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Cadernos de História da Educação

versión On-line ISSN 1982-7806

Cad. Hist. Educ. vol.22  Uberlândia  2023  Epub 07-Ago-2023

https://doi.org/10.14393/che-v22-2023-153 

Dossiê 1 - História da formação e do trabalho de professoras e professores de escolas rurais (1940-1970)

La formación de estudiantes normalistas de Chihuahua y su participación en los movimientos agrarios de Chihuahua, México, durante la década de 1960

A formação de alunos da escola normal de Chihuahua e sua participação nos movimentos agrários de Chihuahua, México, durante a década de 1960

Arianna Vega Hernández1 
http://orcid.org/0000-0002-3455-7398

Jesús Adolfo Trujillo Holguín2 
http://orcid.org/0000-0002-6738-1878

1Universidad Autónoma de Chihuahua (México). arianna.vega91@gmail.com

2Universidad Autónoma de Chihuahua (México). jatrujillo@uach.mx


Resumen

La década de 1960 fue un periodo de agitaciones a nivel mundial. En México -y particularmente en el estado norteño de Chihuahua- los estudiantes y profesores tomaron parte en la lucha por el reparto agrario. En este trabajo se da cuenta de la formación de estudiantes normalistas y su participación en los movimientos sociales del momento, centrando la atención en las repercusiones ideológicas de la educación socialista del periodo cardenista (1934-1940) en pensamiento radical y en la actitud combativa que tomaron ante las problemáticas del sector obrero y campesino. Para estructurar el artículo se recurre a documentos primarios, fuentes hemerográficas y bibliografía secundaria relacionada con el tema. Entre las conclusiones preliminares tenemos que el origen social de los estudiantes y la formación que recibieron en las escuelas Normales fue determinante en sus aspiraciones de cambio para la población más necesitada.

Palabras clave: Historia de la educación; Formación de maestros; Historia del normalismo

Resumo

A década de 1960 foi um período de turbulência mundial. No México - e particularmente no estado de Chihuahua, no Norte - estudantes e professores participaram da luta pela distribuição de terras. Neste trabalho, é dada a formação dos alunos normalistas e sua participação nos movimentos sociais do momento, enfocando as repercussões ideológicas da educação socialista do período cardenista (1934-1940) no pensamento radical e na atitude combativa que eles tomaram diante dos problemas do setor operário e camponês. Para estruturar o artigo, são utilizados documentos primários, fontes hemerográficas e bibliografia secundária relacionadas ao assunto. Entre as conclusões preliminares temos que a origem social dos alunos e a formação que receberam nas escolas normais foi decisiva nas suas aspirações de mudança para a população mais carenciada.

Palavras-chave: História da educação; Formação de professores; História do normalismo

Abstract

The 1960s was a period of worldwide upheaval. In Mexico - and particularly in the northern state of Chihuahua - students and teachers took part in the struggle for land distribution. This paper describes the formation of normalista students and their participation in the social movements of the time, focusing on ideological consequences of the socialist education of the Cardenista period (1934-1940) in radical thought and in the combative attitude that they took before the problems of the worker and peasant sector. To structure the article, key documents, hemerographic sources and secondary bibliographies related to the subject are used. Among the preliminary investigations we concluded that the social origin of the students and the training they received in the Normal schools was decisive in their aspirations for change for the most needy population.

Keywords: History of education; Teacher training; History of normalism

Introducción

La principal conquista del sistema educativo mexicano durante el siglo XX fue la definición de un sistema educativo de carácter nacionalista y popular que fue capaz de extenderse hacia todos los rincones del país. Durante la década de 1920 el gobierno buscó la manera de cubrir la deuda con las generaciones posrevolucionarias que esperaban mejores oportunidades de desarrollo, luego de que el país superara el movimiento armado que se extendió a lo largo de una década. En 1917 se expidió una nueva Constitución Política que reafirmaba el carácter gratuito y laico de la educación y sentaba las bases para un país más justo.

