visto como algo natural en vez de como algo que requiere un proceso de intervención” (ROLSTAD; KESSON, 2013, p. 31). Especialmente entre quienes practican el unschooling las ideas de Holt vuelven a tener un peso significativo.

John Holt conoció personalmente a Ivan Illich en su primer viaje a Cuernavaca, México, en las primeras semanas de 1970 (COCHRAN, 1999). Fue este el primero de una serie de viajes que Holt realizó con el fin de participar de los seminarios que el CIDOC (Centro de Intercultural de Investigación) tenía abiertos en las instalaciones del Rancho Tetela con el objetivo de pensar críticamente las instituciones educativas modernas. Sobre su primera visita a Cuernavaca, en una carta dirigida a los estudiantes del CIDOC el 19 de febrero de 1970, escribió: “las dos semanas que pasé entre vosotros fueron de las más interesantes, agradables y valiosas de mi vida” (HOLT, 1970, p. 1). Freedom and Beyond de 1972, traducido en 1976 al castellano con el título Libertad y algo más ¿Hacia la desescolarización de la sociedad? (Holt, 1976), es el libro que constata el impacto que la experiencia CIDOC y el encuentro personal con Illich tuvo en las ideas de Holt. La hipótesis de partida de nuestro artículo es que estos viajes a México marcan un giro de gran importancia en la trayectoria intelectual de Holt y resultan clave en la genealogía del movimiento de la educación en casa. Es a partir de entonces que Holt adopta una posición beligerante hacia la expansión de los sistemas escolares y la obligatoria asistencia a la escuela que los estados imponen a los ciudadanos.

En este trabajo tomamos como referencia fuentes históricas primarias. Es el caso de documentos del CIDOC de Cuernavaca depositados en la Biblioteca Daniel Cossío Villegas del Colegio de México en 1976 y la correspondencia personal de Holt, que en buena parte ha sido publicada en el libro editado por Susannah Sheffer titulado A life worth living: Selected letters of John Holt (1990). A partir de estas fuentes lo que se propone es responder a las siguientes cuestiones: ¿En qué medida, en la biografía intelectual de Holt, el encuentro con Illich en el CIDOC puede estudiarse como un acontecimiento que marca un cambio de paradigma en el desarrollo de sus ideas educativas sobre las que había fundamentado sus más importantes trabajos hasta 1971? ¿Qué importancia tiene el paso de Holt por el CIDOC en el proceso de definición de la educación en casa como un movimiento organizado? ¿Qué ideas debatidas y desarrolladas en Cuernavaca al inicio de los años sesenta ocupan un espacio nuclear en la teoría educativa del unschooling? El análisis que se propone toma como referencia en primer lugar un acercamiento histórico al CIDOC de Cuernavaca. Un centro de gran importancia para el desarrollo de las conocidas como teorías de la desescolarización liderado por Ivan Illich en los años sesenta y setenta. Más adelante el estudio se centra en los diferentes viajes que Holt realizó con el fin de asistir a los seminarios del CIDOC. Finalmente, el artículo profundiza en la influencia que las ideas de Illich tuvieron a partir de 1971 en la obra de Holt y por extensión en la genealogía del movimiento del homeschooling y el unschooling.

El CIDOC de Cuernavaca y el seminario Alternatives in Education.

En 1963, tomando como referencia la estructura organizativa del CIC (Centro de Investigaciones Culturales) y el CIF (Center for Intercultural Formation), se puso en marcha el Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) en Cuernavaca. A partir de la experiencia formativa con misioneros que Ivan Illich había desarrollado en la diócesis de Cuernavaca con el apoyo del obispo Sergio Méndez Arceo, inició su actividad un centro de documentación y análisis de las transformaciones políticas, económicas, culturales y educativas que estaban aconteciendo en los años sesenta en el mundo occidental (BRUNO-JOFRÉ; IGELMO ZALDÍVAR, 2014). El nuevo centro estaba dirigido por Valentina Borremans y contaba con la coordinación académica de Illich. Ambos, al tiempo que lideraron el proyecto en Cuernavaca, compartían líneas de trabajo intelectual paralelas que les llevó a interesarse en los años setenta en el estudio de las herramientas convivenciales (BORREMANS; ILLICH, 1971; BORREMANS, 1979). En las actividades del CIDOC, hasta su cierre en 1976, se reunió una generación de críticos de las instituciones modernas. Intelectuales contestatarios del momento “tendieron a ver el CIDOC como parte de la contracultura, un lugar de peregrinación para la iluminación espiritual” (HARTCH, 2015, p. 113). En el seminario organizado entre 1968 y 1971 tituladoAlternatives in education autores como Paulo Freire, Augusto Salazar Bondy, Paul Goodman, Everett Reimer, John Holt, Joel Spring, Edgar Friedenberg, Jonathan Kozol, John Ohlinger o Maxine Greene participaron en las sesiones y aportaron sus trabajos para los volumenes recopilatorios que se editaron en el CIDOC en relación con la crítica de las instituciones educativas (IGELMO ZALDÍVAR, 2009, p. 28).

