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Linhas Críticas

versión impresa ISSN 1516-4896versión On-line ISSN 1981-0431

Linhas Críticas vol.26  Brasília ene./dic 2020  Epub 28-Abr-2021

https://doi.org/10.26512/lc.v26.2020.36298 

Dossiê: Tempo de pausa ou de crise? Assumir a infância e a educação como prioridades

Niñez migrante y pandemia: la crisis desde Latinoamérica

Infância migrante e pandemia: a crise da América Latina

Childhood migration and pandemic: the Latin American crisis

1Doctora en Educación, Universidad de São Paulo (USP) (2017). Profesora Adjunta de la Facultad de Educación de la Universidad de Brasília (UnB) - Brasil. Investigadora del Equipo de Estudios y Pesquisas Sociología de la Infancia y Educación Infantil (GEPSI) en la FEUSP.

2Doctora en Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona (2011). Académica del Centro de Investigación en Educación (CIE) de la Universidad Bernardo O’Higgins, Chile.

3Doctora en Sociología, CUNY Graduate Center (2007). Profesora de la Facultad de Sociología de la Universidad de Albany, Estados Unidos.


Resumen

El artículo reflexiona sobre el impacto de la pandemia de COVID19 en la niñez migrante latinoamericana, desde la Sociología de la Infancia y un marco global de crisis. Mediante análisis documental, los resultados muestran que el confinamiento ha afectado negativamente la salud mental infantil, aunque también se pueden contagiar del virus; si bien, la mayoría de los países implementó programas de educación a distancia, las familias excluidas no disponen de condiciones materiales (como acceso a internet o computador), enfatizando las desigualdades sociales. Se concluye que la pandemia ha alterado la vida de la infancia migrante y se recomiendan mayores estudios científicos y políticas públicas.

Palabras clave Migración; Sociología de la infancia; Tiempos de crisis; Pandemia

Resumo

O artigo reflete sobre o impacto da pandemia de COVID19 na infância migrante latino-americana, a partir da Sociologia da Infância e um marco global de crise. Mediante análise documental, os resultados mostraram que o confinamento tem afetado negativamente a saúde mental infantil, apesar de também poderem se contagiar com o vírus; se nota que a maioria dos países implementou programas de educação a distância, mas as famílias excluídas não dispõem de condições materiais (como acesso à internet e ao computador), enfatizando as desigualdades sociais. Conclui-se que a pandemia alterou a vida da infância migrante e se recomenda maiores estudos científicos e políticas públicas.

Palavras-chave Palavras- chave: Migração; Sociologia da infância; Tempos de crise; Pandemia

Abstract

The article reflects upon the COVID19 pandemic’s impact on Latin American migrant children, through a Sociology of Childhood Perspective and in the global context of crisis. Drawing on a documentary analysis, the results showed that confinement has negatively affected children's mental health, although they can also become infected with the virus; it is noted that most countries have implemented distance education programs, but excluded families do not have material conditions (such as access to the internet and computers), heightening social inequalities. It is concluded that the pandemic has changed the lives of migrant children and further scientific studies and public policies are recommended.

Keywords Migration; Sociology of childhood; Times of crisis; Pandemic

Introducción

Este artículo tiene el objetivo de reflexionar sobre el impacto de la crisis sanitaria de la pandemia COVID19 y en la infancia migrante latinoamericana, tomando algunas contribuciones del campo teórico de la Sociología de la Infancia. La utilización del concepto COVID19 fue explicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la unión de las palabras "corona", "virus" y disease (enfermedad en inglés), mientras que 19 representa el año en que surgió (el brote se informó a la OMS el 31 de diciembre de 2019) y alude a la enfermedad producida por el Coronavirus. La pandemia ha devenido en un contexto mundial de crisis sanitaria y económica que ha afectado de modo particular a la niñez migrante, debido a la condición de vulnerabilidad que atraviesa la vida de las niñas y los niños en la sociedad contemporánea.

En este artículo definimos a la infancia como una categoría de análisis teórico con densidad propia, que permite identificarla como un fenómeno que está presente en la estructura social, por lo tanto, se desprende que la niñez está igualmente afectada por variables económicas, políticas, culturales y sociales en cada contexto (Gaitán, 2006; Qvortrup, 2010). Esta interpretación ayuda a comprender a la infancia migrante latinoamericana como una parte sustancial de los flujos migratorios contemporáneos, con las respectivas dificultades que enfrentan, debido a las singularidades de la región y porque las desigualdades sociales ligadas a la niñez migrante están siendo intensificadas por las condiciones de la pandemia. En esta crisis sanitaria, la niñez ha tenido poca atención de parte de las agencias públicas e incluso en el debate académico (Comisión Económica para América Latina y El Caribe [CEPAL] & Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia [UNICEF], 2020a). A pesar de que de acuerdo a UNICEF (2020a), el 99% de las niñas, los niños y adolescentes en todo el mundo están viviendo alguna forma de restricción.