A partir de 1921 comenzaban a configurarse proyectos para una nueva etapa de desarrollo, donde la educación ocuparía un papel central. La fundación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en octubre de ese mismo año, y la gran cruzada educativa que desarrolla el primer secretario, José Vasconcelos, fueron parte de la materialización de las aspiraciones sociales del momento.

Aún y cuando sistema de educación Normal no fue un logro que deba adjudicarse a la Revolución mexicana de 1910, lo cierto es que su expansión hacia las zonas rurales ocurrió a partir de la década de 1920. Las escuelas Normales urbanas comenzaron a fundarse durante la segunda mitad del siglo XIX en las principales ciudades del país, como fruto de la influencia francesa y de la corriente positivista instaurada durante el régimen del presidente Porfirio Díaz. El 1 de diciembre de 1886 se inauguró la Escuela Normal de Xalapa, en 1887 la Escuela Normal de Profesores de la Ciudad de México y posteriormente surgieron planteles de este tipo en la mayor parte de las capitales de los estados de la República (Oaxaca, Colima, Jalisco, Guanajuato, entre otros) (Loyo y Straples, 2011; Arteaga y Camargo, 2009; Trujillo, 2005; Velasco, 1988). A pesar del establecimiento de estas bases para el mejoramiento del sistema educativo, lo cierto es que su crecimiento no avanzó con la misma rapidez que la población necesitaba para hacer frente a las problemáticas educativas del momento.

En las primeras décadas del siglo XX los altos índices de analfabetismo y la falta de escuelas eran situaciones que se acentuaban sobre todo en la población rural e indígena, donde se concentraba la mayor parte de la población. En este contexto es donde surge la Escuela Rural Mexicana, como un proyecto destinado a cumplir un añejo anhelo de justicia para las clases populares, que luego tuvo su refuerzo con el establecimiento de las escuelas Normales rurales. Estas instituciones iniciaron como Centrales Agrícolas, luego como Escuelas Regionales Campesinas y finalmente como Escuelas Normales Rurales (Aguayo, 2002), pero en esencia se trataba de planteles destinadas a atender las problemáticas de la población obrera y campesina. Los profesores egresados debían ser impulsores de la reforma agraria, de la defensa de los derechos laborales y -en suma- promotores del mejoramiento social y espiritual de la población. Esta encomienda cobró mayor fuerza durante la década de 1930, cuando entra en vigor la reforma constitucional de 1934, con la cual la educación adquirió la orientación socialista, durante el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) (Trujillo, 2015a y 2015b; Quintanilla y Vaughan, 1997).

Aunque el proyecto de la educación socialista fue efímero, pues en la década de 1940 se adoptó un nuevo enfoque con la Escuela de la Unidad Nacional, lo cierto es que la penetración ideológica del periodo cardenista caló hondo en las generaciones posteriores pues -al menos para el caso de Chihuahua- durante la convulsiva década de 1960 se reavivaron los deseos de cambio social, a través del resurgimiento de las ideas socialistas, la proliferación de agrupaciones políticas de influencia comunista y las acciones radicales que buscaban acabar con las estructuras de poder político y económico imperantes. Se trató de una generación de maestros y líderes sociales que habían sido formados por ideólogos socialistas tan solo dos décadas antes.

La formación de estudiantes de la Escuela Normal del Estado y de las Normales del Carmen1 y Salaices -enfocada al cambio social- contrastó con la situación de afianzamiento de una naciente élite económica y otros problemas que se agravaron desde finales de la década de 1950: caída en el reparto agrario, crisis del campo, migraciones masivas a las zonas urbanas, entre otros. Grupos económicos resultaban favorecidos por las políticas locales y nacionales de apoyo a la ganadería a gran escala y la explotación forestal (Aboites, 1994), situación que fue más evidente en la región noroeste del estado de Chihuahua y generó un clima de inconformidad en el que maestros y estudiantes normalistas tomaron partido.