En perspectiva global, los debates en materia educativa llevados a cabo en las instalaciones del CIDOC, quedan contextualizados en un tiempo de profundas transformaciones discursivas en el ámbito de la educación. Rosa Bruno-Jofré ha analizado lo que los llamados “largos años sesenta” han supuesto no sólo para el asentamiento de un determinado discurso educativo hegemónico, sino también para las posibilidades de articular discursos heterodoxos que se abrieron en estos años especialmente en América:

La educación estaba en una encrucijada en América del Norte como resultado de la sensación de crisis que se había cultivado después del lanzamiento soviético del Sputnik en 1957, lo cual llevó a una cientificación de la educación. (…) Mientras, una crítica radical a la escolarización apareció con fuerza, primero enmarcada por la generación beat y después por la contracultura, desde el retrato dramático de Jonathan Kozol de la vida de los niños negros en el sistema escolar público de Boston hasta Paul Goodman con sus críticas a programar la educación y enlatar la cultura. El final de la década se cerró en el panorama educativo de América Latina con Pedagogía del oprimido, el influyente libro de Paulo Freire y La sociedad desescolarizada de Ivan Illich, quien ofreció una crítica radical a la escolarización y cuestionó el monopolio que las escuelas tenían en la educación. (BRUNO-JOFRÉ, 2019, p. 21).

Las actividades académicas que tenían lugar en el centro de Cuernavaca estuvieron en sintonía con las principales publicaciones que desarrolló Illich en este tiempo. En la serie «CIDOC Documenta» quedaron recogidos estudios cuyo objetivo era articular una crítica frontal a las instituciones modernas focalizada en la Iglesia católica, las escuelas, los transportes y los hospitales (CIDOC, 1973). En el caso del debate en torno a las instituciones educativas, la discusión abierta fue excepcionalmente fértil, hasta el punto de que las ideas planteadas y discutidas tuvieron una repercusión mundial y no tardaron el permear el debate en torno a la educación y sus instituciones incluso en los círculos intelectuales y los centros académicos más prestigiosos. Maxine Greene, una de las filósofas de la educación más importantes del siglo XX, que desarrolló su trayectoria académica en el prestigiosos Teachers College de la Columbia University, en un texto en la revista Educational Theory detalló que pasó “unos días en el CIDOC de Iván Illich en Cuernavaca, México. Allí fue donde por primera vez oí hablar a Paulo Freire (para una audiencia de maestros mexicanos). A su vez, quedé impactada al mismo tiempo por la noción de la ‘desescolarización’ de Illich junto con la nueva concepción de la alfabetización crítica (y la ‘concientización’)” (GREENE, 2000, p. 307).

El debate en materia educativa abierto en Cuernavaca fue posible gracias al encuentro previo entre Ivan Illich y Everett Reimer que tuvo lugar en Puerto Rico en los años cincuenta. En la “Introducción” para la edición de 1978 del libro Deschooling Society de 1971, Illich señaló: “Debo a Everett Reimer el interés que tengo por la educación pública. Hasta el día de 1958 en que nos conocimos en Puerto Rico, jamás había yo puesto en duda el valor de hacer obligatoria la escuela para todos” (ILLICH, 2006, p. 189). Por su parte Everett Reimer, en el inicio de su libro School is Dead también publicado en 1971, escribió: “Este libro es fruto de una conversación con Iván Illich continuada a lo largo de quince años. Hemos hablado de una infinidad de cosas, pero de manera especial acerca de la educación y la escuela, y, consiguientemente, acerca de alternativas a la escuela” (REIMER, 1976, p. 6).

En 1967, por iniciativa de Everett Reimer inició en el CIDOC el seminario titulado Alternatives in education cuyo objetivo fue analizar el fenómeno de la expansión acelerada de la escolarización obligatoria en paralelo a la extensión de los principios del desarrollismo (Reimer, 1969). A partir del 15 de julio de 1968 y hasta el 1 de septiembre de ese mismo año, se establecieron una serie de reuniones periódicas, tres veces por semana, con Patricia Cloherty de la Universidad de Columbia y Valentina Borremans, directora del CIDOC, quienes además de participar de los encuentros, iniciaron una serie de trabajos de investigación que abordaban la problemática de las instituciones educativas. Al debate abierto pronto se unieron otros intelectuales interesados en este estudio, es el caso de “Samuel Anderson, profesor de psico-lingüística de la Universidad de Weslayen, en Harford, Conéctica; Pierre Furter, miembro del equipo de la UNESCO en Venezuela; Eduardo Rivera, secretario asistente de planeamiento del Departamento de Educación de Puerto Rico y Robert W. Allen, especialista en juegos educativos de la Universidad de Nova de Fort Lauderdale en Florida” (IGELMO ZALDÍVAR, 2009, p. 34). A partir de 1970 este seminario alcanzó una importante notoriedad y suscitó gran interés entre quienes buscaban explorar líneas de crítica posibles de los sistemas escolares. Los objetivos de trabajo que Reimer se planteó realizar en este seminario quedaron expuesto en un informe de trabajo de 1969:

El grupo comenzó definiendo el actual sistema escolar como la unión institucional de cuatro funciones: 1) Protección: dispositivos para la seguridad y el bienestar de los niños adolescentes y jóvenes adultos; de cierta manera sirviendo inloco parentis y por lo tanto manteniendo el estado de dependencia aún en personas que son legalmente adultas. 2) Selección de roles sociales y para el status social: determinando y certificando las opciones para el progreso dentro del sistema escolar, y eventualmente para las ocupaciones, el ejercicio de algunos derechos básicos de ciudadanía, y otras formas de status y roles sociales. 3) Formación de valores, enseñando los valores socialmente aprobados: los fines no cognoscitivos de la educación como se manifiesta en la taxonomía de Bloom. 4) Educación de conocimientos: provisionalmente definida en términos de metas cognoscitivas de la educación esbozadas en la taxonomía de Bloom. (REIMER, 1969, p. 129/5).