El virus COVID19 o Coronavirus fue identificado por primera vez en diciembre de 2019 en Wuhan, China y debido a la globalización se expandió rápidamente a través de las fronteras. La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021a) reconoció que estamos frente a una de las peores pandemias de la historia contemporánea. Actualmente existen más de 134 millones de personas contagiadas en el mundo entero; solo en el continente americano se han registrado al menos 25.735.000 contagios documentados y 811.000 muertes (Reuters, 2021). Frente a la gravedad de la situación mundial se han tomado medidas como cuarentenas territoriales, confinamiento obligatorio y aislamiento social profundizando las desigualdades sociales y económicas pre-existentes y configurándose en un nuevo desafío para los gobiernos. Aunque, hasta la fecha, mundialmente menos de dos mil niñas y niños han muerto y solo se registran menores tasas de contagios infantiles (OMS, 2021b), la estructura social de su vida cotidiana ha cambiado drásticamente por esas medidas.

El virus llegó un poco más tarde a América Latina, pero prontamente se convirtió en el epicentro de la pandemia, especialmente en Brasil (con casi 13 millones de contagios), Colombia (casi 3 millones), Argentina y México, países que se caracterizan por ser altamente poblados (Johns Hopkins University, 2020). Como es de suponer, una enfermedad de este tipo ha evidenciado la fragilidad de los sistemas de salud de la región, caracterizados por la mercantilización y fragmentación (CEPAL & UNICEF, 2020a). Las decisiones políticas han sido improvisadas, tardías o erráticas y se han generado mayores niveles de exclusión y desprotección para las comunidades migrantes en cuanto a la salud, vivienda, alimentación e higiene, ocasionando que los niños y las niñas estén afrontando severas restricciones en el ejercicio de sus derechos. Por ejemplo, datos de UNICEF (2020b) apuntan a que han salido 4,3 millones de niños y niñas de Venezuela; mientras que 6,8 millones de niños y niñas migrantes de México y Centroamérica necesitarían asistencia humanitaria. Esta población viene sufriendo el aumento de las deportaciones, se estima que más 2.020 niños, niñas y adolescentes migrantes han sido devueltos desde Estados Unidos a México y Centroamérica. Por ejemplo, solo en marzo de 2021, 18.663 niños y niñas no acompañados fueron detenidos en la frontera de Estados Unidos y México, lo cual significa cinco veces más que hace un año atrás, en marzo de 2020 (Buchholz, 2021). A pesar de las condiciones excepcionales que ha traído la pandemia, niñez migrante sigue siendo una población necesitada y vulnerable o vulnerada en sus derechos.

Seguramente, en el actual contexto de crisis, la niñez migrante ha sufrido con el aumento de la pobreza en sus hogares; el desempleo o el no poder disfrutar de las prestaciones sociales públicas, debido a la falta de regularización administrativa. Además, se ha apreciado un aumento de denuncias por casos de violencia intrafamiliar y mayores dificultades de salud mental y algunas niñas y niños se han visto expuestos a ser contagiados por el virus COVID19 (Cruz Tolosa, 2020).

El propósito de este artículo es elaborar una reseña de la situación de la niñez migrante bajo las condiciones de la crisis global de la pandemia tomando en cuenta los aportes teóricos de la sociología de infancia, lo cual considera a los niños y las niñas como actores sociales y la niñez como clase social propia que merecen atención analítica. Se estructura de la siguiente manera: primero se enuncia el marco teórico para definir a la infancia e infancia migrante, a continuación, se expone la metodología del estudio, sigue la presentación y discusión de los resultados y se finaliza con algunas conclusiones y prospectivas de investigación.

Marco conceptual: Sociología de la infancia y niñez migrante

Lentamente la niñez se va posicionado en el centro de las ciencias sociales, pasando de la marginalidad científica y social a un verdadero interés por problematizar el adultocentrismo, patriarcado, colonialismo y racismo. Los debates teóricos abren caminos para provocan los cambios necesarios en la sociedad, superando las perspectivas que ya no son suficientes para comprender la complejidad, potencialidad y singularidad de la niñez de hoy en día.