En este artículo se revisa la influencia que tuvo la educación socialista (1934-1940) en la formación de estudiantes de la Escuela Normal del Estado y de las dos Normales que funcionaban en la exhacienda del Carmen y en Salaices. Se revisa cómo la formación ideológica de izquierda repercutió en la vocación social del magisterio chihuahuense y el papel que un grupo de estudiantes, maestros rurales y campesinos tuvieron en la lucha agraria de la región serrana, particularmente en el levantamiento armado conocido como Madera 1965.

Para la elaboración del trabajo se recurrió principalmente a la hemerografía disponible en el periódico El Heraldo de Chihuahua, así como a las fuentes primarias del Archivo Histórico del Ayuntamiento de Chihuahua y a bibliografía secundaria referente al tema del normalismo y la historiografía regional de Chihuahua. El propósito central es contribuir en la discusión sobre las aportaciones del magisterio en las transformaciones sociales recientes y revalorar el papel que las escuelas Normales tienen para el sistema educativo, pues en los últimos años han surgido nuevas voces que insisten en la necesidad de transformarlas -e incluso desaparecerlas si se trata de las rurales- con argumentos que no necesariamente toman en cuenta su importancia para la movilidad y cambio social.

La producción académica en torno a esta temática debe seguir enriqueciendo el debate para que las políticas públicas en México generen condiciones más idóneas para que el Sistema de Educación Normal se le reconozca su identidad propia y no se les sigan aplicando las mismas reglas que a las instituciones universitarias autónomas, con un marco legal en el que la carrera de maestro sigue siendo una profesión de Estado. De otra manera se seguirán manteniendo al margen de los avances en los indicadores para la educación superior y socialmente se refuerza el discurso que las califica de forma denostativa cuando luchan por sus derechos (“semilleros de rebeldes”, “escuelas revoltosas”, “Normales politizadas”, entre otros)2.

Una revisión necesaria a los estudios sobre educación Normal

Las escuelas Normales en el plano latinoamericano fueron creadas para atender la formación de docentes debidamente preparados, en contextos donde era reducido su número y escaza la formación pedagógica con que contaban. Al momento de su aparición, en la segunda mitad del siglo XIX, estas instituciones asumieron los prejuicios sociales del momento en cuanto a la diferenciación de escuelas por género y también por currículo, pues no era de interés social que las mujeres y hombres tuviesen igual formación y cursasen las mismas materias (Ballín, 2017).

Los estudios revisados para este trabajo (Rátiva, 2016; Román, 2011; Galván, 2001; Trujillo, 2005; Pérez, 2001; Alvarado, 2001; Armas, 2001; García, 1996; Chablé, 1996; García, 1993; entre otros) permiten corroborar la existencia de las escuelas normales latinoamericanas desde el siglo XIX en algunos países de la región (México, Argentina y Colombia). Estas se establecen para asumir la formación de maestros y de esta forma aminorar el problema educativo heredado desde la época colonial. Su identidad fue cambiando con el paso del tiempo y -en el caso de México- se complementaron con las funciones asumidas por las Escuelas Normales Rurales, cuyos antecedentes datan de la década de 1920. Su estudio se ha orientado hacia la comprensión de procesos que dan cuenta de la dinámica de crecimiento y fortalecimiento, indicadores, características de sus estudiantes, funciones de docentes y directivos, evolución histórica, conflictos internos, entre otros.

La primera escuela Normal rural se creó en 1922, en el pueblo de Tacámbaro, Michoacán y su propósito fue atender directamente a la población rural. Estudiantes, profesores y directivos eran guiados por una vocación educativa revolucionaria y con el compromiso de que el futuro maestro ayudase en la evolución y desarrollo de la comunidad donde ejerciera su labor (Pinto, 2015). Las principales características de estas Normales fueron su particularidad de internado, la capacitación en los problemas económico-sociales y alumnos de condición humilde; elementos que fueron comunes a lo largo del país.