Al inicio de los años setenta los trabajos publicados por Illich y Reimer alcanzaron un impacto sobresaliente. Sus libros, debatidos en el CIDOC, fueron capaces de sintetizar y articular con un lenguaje nítido algunas de las convenciones lingüísticas que ocupaban un espacio importante dentro del imaginario pedagógico del momento. Dos editoriales de gran prestigio como Harper and Row y Penguin House supieron ver el potencial editorial que las tesis desescolarizadoras tenían y su apuesta fue acertada. Deschooling Society de Illich y School is Dead de Reimer se convirtieron en dos best sellers al poco tiempo de comercializarse. Tras las revueltas estudiantiles del 68 y con la crisis energética de comienzo de los años sesenta como telón de fondo discursivo, la crítica radical a las instituciones educativas se abrió un espacio visible dentro de las configuraciones discursivas del campo propio de la educación.

Antes de su primer viaje a Cuernavaca en 1970, Holt ya conocía las ideas de Illich. De hecho, los primeros textos de Illich en los que anunciaba su crítica a las instituciones educativas habían sido publicados entre 1968 y 1970 en importantes publicaciones estadounidenses. Tal fue el caso de los textos “The Futility of Schooling in Latin America” (1968) y “The false ideology of Schooling” (1970), que se publicaron en Saturday Review, y de “Why we must abolish schooling” (1970) y “Schooling: the ritual of progress” (1970) que aparecieron en la prestigiosa revista New York Review of Books. La primera evidencia de que Holt conocía las ideas Illich está en su libro What do I do Monday? publicado en 1970. En este libro en el capítulo titulado “The Killing of the Self” Holt escribe: “Ivan Illich, uno de los fundadores del Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) dice que las escuelas son la única organización de nuestro tiempo que puede hacer que las personas acepten y se culpen a sí mismas de su propia opresión y degradación” (HOLT, 2019).

En enero y febrero de 1970 Holt viajó por primera vez a Cuernavaca para participar en las actividades del CIDOC. El 19 de febrero de 1970, Holt escribe una carta dirigida al CIDOC:

Mi breve visita al CIDOC me hizo reflexionar de un modo más profundo que, nuestro sistema de escolarización mundial es mucho más dañino y está mucho más conectado e integrado con muchos de los otros grandes males de nuestro tiempo de lo que suponía hasta el momento. He sido muy crítico con aquello que podríamos denominar como “escolarismo”, pero no lo considero tan dañino como, por ejemplo, el militarismo o el nacionalismo moderno. Unas comparaciones que habría descartado. Ahora parecen totalmente aptas y exactas.

Esto plantea una especie de dilema ético. Por supuesto, puede estar en desacuerdo con lo que yo o Ivan Illich y sus colegas hemos estado diciendo sobre la escolarización. Pero si está de acuerdo en gran medida, me parece que tiene cierto deber de comenzar alguna forma de lo que podríamos denominar resistencia escolar o resistencia ante credenciales o diplomas, del mismo modo que aquellos que están en contra de la guerra o de nuestra guerra contra Vietnam deberían expresar su desaprobación a través de alguna forma de resistencia a la guerra. En mi caso, no estaba seguro de qué forma debería tomar esta resistencia a la guerra”. (HOLT, 1970, p. 1-2).

El CIDOC cerró sus puertas en 1976. El cierre del centro fue una decisión meditada por Ivan Illich junto con un estrecho grupo de colaboradores. Una de las razones que motivó el fin de las actividades fue que Illich vio la necesidad de dar un giro en las temáticas de sus estudios. Una vez publicados sus trabajos críticos con las escuelas, los hospitales y los medios de transporte modernos, lo que se propuso fue “dedicarse a hacer una investigación más profunda de las premisas no declaradas que habían hecho que las instituciones que había intentado cambiar fueran tan inexpugnables” (CAYLEY; ILLICH, 2019, p. 48). Durante los años 80 y 90, Illich, al contrario que su amigo Holt, se alejó explícitamente del debate en torno a las instituciones educativas (BRUNO-JOFRÉ; IGELMO ZALDÍVAR, 2012). En uno de los pocos textos en los que analizó de forma retrospectiva su desempeño como crítico reconocido de los sistemas escolares en los años setenta, señaló que “si bien mi crítica a la escolarización en ese libro puede haber ayudado a algunas personas a reflexionar sobre los efectos sociales no deseados de esta institución -y quizás buscar alternativas significativas a ella- ahora me doy cuenta de que, en gran medida, estaba ladrando al árbol equivocado” (ILLICH, 1995, p. vii).