La sociología de la infancia fue el campo científico que ha propuesto un nuevo paradigma (James & Prout, 1990), se puede decir que la infancia es comprendida en dos dimensiones: a) además de una etapa de la vida de cualquier persona, la infancia es una categoría generacional en la estructura social (Qvortrup, 2010, 2014); aunque sus miembros se renueven constantemente, la infancia no deja de existir, igualmente, la edad empieza a ser considerada una variable de análisis que debe ser estudiada junto a otras variables como la clase social, el sexo-género y la “raza”-etnia, entre otras; b) como una construcción histórica y social que corresponde a un estatus socialmente definido, y está igualmente afectada por los cambios económicos, políticos, culturales y geográficos. La infancia, por tanto, no es un fenómeno natural, sino relacionado con un contexto cultural particular, porque “las diferentes imágenes y representaciones del niño son el resultado de los diferentes mundos sociales y teóricos que habitamos” (Jenks, 2002, p. 214).

De esa manera, dado que se trata de una construcción social distinta en cada contexto geográfico, los límites entre infancia y juventud no son delimitadas de modo estricto en este campo científico. En concordancia con Qvortrup (2010, p. 635), la infancia “no tiene un comienzo y un fin temporal, y no puede ser comprendida de manera periódica”, lo que demanda una mirada de categoría estructural, que se ve impactada por las mismas situaciones que las personas adultas, aunque de manera particular y distinta. De hecho, en esta perspectiva teórica se analizan críticamente las diversas edades que están contenidas y a veces entran en contradicción entre la legislación, la escolarización, la entrada en la pubertad, el ingreso al mercado laboral o las fases de crecimiento en diferentes tradiciones culturales. Dicha heterogeneidad indica que la infancia no es una experiencia universal, ni tiene una duración fija, por lo tanto, el ser niño y niña va cambiando entre las sociedades, culturas y comunidades (Sarmento & Pinto, 1997). O sea, el contexto geográfico es sumamente importante de considerar y merece una especial atención analítica, ya que no se puede generalizar la situación de la infancia de un contexto específico y extrapolarla a otro, sin situarla.

Dado que es un fenómeno complejo, investigar a la infancia implica tomar distancia crítica del modelo impuesto desde el norte global: una infancia idealizada o higiénica, donde solo se debe jugar y estudiar, sin vislumbrar otros elementos que igualmente podrían influir en la vida infantil. Liebel (2016) sostiene que la niñez en el sur global se distancia de una comprensión universal, porque muchas veces los niños y las niñas latinoamericanas comparten prácticas sociales con el mundo adulto, tienen una inserción diferenciada en la escuela y desarrollan modos de juego propios desde sus culturas y trayectorias, a lo largo de la historia. Sin embargo, los patrones occidentales imponen determinadas formas de ser infantil, pero ignoran las especificidades de cada contexto geográfico, donde se pueden observar distintos mecanismos de participación y agencia infantil, situación que confronta a las perspectivas paternalistas o adultocéntricas.

Pensar a la infancia migrante latinoamericana desde los estudios sociales de la infancia implica reconocer que la gran mayoría de las investigaciones se han ocupado de su nivel de integración en las sociedades de destino, poniendo el foco en los llamados procesos de incorporación y/o adaptación, pero también se han analizado sus trayectorias educativas o, por ejemplo, las expectativas a largo plazo y el desarrollo de sus identidades. En menor medida se ha estudiado la experiencia de la migración desde el propio punto de vista infantil, tal como lo sugieren las teorías sociológicas recién planteadas. La mayoría de las discusiones académicas e incluso las políticas públicas siguen girando en torno a la niñez migrante como un objeto o apéndice de sus familias y al alero de las personas adultas o de sus entornos cercanos. Podríamos decir que predominan algunos sesgos que perpetúan la negación de su capacidad agencia y la asunción a priori de leerlos como sujetos vulnerabilizados.

No obstante, las niñas y los niños se han transformado en un nuevo actor de los fenómenos migratorios contemporáneos a escala global y dentro de la región latinoamericana. Lo que se denomina infancia migrante no es un grupo homogéneo, en esta categoría podríamos incluir a una diversidad de casos, como, por ejemplo, a quienes participan en migraciones familiares (la gran mayoría), o nacen en los países de destino, o viven una filiación transnacional, o participan en proyectos migratorios autónomos (no acompañados) o retornan a sus países de origen, entre otras (Pavez-Soto, 2017).