Al llegar a la década de 1930, particularmente al periodo cardenista, el posicionamiento ideológico de estos centros de enseñanza se fortaleció y se hizo visible. Junto con la propuesta de los planes de estudio para la formación de maestros rurales y las actividades agrícola industriales que estos exigían a partir de la creación de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), en 1935, los estudiantes asumieron como propia la tarea de formarse ideológicamente (Ortiz y Medina, 2017).

Durante esa etapa, las escuelas Normales rurales intentaban conformar una organización estudiantil que las agrupara. Los estudiantes tuvieron la influencia de la política progresista del presidente Cárdenas, en el sentido de llevar adelante los postulados de la Revolución mexicana. Seguían los preceptos de que los obreros, campesinos y las masas populares prosperan en agrupamiento de sus fuerzas. La FECSM constituyó el organismo que agruparía a todas las escuelas de este tipo en el país.

En este contexto, se incorporaron varios factores desde los cuales se fue saciando la formación ideológica propia de la época en el estudiantado campesino. La formación política de los estudiantes era autogestionada y se hacía hereditaria de generación en generación, precepto que se mantiene hasta la actualidad. En ese periodo de profunda efervescencia ideológica, las Normales rurales continuaron respondiendo al aspecto socialista de la educación, muy a pesar de que se reavivaron los fanatismos religiosos que surgieron durante la llamada Guerra Cristera de 1926-1929 (Yankelevich, 1997).

De acuerdo con su concepción y organización como escuelas-internado, las Normales rurales incorporaron los principios y propósitos de la educación socialista y adoptaron formas peculiares dentro de su vida interna, que implicó una rigurosa disciplina en el estudio y el trabajo de sus estudiantes. Lograron construir formas de organización colectiva para asumir las tareas a realizar cotidianamente para el funcionamiento de su escuela (Navarro, 2015).

La efervescencia ideológica revolucionaria continuó en las escuelas Normales rurales, muy a pesar del quiebre del proyecto cardenista en 1940. Para finales de la década de 1950 y primeros años de la de 1960, las ideas socialistas eran muy fuertes en estas instituciones, por lo que la historia del normalismo rural mexicano puede asociarse a las acciones de lucha y protesta en contra del gobierno. Para ese periodo la mayoría de los estudiantes seguían siendo de origen campesino y humilde. Las becas y los internados fueron medios de escape y sobrevivencia para los hijos de ejidatarios, mineros y otros sectores de pocos recursos que no hubiesen podido pagar sus estudios en otras instituciones como las universidades. Familias enteras se formaban y crecían en las Normales rurales, generación tras generación.

Desde la etapa de la educación socialista se habían creado células comunistas en muchas Normales, por lo que -en la década de 1960- guiados por maestros, simpatizantes del Partido Comunista Mexicano (PCM) y defensores de la democracia sindical, los estudiantes normalistas apoyaron el movimiento magisterial. Respaldaron además el movimiento estudiantil de 1968, que culminó con el asesinato masivo de jóvenes, encarcelamiento y cierre de 15 normales rurales a lo largo del país. Constituye este acontecimiento un golpe a los movimientos estudiantiles normalistas, a su libertad de expresión y en contra de su accionar político.

El surgimiento del normalismo rural hizo posible el derecho y acceso a la educación para los más pobres, entre ellos los jóvenes de comunidades indígenas y campesinas. Como internados públicos y gratuitos, muchas mujeres y hombres de bajos recursos económicos cambiaron sus expectativas de vida. Los planteles se desarrollaron bajo un modelo formativo en el que se combinaron el estudio con el trabajo de sus estudiantes, quienes se unieron y apoyaron las demandas y luchas sociales. Los estudios revisados sugieren que los egresados de las escuelas normales se distinguieron por el compromiso social, por una arraigada conciencia política y una consistente tradición organizativa. El caso chihuahuense no se aleja de estas características.