Cuernavaca y el CIDOC en la biografía intelectual de John Holt

John Holt nació en 1923 en Nueva York. Tras participar como marine en la Segunda Guerra Mundial, comenzó ya en los años cincuenta su desempeño profesional como maestro en escuelas privadas de la costa Este de los Estados Unidos. Fruto de esta experiencia docente escribió su primer libro titulado El porqué del fracaso escolar (1964). El libro alcanzó un millón de ejemplares vendidos. Partiendo de un lenguaje claro en sus escritos y de un intento por entender las ideas propias de la infancia desde la perspectiva de los niños, Holt se ganó la atención de profesores y padres que observaban con desencanto el desempeño de los sistemas escolares en los Estados Unidos. Aunque las ideas de Holt experimentarían giros de gran calado con el tiempo, el modo de presentación de sus ideas quedo fijado ya en sus primeros trabajos. Como ha señalado Adam Dickerson:

La prosa simple y directa de Holt y su tendencia a evitar el enciclopedismo, la jerga técnica y la teoría abstracta, es una estrategia deliberada para volver a conectar a sus lectores con lo concreto, lo particular, lo ‘cotidiano’ y, por lo tanto, ayudar a revitalizar su propio poder, capacidad y autoestima. Escribió para una audiencia de ‘personas comunes’, no para teóricos de la educación y su objetivo fue recordar a esa audiencia su propia capacidad para actuar con valentía e imaginación. Como pensador profundamente pragmático, Holt quería que sus palabras ayudaran a las personas a promover el cambio social mediante sus propios actos aquí y ahora. (DICKERSON, 2016, p. 436).

Sus postulados en torno a la educación contenían una conceptualización optimista de las capacidades de los sujetos inmersos en un proceso de enseñanza-aprendizaje. Al mismo tiempo, reivindicaba que el mejor entorno de aprendizaje era el que no demandaba la intervención constante de los adultos. La principal referencia de Holt era A. S. Neill, quien era director de la escuela de Summerhill y a quien llegó a conocer personalmente en 1965 (MEIGHAN, 2007 p. 5). En una carta enviada a Neill escrita el 30 de septiembre, Holt mostraba su admiración a la obra del educador británico y en concreto a la reciente publicación que el ideólogo de Summerhill había lanzado en 1968: “He estado leyendo Talking of Summerhill. Es maravilloso, mucho mejor. De hecho, estoy recomendando a mis estudiantes en Harvard que lo pidan desde Inglaterra” (SHEFFER, 2008, p. 39).

La primera escuela en la que Holt ejerció como profesor fue la Rocky Mountain School, cerca de Aspen, Colorado. Era una escuela que acababa de fundarse y buscaba poner en práctica un modelo de autogestión alimentario. Holt fue voluntario en ese centro durante unos meses hasta que ocupó la plaza durante cuatro años, entre 1953 y 1957, de uno de los maestros (MEIGHAN, 2013, p. 4). Entonces comenzó a escribir cartas a sus amigos donde iba exponiendo de forma sistemática sus observaciones e ideas sobre la enseñanza y el aprendizaje. Después de cuatro años en la escuela de Aspen, Holt se trasladó a Boston. Un amigo le ofreció su apartamento durante el año. Holt quedó encantado de la ciudad, hasta el punto de que terminaría fijando su residencia en Boston para el resto de su vida. En poco tiempo, además, consiguió que una escuela de Boston le contratara. Si bien, en su primer año trabajando como profesor en esta escuela sus ideas educativas entraron en conflicto con la dirección del centro y tuvo que abandonar su plaza como profesor en este centro.

Tras acumular varias malas experiencias en diferentes escuelas privadas de Boston, Holt consiguió publicar en 1964 su primer libro titulado How Children Fail. Su exitoso primer libro está escrito a modo de bitácora de un maestro. En este trabajo lo que intentó trasmitir fue el cambio que él mismo fue interiorizando entre 1958 y 1961 en el modo de percibir la vida en el aula. Lo que resultó clave para que su nombre comenzara a ser conocido en círculos clave de la educación en Estados Unidos. Dos años después sería el gran público quien tomaría nota de su segundo libro titulado How Children Learn, trabajo del que llegarían a venderse cerca de un millón de copias en Estados Unidos (MEIGHAN, 2007, p. 4). 1968 fue el último año que Holt trabajó en escuelas libres, fue entonces cuando “dejó la enseñanza para dar clases en la Harvard Graduate School of Education y en la Universidad de California en Berkeley, aún creyendo que las escuelas podían transformarse” (GAITHER, 2010, p. 447).

Es interesante observar cómo el pensamiento de Holt evolucionó y pasó de apostar por la reforma de la estructura escolar, latente en su participación en el movimiento de las escuelas libres, a adoptar una postura de carácter más radical que lo llevó a un acercamiento directo a las prácticas del homeschooling. Su descontento, consecuencia de sus experiencias reformistas, fue resultado la relación que inició en 1970 con el grupo de pensadores instalado en el CIDOC de Cuernavaca. Es conocido que en los años setenta mantuvo correspondencia con Illich, quien le invitó a participar en los seminarios pedagógicos que se desarrollaron en el centro de México. Patrick Farenga sostiene que:

Fue La sociedad desescolarizada (1971) de Iván Illich la obra que más influyó en Holt. Después de la aparición de La sociedad desescolarizada, Holt estudió y mantuvo correspondencia con Illich durante mucho tiempo, y estuvo fuertemente influenciado por los análisis de Illich, particularmente por sus análisis de que la escuela sirve para una amplia función social para la mayoría de estudiantes por el firme mantenimiento del status quo de la sociedad de clases. Además, la escuela proyectaba una idea de la educación como un servicio que vender, y no tanto como un proceso vital que podía ayudar, y esto, de acuerdo con Illich, crea un producto que no es distribuido equitativamente, que es utilizado para juzgar a la gente injustamente, y -basado en las ausencias de credenciales escolares- impide a la gente asumir roles para los que de otra forma estarían cualificados. (FARENGA, 1999).