En nuestro caso, estudiamos a las niñas y los niños migrantes que vivieron procesos de movilidad, ya sea familiar o autónoma. Hasta ahora, los estudios migratorios no reconocían la capacidad de agencia de las niñas y los niños migrantes, la cual se manifiesta en la posibilidad de tomar decisiones o influir sobre las decisiones que se tomarán en el proyecto migratorio familiar, como por ejemplo respecto a instalarse en el lugar de destino o retornar y visitar el país de origen. El concepto de infancia migrante con capacidad de agencia permite interpretar la movilidad en base a una estructura de oportunidades o como el resultado de la intersección de relaciones de jerarquía o poder, las cuales pueden estar basadas en variables sociales como la clase, el sexo-género, la edad y la etnicidad o racialización en las que se inscriben sus trayectorias de vida, al igual que las personas adultas (White et al., 2011).

La movilidad de las niñas y los niños es interpretada habitualmente en oposición a las personas adultas. Partiendo de esta bifurcación, se da por hecho de que transitan en aptitud de dependientes, lo que entorpece enormemente la diferencia entre la migración voluntaria e involuntaria y la eventualidad de observar su capacidad de agencia, en el sentido de reflexionar que puedan tener argumentos legítimos para querer emigrar o no (Huijsmans, 2006), ya que estos procesos de toma de decisión significan una expresión de las relaciones generacionales de poder en las que participan, en tanto actores sociales (Colares, 2019). Desde los estudios sociales de la infancia resulta promisorio investigar la participación de las niñas y los niños migrantes en fenómenos sociales como la pandemia que tienen un alcance global.

Metodología

Este artículo se llevó a cabo a través de la metodología del análisis documental (Valles, 2003), para ello se realizó una búsqueda de datos en fuentes secundarias de información sobre el tema de la niñez migrante y la pandemia en la región latinoamericana y/o por país. Se realizó un proceso de codificación abierta, es decir, a medida que íbamos explorando las fuentes de información se fueron constituyendo los nudos temáticos. A modo de síntesis, los hallazgos se organizaron en los siguientes ejes:

· Territorio: datos de la región latinoamericana, por país o por la nacionalidad de las niñas y los niños migrantes.

· Institución: datos provenientes de organismos internacionales, tales como Organización de las Naciones Unidas (ONU), Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO); instituciones estatales, tales como ministerios, servicios de infancia etc. o de Organizaciones No Gubernamentales (ONG), de medios de comunicación o prensa nacional y en bases de datos indexadas de artículos científicos y académicos.

· Categoría de análisis: salud, salud mental y educación. Vale decir que en la búsqueda de información se encontraron datos de otras categorías, los cuales quedarán pendientes para futuros estudios y publicaciones. En virtud del principio de síntesis y para cumplir el objetivo de nuestro artículo, en este manuscrito solo se presentan tres.

Así, trabajamos con un cuadro de doble entrada que nos permitió sistematizar la información recogida. A continuación, se muestra un ejemplo:

Cuadro 1 Ejemplo de la organización dos datos para el análisis 

Fuente: las autoras.

Resultados

La mirada macro social permite estudiar a la infancia como una categoría generacional presente en la estructura social, de manera de comprender los factores sociales, políticos y económicos que impactan en la vida concreta de los niños y las niñas. Qvortrup (2005) señala que la sociología de la infancia fue el primer campo científico que empezó a estudiar a la niñez por derecho propio, por eso contabilizarla en los datos estadísticos trae visibilidad a la condición de la infancia y refleja los diversos contextos en que vive. En tiempos de pandemia es imperioso analizar las condiciones de vida de las niñas y los niños migrantes, porque pertenecen a un grupo generacional que históricamente ha sido invisibilizado en los estudios científicos, las políticas e intervenciones.

Un primer hallazgo de nuestro estudio se relaciona con el vacío de datos específicos sobre el impacto de la pandemia en la niñez migrante, desplazada o refugiada; si bien el tema es emergente, la mayoría de la información versa sobre la población infantil en general o sobre la población migrante adulta. Esto comprueba la necesidad de poner mayor foco en este grupo social. A continuación, se exponen los resultados encontrados en la búsqueda documental, ordenados de acuerdo a las categorías de análisis: salud, salud mental y educación.