Las escuelas Normales en el estado de Chihuahua

El surgimiento de las escuelas Normales en el estado de Chihuahua tuvo dos procesos distintos. El primero corresponde con la aparición de la primera institución de este tipo en la capital del estado, de influencia positivista, urbana y fraguada en el ocaso del régimen porfirista de principios del siglo XX; mientras que el segundo proceso corresponde al surgimiento de las dos escuelas Normales rurales del periodo posrevolucionario: Escuela Normal del Carmen, que inicia en el municipio de Buenaventura en 1931, y la Escuela Normal “Abraham González de Salaices, fundada al sur del estado, el 12 de enero 1927 (Aguayo, 2002).

La Escuela Normal del Estado fue resultado de las intenciones y esfuerzos de muchas administraciones gubernamentales que habían planteado proyectos a lo largo del siglo XIX, pero que se lograron cristalizar hasta el 2 de enero de 1906, durante la gubernatura de Don Enrique C. Creel. Al respecto, Trujillo (2015) menciona que:

Con una nueva institución para la formación de maestros, se inauguró un periodo en el que comenzaron a tener sentido las políticas educativas públicas y se marcaría otro rumbo en el que el estado se anticipaba a las tendencias nacionales en la definición de un sistema educativo armónico y homogéneo, que a nivel nacional se empezó a construir hasta 1921, cuando nació la Secretaría de Educación Pública (Trujillo, 2015, p. 60).

La Normal del Estado, a pesar de su origen porfirista, tuvo la misma característica que las Normales rurales fundadas con posterioridad, pues el alumnado provenía principalmente de las clases menos favorecidas económicamente, quienes podían aventurarse a cursar la carrera de maestros gracias al apoyo de las becas de gobierno. Debido a ello, su creación y evolución tuvo gran apoyo popular. En los años 30 la ideología socialista permeó en el normalismo urbano chihuahuense, como lo explica Trujillo (2015):

La contribución realizada por la Escuela Normal en el periodo de 1934 a 1936 fue de receptora, intérprete y difusora del ideal socialista, y su influencia no solamente abarcó a los estudiantes que concurrían a sus aulas, sino que se extendió entre las organizaciones obreras y campesinas, en las comunidades y en las grandes ciudades en las que se desarrolló el programa ideológico, a través del programa radiofónico, de las Brigadas Socialistas y de los eventos culturales. A partir de 1937 la lucha sería por consolidar una identidad propia, en virtud del periodo de independencia que se estaba inaugurando (p. 198).

La identidad que la Normal del Estado adquirió en esa época tendría una influencia decisiva en la formación de las futuras generaciones de maestros. Sus egresados engrosaron las filas en los movimientos por el reparto de tierras en los ejidos y en el levantamiento armado de Madera, en 1965, donde participaron incluso jóvenes que aún estaban matriculados como alumnos de la institución (Santos, 1968).

En cuanto a las Normales rurales, tenemos que el estado de Chihuahua no estuvo ajeno al movimiento educacional que se gestó durante las décadas de 1920 y 1930 a nivel nacional. Las características fueron similares a las del resto del país y tanto la Normal Rural de Salaices (para varones), como la Normal Rural del Carmen, se integraron principalmente por hijos de campesinos pobres, ejidatarios, peones, pequeños propietarios, artesanos, obreros y maestros rurales. Estas características prevalecieron a lo largo de su desarrollo histórico, como lo expresa el análisis a una convocatoria de ingreso, publicada en1962 en El Heraldo de Chihuahua:

En las normales rurales, el origen social era un requisito oficial para concursar. De acuerdo con la convocatoria de 1962, los interesados debían presentar tres constancias: una de “buena conducta, expedida por el director de la Escuela de donde proceda”, otra de “buena conducta expedida por las autoridades del lugar de procedencia” y otra “de procedencia campesina o radicación en el medio rural (García, 2015, p. 45).