Holt quedó impactado tras su primera participación en los seminarios del CIDOC. Todo indica que la figura intelectual de Illich le causó un gran impacto. En la carta escrita días después de su primer viaje a Cuernavaca, el 27 de febrero de 1970, y dirigida a estudiantes de la Boston University, Holt hacía alusión a lo que consideraba una aportación fundamental de Illich en su estudio de las instituciones educativas: “Una de las cosas de las que Illich habló en México (…) era del grado en el que nuestra imaginación ha sido capturada no solo por las escuelas, sino en mayor medida por las instituciones y la idea de las instituciones” (SHEFFER, 1990, p. 61). Por su parte, el modo en que Illich percibía a Holt, quedó de manifiesto en las entrevistas que el propio Illich concedió años después al periodista canadiense David Cayley: “Era un tipo monomaniaco maravilloso, alguien al que ocasionalmente vas a ver solo para tocarle, ¡Para tener la certeza de que existe! Y allí estaba con su sujetapapeles en su camisa, fortaleciendo sus dedos para tocar el violoncello que aprendió a tocar cuando tenía cerca de cuarenta años” (CAYLEY, 1992, p. 208-209).

La participación de Holt en el seminario Alternatives in education organizado en Cuernavaca por Reimer fue destacada. Fruto de esta labor fueron publicados por el CIDOC en 1972 cuatro textos suyos: “A setter advocating school resistance” (1972), “Sumerhill and beyond” (1972), “A Comentary about: The Magnitude of the American Educational Establishment, 1960-1970” (1972) y “Reformulations: a letter written after two weeks in Cuernavaca” (1972). En estos textos publicados quedaron reflejadas muchas de las dudas de quienes en la actualidad optan por la educación en casa en todo el mundo, ya que Holt, en su propuesta intelectual, no resolvió el dilema basado en dilucidar hasta dónde las escuelas podían servir para el aprendizaje y hasta qué punto era viable rechazar la estructura escolar teniendo en cuenta que ésta poseía unas sólidas raíces para la estructuración de la vida en sociedad.

Especialmente relevante es la carta que Holt envió el 17 de septiembre de 1970 a su amigo Iván Illich que fue publicada en la colección CIDOC Documenta. Alternatives in Education. July 1970-June 1971. Vol. 1 (1970b: 260/1-260/2). La carta empezaba haciendo referencia a un nuevo seminario que se iba a organizar en el CIDOC en febrero de 1971 en el que Holt iba a participar: “Querido Iván: aquí te envió algunas de las cosas que me gustaría trabajar en mi curso de este invierno. Te enviaré más adelante otra carta con un título específico para el curso y una descripción más detallada del mismo” (HOLT, 1970b, p. 1). Y más adelante Holt comentaba que su participación iba a tomar como referencia las ideas que estaba trabajando para un nuevo libro:

El libro que estoy planteando es una tentativa de trabajo que se titulará Sumerhill and Beyond o quizá Beyond Summerhill, o posiblemente Freedom and Beyond. […] Lo que tengo en mente es un libro sobre los obstáculos, las consecuencias y los problemas inherentes en la libertad y la educación. […] También quisiera plantear la posibilidad de crear espacios donde hubiera maestros sin escuelas, haciendo algo bastante parecido a lo que hacen actualmente los profesores de música, organizando clases particulares con estudiantes o grupos de estudiantes. Para eso sería necesario tener maestros independientes ubicados en despachos de la misma forma que lo están hoy abogados, médicos o contables. (Ibíd.).

Cuernavaca y más concretamente el CIDOC fueron testigos del encuentro de dos intelectuales que exploraron los márgenes posibles para la crítica de las instituciones educativas en el inicio de los años setenta. Aunque Illich y Holt, poseían trayectorias diferentes, el primero había desarrollado buena parte de su vida intelectual como sacerdote católico en Europa y Estados Unidos y el segundo acumulaba una importante experiencia tanto en movimientos pacifistas como en la docencia en escuelas libres, sus ideas críticas con las instituciones educativas llegaron a converger en alto grado. En palabras de Kirsten Olson: “Dentro del panteón de escritores importantes de la educación radical de los años sesenta y principios de los setenta, John Holt e Ivan Illich fueron quizás los más importantes debido a la claridad, la audacia y la profundidad de su visión de una cultura humana más ideal, una sociedad humana autosuficiente, valiente y convivencial en equilibrio con el ecosistema físico y espiritual más amplio” (OLSON, 2013, p. xvi).

La influencia de las ideas de Illich y el CIDOC en la obra de John Holt

Es posible analizar el proceso de radicalización de Holt tras su paso por el CIDOC y su encuentro personal con Illich. En los años posteriores a su viaje a Cuernavaca Holt experimentó un giro dentro de su concepción educativa que se plasmó en sus escritos. El caso más evidente, como ya se ha señalado, fue el libro publicado en 1972 y titulado Freedom and Beyond. En las primeras páginas Holt hizo una interesante exposición del giro que había experimentado su pensamiento: “[…] ya no opino que ninguna suma imaginable de reformas escolares pueda ser suficiente para proporcionar una buena educación a todo el mundo o, por lo menos, a todos los niños. La gente, o los niños, reciben mayor educación de la sociedad circundante que del proceso escolar” (HOLT, 1976, p. 3-4). Una tesis sobre la que giraría también sus más conocidos libros publicados en los años setenta, es el caso de Escape from Childhood (1974), Instead of Education (1976) y Never Too Late (1979). En palabras de Adam Dickerson “para cuando Holt publicó Instead of Education (1976) ya había abandonado la idea de que el ‘mejor aprendizaje’ puede logarse de cualquier modo dentro del contexto de la educación obligatoria. Las estrategias que propone en este trabajo cambian a lo que podría denominarse, con un guiño al pensamiento anarquista, ‘soluciones de ayuda mutua’” (DIKERSON, 2019, p. 80).