Salud

Según la OMS (2021a), las niñas, los niños y adolescentes tienen las mismas probabilidades de infectarse de COVID19 que cualquier otro grupo de edad y también pueden propagar la enfermedad, aunque tendrían menos probabilidades de desarrollar una enfermedad grave, en comparación con los grupos mayores. Sin embargo, existe una pauta de información sobre cómo la infección está afectando a los niños y las niñas, es posible observar una carencia o cierta invisibilidad de datos infantiles en las estadísticas sobre esta pandemia. Existe la impresión de que la enfermedad afectaría en mayor medida a la población adulta, lo cual genera o ha limitado la detección del contagio en la población infantil o una falsa sensación de salvaguarda. De hecho, desde el inicio de la pandemia se han detectado varios casos del llamado Síndrome Inflamatorio Multisistémico (MIS-C) o Pediatric Inflamatory Multisistemic Syndrome (PIMS, por sus siglas en inglés), una inflamación multisistémica que se manifestaría de forma posterior a haber contraído el virus, es decir, sería una inflamación post-infecciosa. La alerta se dio en países de Europa y Estados Unidos, donde se comenzaron a ver casos de PIMS en niñas y niños de edad escolar, luego de cuatro a seis semanas pasado el peak de contagios. En América Latina también se han identificado casos, por ejemplo, en Chile (Clínica Alemana, 2021). Lo cierto es que sabemos mucho menos acerca de cómo la enfermedad afecta a la niñez, a pesar de la gravedad de la evidencia. Podríamos argüir una hipótesis o una pregunta retórica respecto a si las cifras de infecciones infantiles serían más bajas porque no han sido debidamente estudiadas, en comparación con la población adulta, ya que se tiene la impresión de que no es un grupo tan susceptible. ¿Podríamos señalar que existiría un sesgo adultocéntrico?

De acuerdo a la OMS (2021b), los ensayos clínicos de varias vacunas mostraron eficacia y seguridad en la población adulta. De hecho, en varios países latinoamericanos ya empezaron con la vacunación, tras la aprobación de parte de las autoridades reguladoras, por ejemplo, solo en marzo de 2021 llegaron 2.237.280 de dosis de vacunas a Latinoamérica (UNICEF, 2021a). Del mismo modo, comenzaron las pruebas de una vacuna infantil, sin embargo, los ensayos clínicos de los laboratorios AstraZeneca y Oxford fueron suspendidos (British Broadcasting Corporation [BBC], 2021; El Confidencial, 2021). En el caso del laboratorio Pfizer y BioNTech indicaron que su vacuna sería segura en adolescentes de 12 a 15 años, ya que en las pruebas participaron 2.260 jóvenes y los responsables añadieron que se produjo una robusta respuesta de anticuerpos. Asimismo, aseguraron que los efectos secundarios fueron similares a los registrados en población adulta, como dolor en la zona de aplicación, fiebre, fatiga y escalofrío, principalmente después de la segunda inyección (France 24, 2021). Con todo, aún no se ha aprobado el uso masivo de la vacuna infantil.

La falta de medidas de salud pública para prevenir el contagio entre los niños y las niñas sigue, a pesar de la amplia evidencia sobre su susceptibilidad, especialmente frente a las nuevas variantes. Por ejemplo, en Cuba, durante el primer semestre de 2020, la cantidad de pacientes de 15 a 24 años creció de 4,5% a 15% (Galiano Ramírez et al., 2021, p. 5). En Chile, se han notificado 111.649 casos de niñas, niños y adolescentes contagiados de COVID19 (con una tasa del año 2020: 1440,5/100.000 y del año 2021: 919/100.000), la mediana de edad fue de 11 años; el 10% correspondió a menores de 2 años; el 14,2% de 2 a 5 años; el 21,5% de 6 a 10 años; el 21,9% de 11 a 14 años y el 32,4%, de 15 a 18 años; el 50,9% (n=56.771) fueron mujeres. Los síntomas más frecuentes fueron cefalea 38,4% (n=42.887), fiebre 33,6% (n=37.531) y tos 33,4% (n=37.245). En cuanto a la gravedad, 2.279 casos requirieron hospitalización; 357 hospitalización UCI; 73 fueron conectados a ventilación mecánica invasiva y lamentablemente hubo 81 fallecimientos (letalidad de 0,07%) (Departamento de Estadísticas e Información e Información de Salud [DEIS], 2021).

Salud mental

El confinamiento desencadenó cambios en los estilos de vida familiar e infantil, lo cual impactó negativamente en la vida cotidiana de los niños y las niñas, porque vieron restringida su movilidad y disminuyeron los espacios de socialización con su grupo de pares y los momentos de juego. Wang et al. (2020) identificaron que la falta de actividades al aire libre ha causado frustración y aburrimiento infantil, unido al aumento del tiempo frente a las pantallas, una reducción del ejercicio físico, cambios en el sueño y dietas alimenticias menos saludables (Wang et al., 2020).