Corroborando esta información, en entrevista al maestro Ramón Gutiérrez Medrano, egresado de la Normal Rural de Salaices, confirma que era un requisito ser hijo de campesinos y debían presentar un examen de admisión, aspectos que otorgaban los puntajes más altos. Las principales diferencias entre la Normal del Estado y las Normales rurales no estaban en el plan de estudio, sino en la organización y disciplina que necesitaban las últimas para sobrevivir, de allí que el sistema fuera tan homogéneo en todo el país:

Tuvimos que rápidamente adaptarnos a la nueva familia, porque ya nuestros padres habían sido sustituidos por nuestros maestros y nuestras maestras. Nuestras madres por las cocineras y las lavanderas. Había un código binario muy estricto, que, si usted hasta la fecha me dice a las 11:00, yo estoy 5 minutos antes, nunca después, es una norma de vida, porque allá era muy exactos los tiempos: las 24 horas, una tardanza era la pérdida de medio punto (R. Gutiérrez, comunicación personal, 4 de marzo de 2020).

La disciplina era fundamental en escuelas donde las edades de sus estudiantes oscilaban entre la niñez, la pubertad y la adolescencia. Tanto en la Normal de Saucillo como en la de Salaices, el internado constituyó una escuela de convivencia y de adaptación social.

La organización de las escuelas Normales rurales estaba signada por el Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos y por los representantes del COPI. Este último, en los años cincuenta, se encargaba de los debates políticos y la formación ideológica, (García, 2015). Igualmente enseñaba a los nuevos alumnos las características de las escuelas Normales rurales, las que había en el país y sus principios fundamentales. El COPI “organizaba los círculos de lectura de marxismo y recibía invitaciones para participar en mítines y manifestaciones públicas de otras Normales u otros sectores de la población” (García, 2015, p. 58).

El COPI eran puros alumnos. Era un comité muy importante ¿para qué sería? Ideologizar, o mejor, orientar políticamente. Desde que uno llegaba en primero de secundaria, a los poquitos días se convocaba a primer año, que éramos más chiquitos, después de cena, los jueves, a una reunión con el COPI. Nos reuníamos con nuestros compañeros de grupos superiores y nos daban una plática. Ahí empezaban diciendo que era la FECSM, qué era la FECH, la Federación de Estudiantes Chihuahuenses, cuáles eran las Normales, en dónde estaban. Así eran las reuniones cada jueves, por lo menos los primeros seis meses del COPI con los primeros alumnos (R. Gutiérrez, comunicación personal, 4 de marzo de 2020).

La cotidianidad de las Normales rurales era el estudio, el trabajo en el campo y la preparación política e ideológica. Estos aspectos contribuyeron en la formación de líderes sociales que reforzaron el movimiento estudiantil y social del estado.

Según García (2015), hubo dos factores fundamentales que permitieron que las dos Normales rurales de Chihuahua se mantuvieran apegadas a la educación socialista de los años treinta. Uno de ellos fue el vínculo entre sus estudiantes, donde los varones de Salaices visitaban a sus compañeras de Saucillo para conversar y mantenerlas al tanto del posicionamiento ideológico. Por otra parte, está la influencia de maestros formados en los años de la educación socialistas, quienes fueron los mentores de nuevas generaciones de maestros rurales. El profesor Ramón Gutiérrez corrobora que los jóvenes salaicinos, con la justificación de crear actividades recreativas, visitaban a las señoritas de la Normal de Saucillo y mantenían un vínculo de información sobre temas sociales (R. Gutiérrez, comunicación personal, 4 de marzo de 2020).

Otro elemento que distinguió a los estudiantes de las escuelas Normales rurales fue el ateísmo. Aunque de la casa traían una formación católica, en la escuela, además de carecer de iglesia cercana, se les enseñaba una filosofía con las leyes de la dialéctica y desmitificaba todo el sistema de creencias. “Y la verdad que todos salimos así, casi casi ateos” (R. Gutiérrez, comunicación personal, 4 de marzo de 2020). El mayor golpe fue a la hora de integrarse a la colectividad, pues fueron formados para una sociedad que no existía en México, sobre todo en ese tiempo, en una década de caciques y gran influencia de la Iglesia Católica.