Para la crítica frontal a la escolarización obligatoria que va a desarrollar Holt en los años setenta y ochenta es clave el libro Deschooling Society escrito por Illich en 1971. El trabajo de Illich ponía énfasis en que “el que todos tengan iguales oportunidades de educarse es una meta deseable y factible, pero identificar con ellos la escolaridad obligatoria es confundir la salvación con la Iglesia. La escuela ha llegado a ser la religión del proletariado modernizado, y hace promesas huecas a los pobres de la era tecnológica. (Illich, 2006, p. 200). La idea era que la escolarización podía ser analizada como uno de los rituales más contradictorios y contraproducentes en el mundo moderno industrializado. El propio Illich, muchos años después, en el texto que es considerado su testamento intelectual, aclaró que llegó a articular su crítica a las instituciones escolares a partir de examinar a la escolarización “como un ritual porque solo así se hacía evidente que el principal efecto de estas instituciones era hacer creer a la gente en la necesidad y en la bondad de lo que se suponía que iban a lograr” (CAYLEY; ILLICH, 2019, p. 195).

Una promesa hueca que presentaba la forma de ritual y que desde la perspectiva de Holt podía y debía ser confrontada. Para tal fin, según expuso en Instead of Education (1976) era necesario dejar claro que la “educación, con su sistema de apoyo a la escolarización competitiva y obligatoria, con todas sus zanahorias y palitos, sus cursos, diplomas y calificaciones, ahora me parece quizás, la más autoritaria y peligrosa de todas las invenciones de la humanidad” (HOLT, 1976, p. 4). En este punto la influencia de Everett Reimer y su libro School is Dead, que fue discutido en el CIDOC, parece evidente. Baste recordar que para Reimer “Toda teoría de la escolarización se basa en el supuesto de que al aplicar métodos de la producción al aprendizaje lo que se obtiene es aprendizaje. Lo que en realidad se obtiene es aprender a producir y a consumir mientras nada fundamental cambia” (Reimer, 1976, p. 70). De ahí que un movimiento organizado que pudiera resultar de su crítica no debía partir de “mejorar la ‘educación’ sino de eliminarla, para terminar con el negocio feo y antihumano de formar a las personas y permitir a las personas que se formen a sí mismas” (HOLT, 1976, p. 4). El hecho de la influencia de Reimer en los trabajos de Holt se confirma en una interesante carta que Holt envió a Riemer el 28 de agosto de 1970 haciendo alusión a un primer borrador que acababa de leer del libro que posteriormente llevaría por título School is Dead: “Disfruté mucho de tu ‘An essay on Alternatives in Education’. Hay todo tipo de cosas en él que quiero citar, y si tuviera que especificar todas las cosas que considero interesantes e importantes, necesitaría tanto espacio como el libro completo” (SHEFFER, 2008, p. 71).

La estancia en Cuernavaca había convencido a Holt de que era el momento de ir más allá de la reforma escolar, ya que la propia estructura institucional tenía que dejar de ser vista como un medio, para ser estudiada como un obstáculo para un aprendizaje libre. Holt presentó una anécdota, en su libro Libertad y algo más ¿hacia la desescolarización de la sociedad?, que refleja el grado en que su concepción de la escuela había dado un vuelco significativo:

Un amigo muy querido que enseñaba en Harvard me invitó a cenar, como lo hacía a menudo, con varios jóvenes africanos que en aquella época estudiaban en Boston y Cambridge. Yo era entonces maestro de quinto grado y ya había comenzado a escribir criticando a las escuelas y a la enseñanza impartida en ellas. Durante la velada -no recuerdo qué nos llevó al tema-, uno de los africanos me hizo una pregunta sorprendente: “Si pudiera llevar un mensaje sobre educación a mi país, ¿cuál cree usted que debería ser?” Lo miré sorprendido. Todo mi pensamiento se había centrado en qué hacer dentro de las cuatro paredes de un aula; nunca había pensado en la educación para toda una nación y, mucho menos, para una nación africana sobre la que nada sabía. Le contesté que no tenía una respuesta. Y pasamos a hablar de muchas otras cosas. Pero su pregunta debió de haberme dejado pensando porque, varias horas después, mientras acompañamos a nuestros huéspedes hacia el lugar donde se alojaban, algo me vino a la mente. “¿Recuerda la pregunta que me hizo antes, acerca del mensaje sobre educación? Tal vez tenga una respuesta.” “¿Cuál es?”, preguntó. “Mi mensaje para sus compatriotas -respondí- es que no es necesario disponer de edificios escolares para tener escuelas y no hace falta poseer escuelas para lograr educación.” Tenía una débil visión de gente hablando y aprendiendo bajo techos de hojas de palmera y bajo árboles, en cualquier parte, en todas partes. Me agradeció el mensaje. Si lo llevó a su patria, nadie le prestó mucha atención. (HOLT, 1976, p. 134).