De acuerdo a UNICEF (2021b), en Latinoamérica el 59% de las niñas, los niños y adolescentes demostraron estar emocionalmente afectados por la pandemia, especialmente por las medidas de confinamiento y aislamiento.

En Cuba, el 25 % de las familias de bajos ingresos estaba sufriendo niveles altos de angustia, miedo y ansiedad; se ha registrado que 1 de cada 4 niñas y niños presentaba síntomas depresivos; la mayoría expresaron sueño alterado (60%); conducta rebelde y desafiante (43%); irritación, alteración y llantos frecuentes (41,8%); dificultad para concentrarse (27,5%), apetito exagerado (24,7%), miedos (20,3%), agresividad (18,3%), inapetencia (13,1 %) y pesadillas (10,4 %) (Galiano Ramírez et al., 2021).

En Argentina, se evidenció una afectación en el ánimo infantil, dada la pérdida de socialización, lo cual derivó en el aumento de la angustia expresada en ataques de pánico y gran frustración, además, las niñas y los niños extrañaban jugar con sus amistades en el centro escolar (García, 2020).

En Chile, una investigación (Equipo Proyecto Cuidemos a Nuestros Niños, 2020) registró algunos cambios en el comportamiento infantil, como por ejemplo que el 15% ha jugado menos que antes; 43% le cuesta quedarse dormida; 14% está más inquieta mientras duerme; 61% aumentó reactividad emocional; 43% está más desafiante/desobediente; 26% aumentó conductas agresivas; 13% tristeza y 10% tendría sarpullido. En otros estudios (Centro de Investigación Periodística [CIPER], 2021) también se observó un aumento en el nivel de demanda hacia el mundo adulto (73,4%); baja tolerancia a la frustración (38%); desgano, fatiga y falta de energía (20%); tristeza sin razón aparente (9%) y problemas de atención/concentración, en particular en niñas y niños de 6 a 11 años de edad. Una encuesta realizada a población migrante adulta en Chile reflejó que a causa de la pandemia el 90% reportaba angustia o preocupación; el 70%, tristeza o depresión; el 61% declaraba no sentirse preparado para enfrentar la pandemia y un tercio no sabría adónde ir en caso de requerir asistencia médica (Cabieses, 2020).

Educación

De acuerdo a UNICEF (2021b), más de 168 millones de niñas y niños en edad escolar de todo el mundo llevan casi un año en confinamiento. En América Latina el cierre de las escuelas duró siete meses en promedio, más alto que la media global de cinco meses (UNESCO, 2021a). En esta región, dos tercios de las escuelas han cerrado total o parcialmente; 91% de los niños y las niñas continuaron con acceso a la educación, pero de forma remota; 114 millones de estudiantes estuvieron ausentes de las aulas latinoamericanas, la mayor cifra registrada en el mundo (UNICEF, 2021c). Además, en este continente se debía abordar la diversidad lingüística y cultural de poblaciones migrantes y de comunidades indígenas en la educación a distancia (CEPAL & UNICEF, 2020b). Las cifras de CEPAL y UNICEF (2020c) señalan que 32 países suspendieron las clases presenciales y 29 mantuvieron una suspensión a nivel nacional, salvo en Nicaragua.

Según CEPAL y UNICEF (2020c) y UNESCO (2020a), en los países latinoamericanos se hicieron esfuerzos para garantizar el derecho a la educación durante la pandemia, por ejemplo, 29 de los 33 países establecieran modalidades a distancia; 26 países implementaron formas de aprendizaje por internet; 24 países dispusieron aprendizaje a distancia en modalidad fuera de línea; 22 países ofrecieron aprendizaje mixto (presencial y en línea por medios virtuales, televisión, radio y medios impresos); 4 países contaron con modalidades exclusivamente en línea y 2 con modalidades solo fuera de línea (CEPAL & UNICEF, 2020c; UNESCO, 2020a). Se registró que 23 países realizaban transmisiones de programas educativos en los medios de comunicación tradicionales, como radio o televisión (CEPAL & UNICEF, 2020c).

Según UNICEF (2020c), en América Latina el porcentaje de niños, niñas y jóvenes que no recibían ningún tipo de educación había crecido de 4% al 18% en el año 2020, lo que suponía el aumento del riesgo de deserción o expulsión escolar para cerca de tres millones. Otros datos apuntaban a que más de 160 millones de niños, niñas y adolescentes dejaron de asistir a clases en la región, debido a la pandemia (UNICEF, 2020c; CEPAL & UNICEF, 2020c). Globalmente, el 40% de los países más pobres no pudieron apoyar a las y los estudiantes en situación de riesgo durante la crisis (UNESCO, 2021b).

El continente latinoamericano sigue siendo muy desigual en términos de políticas digitales, lo que se hizo evidente con la crisis educativa derivada del COVID 19, especialmente en el acceso, uso, apropiación e integración de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICS) dentro del sistema educativo; el grupo de la niñez migrante sería uno de los más excluidos (UNESCO, 2020b). De hecho, en 8 países se tuvieron que entregar dispositivos tecnológicos a las y los estudiantes para lograr la educación a distancia (CEPAL & UNICEF, 2020c; UNESCO, 2020b).

En Cuba, se diseñó un plan de clases televisadas o tele clases en un horario determinado que contribuyó a mantener cierta rutina y fue evaluado positivamente por la población infantil, la cual demandaba contenidos profundos, amenos y atractivos, para lograr atención y motivación. Sin embargo, no todos los hogares contaban con recursos logísticos y materiales, debido a un desigual acceso (Jiménez Marata et al., 2021) y, además, se publicó el manual “Sugerencias metodológicas para el diagnóstico y actividades a desarrollar desde la escuela y por la familia” (UNESCO, 2020c).

En Argentina, un estudio constató que las y los adolescentes sentían presión por el rendimiento escolar en este nuevo contexto de confinamiento y creían que estaban aprendiendo poco y preferirían que suspendieran las modalidades de educación a distancia y dieran por perdido el año escolar (García, 2020).

En México, el sistema educativo se encontraba en crisis debido a que solo el 40% de los hogares tenía acceso a internet, reflejo de la desigualdad y exclusión estructural (Martínez Sierra, 2020).

En Paraguay, se implementaron clases de manera virtual, pero se agravó la “brecha digital”, afectando más a la población indígena y migrante; solo el 24,4% de estudiantes contaba con acceso a internet de banda ancha y 24, 6% disponía de notebook, la mayor parte tenía acceso mediante el celular. El nuevo rol de acompañamiento de madres y padres en las clases virtuales generó tensión entre las familias y la escuela. Un 87% de estudiantes dijo sentirse afectado en lo educativo, 85% en lo emocional y 84% en lo psicológico (Sanabria Moudelle & Velázquez Romero, 2020).

En Ecuador, también se implementaron clases virtuales, pero se evidenció una falta de recursos como el acceso a internet de calidad en el área rural, unido a la carencia de computadores, la mayoría se conectaba por medio del teléfono de sus madres y padres; para la gran mayoría fue difícil adaptarse a esta forma de enseñanza y deseaba regresar a las clases presenciales porque extrañaban la socialización (Toscano Palma, 2021).

En Colombia, se implementó la educación remota, lo que fue un desafío para el profesorado, porque debió capacitarse e innovar en sus estrategias pedagógicas, los aprendizajes fueron menores, ya que las sesiones fueron más cortas o irregulares, debido a la mala calidad de la conexión a internet (González Segura et al., 2020).

Discusión

De acuerdo con la Organización Internacional de Migración (OIM) (Bhabha, 2020), las estadísticas revelan que los niños y las niñas migrantes sufren una doble precariedad por ser migrantes y desplazados, y se encuentran entre las poblaciones más vulnerables del mundo. Además, los albergues y centros de acogida migrantes se han deteriorado o son escasos o no posen la estructura para ofrecer servicios de protección, prueba y tratamiento del virus.

La OIM (2021) destaca que la población migrante sería la más difícil de alcanzar para recibir las vacunas, principalmente quienes viven en situación irregular. Por eso, diversos organismos internacionales promueven planes especiales de vacunación para la población refugiada, desplazada y migrante, debido a que está expuesta a altos riesgos sanitarios. Sabido es que los países latinoamericanos poseen sistemas de salud y de asistencia gubernamental precarios, lo cual agrava los altos índices de exclusión social, de modo particular, las comunidades migrantes presentan carencias en salud, vivienda, alimentación e higiene, ocasionando que los niños y las niñas estén afrontando severas restricciones en el ejercicio de sus derechos. Con la llegada del COVID19 el escenario se puso más complejo, debido a la necesidad de aislamiento y el cierre de las escuelas, por lo tanto, se recurrió a las tecnologías para las clases en línea. Sin embargo, esto dependía de las condiciones materiales como un buen acceso a internet y el apoyo de una persona adulta para la realización de las actividades en casa, por lo tanto, podemos discutir la pertinencia de la educación a distancia en un contexto de alta precariedad y exclusión de las familias más pobres.