Tras su paso por el CIDOC, Holt llegó a señalar sin tapujos que pensaba en una sociedad sin escuelas ni instituciones que administraran la educación, en la que el aprendizaje no estuviera separado del resto de la vida1. En este sentido, de nuevo, “Holt se hizo eco de la distinción hecha por Illich cuando diferencia entre las instituciones coercitivas basadas en la obligatoriedad y las convivenciales basadas en la elección” (MEIGHAN, 2007, p. 120). Además, uno de los argumentos sobre los que sostenía su acercamiento a las teorías de la desescolarización fue la cuestión de la injusticia social que promocionaban las escuelas. Y esto era también una novedad para la crítica pedagógica norteamericana, ya que este autor, junto con Illich, detectó que los recursos económicos dedicados a la instrucción pública beneficiaban a los niños de clase acomodada que eran los que más tiempo podían permanecer en las escuelas. Para Holt estaba claro que las instituciones escolares jugaban un papel clave en la reproducción social: “La escuela y la escolaridad, por su propia naturaleza, propósitos, estructura y manera de trabajar son y se proponen ser para los alumnos pobres un obstáculo que no está destinado a elevarlos sino a mantenerlos en el fondo y hacerles creer que la culpa es de ellos” (Ibíd.: 143).

En Cuernavaca Holt encontró nuevos referentes sobre los que sostener su crítica a la escuela. En este sentido el contacto con pedagogos como Paulo Freire, le convenció de que para cuestiones como el aprendizaje de la lectura o la escritura no era necesaria, o incluso más bien era un obstáculo, la estructura escolar. De ahí que el acercamiento a la experiencia de alfabetización desarrollada por Freire terminara por demostrar que la aplicación de nuevos métodos pedagógicos para el aprendizaje no sólo era posible, sino que también reducían notablemente el coste de la educación. Holt quedó gratamente sorprendido de que para esta propuesta pedagógica se partiera de una participación voluntaria donde nadie fuera obligado a asistir a las sesiones de trabajo y donde tampoco se entregaba ningún título ni diploma de asistencia, ni se encerraba a los educandos en una secuencia prescrita de aprendizaje determinada con anterioridad. Holt expresaría en un tono decido el impacto que supuso para su concepción de la educación el encuentro con la propuesta pedagógica de Paulo Freire: “La idea que inspiró toda su obra y la transformó en un éxito, es que para los pobres y carentes de poder la educación no puede llegar a ser efectiva a menos que a ellos les parezca que les ofrece una verdadera oportunidad de aumentar su poder para cambiar y mejorar sus condiciones generales de vida. La verdadera educación no apacigua; levanta. Despierta la conciencia, destruye mitos. […] La dictadura brasileña comprendió muy bien esto y obligó a Freire a abandonar el país. No deseaba que los pobres tuvieran poder y, por lo tanto, no los quería educados. La lección aquí, para nosotros es que, a menos que queramos dar poder a los pobres, no podemos educarlos. La educación como elemento pacificador ha fracaso siempre, está fracasando, y fracasará en el futuro” (Ibíd.: 181).

En los años setenta lo que Holt estaba reflejando era una desilusión notable por los escasos logros que había alcanzado la experiencia educativa de las escuelas libres. Incluso en un tono cercano a la desesperación, lanzó duras críticas contra la propia estructura escolar, que aunque fuera utilizada como excusa de una propuesta educativa tradicional, abierta o libre, delimitaba en esencia las posibilidades pedagógicas. Era necesario, por tanto, romper con estas estructuras escolares y comenzar un movimiento que abriera espacios de aprendizaje compartido donde no se encerrara a grupos humanos en función de su edad o condición social. Algo que ya Illich había expuesto con claridad en su libro La sociedad desescolarizada: “el movimiento pro escuela libre seduce a los educadores no convencionales, pero en definitiva lo hace en apoyo de la ideología convencional de la escolarización” (ILLLICH, 2006, p. 251).

El propio Holt, tras su paso por Cuernavaca, inició una experiencia innovadora en la escuela libre de Beacon Hill en Boston. A principios de los años setenta y con un presupuesto prácticamente nulo, intentó construir un espacio abierto de aprendizaje muy semejante a los proyectados por Illich en su libro La sociedad desescolarizada y en clara continuidad con el propio CIDOC. La intención era que en esta escuela, que en un primer momento abría sólo las noches, compartieran cursos y herramientas educativas tanto adultos como niños. Con esta iniciativa Holt quería paliar uno de los grandes obstáculos que se presentaba en las escuelas. Quería buscar, en suma, que los niños tuvieran la libertad para aprender con los adultos y entre ellos; puesto que entendía que era la única forma de que los niños aprendieran algo con seriedad.