Las clases en línea para las niñas y los niños (incluso en el nivel preescolar o bajo los seis años) han generado altas tasas de estrés infantil y familiar (UNESCO, 2020a). Además, varias profesoras y profesores no tenían experiencia en la educación a distancia, por lo tanto, tuvieron que capacitarse y adaptarse rápidamente a la nueva situación, sin embargo, se han generado algunas dificultades en el aprendizaje y en la interacción entre estudiantes, familias y cuerpo docente. Si para las y los estudiantes nativos la situación estaba siendo difícil, resultaba aún más desafiante para la niñez migrante.

El confinamiento también ha desplazado el trabajo de acompañamiento escolar que se desarrollaba en el aula; hoy en día, las madres, los padres y las personas adultas de las familias migrantes debían llevar a cabo dicha labor, al tiempo que procuraban la subsistencia del grupo familiar, que debido a la pandemia se había visto afectada. Además, la desigualdad de sexo-género en la educación debiera considerarse en los países latinoamericanos, porque se había constatado que las niñas podrían ser las más afectadas en no volver a las clases presenciales, una vez que se retorne a la escuela, ya sea por las responsabilidades domésticas, el cuidado infantil, los embarazos precoces o por ser víctimas de violencia física, psicológica o sexual (UNICEF, 2020c).

Conclusión

En esta época de pandemia y las respectivas medidas de confinamiento obligatorio han desencadenado en la región latinoamericana que la niñez en general y la migrante en particular se vea afectada por el aumento de la pobreza, incluso de la pobreza extrema. Además, el desempleo o el temor de perder el trabajo han generado tensión en las familias. Por su parte, las niñas y los niños se han vuelto más dependientes de las personas adultas y el aislamiento ha afectado sus vínculos de amistad y la socialización con el grupo de pares, situación que ha generado vulnerabilidad frente a la violencia y dificultades en su salud mental.

La preocupación de la salud y vulnerabilidad de los niños y las niñas emerge como una cuestión central en tiempos de pandemia, pero es necesario avanzar en investigaciones que pongan el foco analítico en la niñez migrante en tiempos de crisis, son niños y niñas que llegan desde diversas regiones, con edades distintas, con variadas características físicas y culturales y de este modo se configura una pluralidad de infancias. La complejidad del fenómeno migratorio necesita de diálogos interdisciplinarios, para darle mayor visibilidad científica y social a las cuestiones que enfrenta la niñez en movimiento. La sociología de la infancia pone en discusión el estatus de los niños y las niñas como sujetos de derechos, en una época de alta vulneración o con pocas posibilidades de ser garantizados. La infancia, además de ser una fase vital, es un fenómeno sociológico que se ve igualmente afectada por los hechos sociales y globales, tal como ha quedado demostrado en esta pandemia. La vida cotidiana de los niños y las niñas – al igual que las personas adultas – se ha visto afectada por la crisis sanitaria mundial, se ha modificado la cultura y las relaciones sociales.

Considerar a las niñas y los niños como sujetos de derechos y actores sociales es el resultado de una construcción científica y social que viene siendo desarrollada por el campo de la sociología de la infancia. Como hemos podido ver, esta concepción demanda tensionar la histórica invisibilidad de la niñez, especialmente de aquella que se encuentra en situación de migración y exclusión. La marginalización teórica desencadena en exclusiones sociales y políticas que impiden el pleno ejercicio de los derechos. La visibilidad de los niños y las niñas como sujetos sociales aún sigue siendo un desafío, especialmente cuando se trata de la niñez migrante, y especialmente durante los momentos de crisis, como ahora, debido a la pandemia global. Los datos aquí presentados grafican las situaciones estructurales que rodean a la niñez migrante en Latinoamérica y nos ofrecen indicadores de las dificultades cotidianas y los desafíos políticos en un contexto de crisis. La pandemia ha interferido en las dinámicas macro y micro sociales, ha modificado las relaciones entre las personas, ha cambiado el cotidiano y ha alterado los cuerpos, instaurando lógicas que amplificaron ciertas desigualdades. Pensar en los niños y las niñas migrantes y la pandemia significa reflexionar sobre el rostro más humano de esta era.

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Recibido: 31 de Enero de 2021; Aprobado: 27 de Abril de 2021

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