Ya en 1977, Holt rompió definitivamente con el movimiento de las escuelas libres o los espacios de aprendizaje alternativos y se volcó con un nuevo proyecto que, en cierta forma, podía encajar dentro de la concepción radical de la educación que había desarrollado tras su paso por el CIDOC y tras su encuentro con Illich. Iniciaba entonces su participación en el proyecto de la revista Growing Without Schooling que se publicó inicialmente en la ciudad de Boston y que desde entonces ha sido considerada como el primer referente teórico de quienes se iniciaron, en aquellos años, en el homeschooling en los Estados Unidos. La publicación de este boletín era “un modo de apoyar a las familias que se encontraban dispersas por todo el país y que estaban dejando a sus hijos aprender fuera de la escuela” (SHEFFER, 2008, p. 233). Lo que Holt se estaba proponiendo con este proyecto era generar un espacio encaminado al cambio en la forma de concebir las instituciones educativas, que a su vez estaba ligado a un cambio social:

Al comenzar este boletín estamos poniendo en práctica una teoría sobre el cambio social, es decir, que el cambio social importante y duradero siempre llega lentamente y solo cuando las personas cambian sus vidas, no solo sus creencias políticas o partidos. Es un proceso que tiene lugar durante un período de tiempo. En un momento de la historia, con respecto a un cierto asunto, el 99% de la una sociedad piensa y actúa de una manera; el 1% piensa y actúa de un modo muy diferente. Algún tiempo después, esa minoría del 1% se convierte en 2%, luego en 5%, luego en 10, 20, 30, hasta que un día se convierte en una mayoría dominante y el cambio social ha tenido lugar. Algunos pueden preguntarse, “¿Cuándo tuvo lugar este cambio social?” o “¿Cuándo comenzó?” No hay respuesta a estas preguntas, excepto quizás para decir que cualquier cambio social comienza la primera vez que una persona piensa en él. (HOLT, 2016, p. 2).

Consideraciones finales

John Holt es un autor de referencia obligada para el estudio del movimiento de la educación en casa en perspectiva teórica e histórica. Sus ideas fueron la base de los primeros intentos por dar forma organizativa al número creciente de familias que optaban de forma decidida por la no escolarización de sus hijos ya en los años setenta en Estados Unidos. En función de los expuesto en este artículo, Holt se presenta como un autor cuyas ideas educativas tienen un gran calado en los últimos cincuenta años en el campo de la educación. De ahí la pertinencia de analizar con detalle el modo en que sus principales ideas fueron tomando forma a lo largo del tiempo y de las influencias que fueron decisivas en momentos específicos de tu biografía intelectual.

Este trabajo se ha centrado en analizar históricamente el encuentro de Holt con Illich en el CIDOC de Cuernavaca al inicio de los años setenta. Un tiempo que fue definido por el propio Holt como de gran trascendencia y que supuso un giro en la línea de crítica al desempeño de las instituciones educativas que había desarrollado hasta el momento. A partir de entonces, Holt, bajo la influencia de autores que también pasaron por el CIDOC como Everett Reimer y Paulo Freire, buscaría explorar la posibilidad de abrir nuevos espacios que desafiaran las relaciones de enseñanza y aprendizaje hegemónicas en el mundo occidental. Su empeño le llevó a indagar en una dimensión provocadora de la teoría del aprendizaje que dejara a un lado todo intento por desarrollar relaciones educativas de unas personas sobre otras. Lo que alcanzó a plantear al respecto quedó plasmado en una entrevista con un medio británico realizada en 1982 y recogida por Aaron Falbel años después:

En 1982, un periodista británico preguntó a John Holt que definiera la palabra “educación”. Él respondió: “No es una palabra que yo personalmente use… La palabra ‘educación’ es una palabra muy utilizada, y diferentes personas quieren decir cosas diferentes con ella. Pero en general, me parece que lo que la mayoría de las personas entiende por ‘educación’ tiene algunas ideas incorporadas o contiene ciertas suposiciones, y una de ellas es que aprender es una actividad que está separada del resto de la vida y se hace mejor cuando no estamos haciendo nada más (…). No hay una división en mi vida entre aprender, trabajar, jugar, etc. No tengo una palabra que pueda poner fácilmente en lugar de ‘educación’, a menos que sea ‘vivir’”. (FALBEL, 2008, p. 62-63).

En función del análisis planteado, es posible constatar que la participación de Holt en el CIDOC de Cuernavaca puede estudiarse como un acontecimiento que marca un giro en el desarrollo de sus ideas. Queda acreditado, en base a los textos que el propio Holt publicó en las series del CIDOC y a las cartas intercambiadas tanto con estudiantes del centro como con el propio Illich, que los viajes a México fueron claves para indagar en aspectos teóricos fundamentales que permitirían con el tiempo ahondar no sólo en el desempeño de las instituciones educativas sino también en el discurso dominante que las sostenía. Asimismo, el tiempo en Cuernavaca le permitió atisbar la compleja tarea que suponía en la segunda mitad del siglo XX la opción de criticar frontalmente las instituciones escolares, las cuales se habían situado para entonces en un lugar estratégico en el que depositar las esperanzas de solucionar en clave educacionalizadora los principales problemas políticos, sociales, culturas e incluso espirituales del momento.

Entrado el siglo XXI, dentro del movimiento de padres que no llevan a sus hijos a la escuela, está recobrando un espacio notable la línea del unschooling. Entre quienes lideras intelectualmente esta vertiente de la educación en casa pueden citarse los nombres de Carlo Ricci, Patrick Farenga, Milton Gaither, Kathleen Kesson, John Taylor Gatto, Matt Hern, entre otros. Todos ellos reivindican en sus publicaciones y conferencias el carácter fundaciones de las ideas de Holt. Estas nuevas voces críticas con las instituciones educativas siguen contribuyendo al ensanchamiento del imaginario pedagógico habiendo transcurrido cincuenta años desde que Holt realizara su primer viaje al CIDOC de Cuernavaca.

1John Holt, Ibíd.: 89.

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Recibido: 21 de Diciembre de 2019; Revisado: 09 de Marzo de 2020; Aprobado: 11 de Marzo de 2020; Publicado: 15 de Marzo de 2020

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