El sistema de las escuelas Normales rurales fue tan homogéneo que el gobierno seguramente recapacitó sobre lo que había creado y las consecuencias de la formación que los nuevos maestros recibían, pues así lo sugiere la decisión de clausurar muchas de ellas, como la de Salaices. En el año 1969, el presidente Gustavo Díaz Ordaz debía sofocar el movimiento estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional, antes del inicio de los Juegos Olímpicos en los que México era la sede. Así inicia la matanza de Tlatelolco y la clausura de las escuelas que apoyaron el movimiento, entre ellas algunas Normales rurales.

Pues sí, nos cerraron Salaices. Resistimos ahí en Jiménez, tuvimos el apoyo de los ferrocarrileros, que es un gremio muy fuerte de izquierda. Ellos nos dieron alimentación, hospedaje, una semana duramos en Jiménez intentando que no cerrarán la escuela. Todos los días en la plaza para que no nos la cerraran. Pero ya era un decreto entonces, era el decreto de cerrar 14 normales y quedaron viva 15 normales (R. Gutiérrez, comunicación personal, 4 de marzo de 2020).

Las escuelas Normales de Chihuahua no solamente aportaron maestros para atender las necesidades del sistema educativo. Formaron hombres y mujeres con una vasta preparación académica, política y social. Sus egresados fueron protagonistas de las agitaciones del momento y por ello fueron víctima de represión, persecución y clausura de sus escuelas.

Influencia de la educación socialista en el normalismo de Chihuahua

La educación socialista se instauró formalmente en México mediante la primera reforma al artículo 3º de la Constitución Política de 1917 y “lejos de conciliar posiciones ideológicas, abrió una mayor radicalización hacia los grupos religiosos, principalmente católicos” (Trujillo, 2015b, p. 80). En los años previos a la reforma, permearon diferentes enfoques filosóficos e ideológicos que se tejieron alrededor de los conceptos de liberalismo, laicismo, racionalismo, socialismo, etc., que no era sencillo conciliar en un mismo proyecto educativo de carácter nacional, por lo cual la reforma socialista no implicó necesariamente una etapa de consensos. El nuevo texto constitucional establecía que:

La educación que imparta el Estado será socialista, y además de excluir toda doctrina religiosa combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social (Poder Ejecutivo Federal, 1934, p. 849).

El hecho de que el nuevo planteamiento educativo no precisara exactamente lo que debía entenderse por el término “socialista”, provocó que hubiera desorientación e interpretaciones diversas (Loyo, 2011). Sin embargo, al interior de las escuelas Normales permeó la idea de que se trataba de una educación orientada hacia la reivindicación de las masas populares, atención a los males de la sociedad (fanatismos religiosos, alcoholismo, analfabetismo, falta de higiene) y eventual colectivización de los medios de producción. En sus discursos públicos, el presidente Cárdenas se encargó de reforzar esta idea.

Aunque la etapa socialista (1934-1940) se caracterizó por el enfrentamiento ideológico e -incluso- por la radicalización de acciones de oposición en algunos estados, donde los grupos religiosos boicotearon la asistencia de los niños a la escuela (Montes de Oca, 2008; Rockwell, 1997; Camacho, 1991, Yankelevich, 1985), lo cierto es que bastaron unos cuantos años para que circulara la literatura socialista y se formara una orientación más o menos uniforme en torno a lo que debía ser el socialismo en la educación, con un enfoque permeado por el Marxismo y la política de la Unión de Soviética.3

A pesar del quiebre de la educación socialista, a partir del cambio de gobierno federal en 1940, la promoción de ideas socialistas continuó y, no solo se mantuvo hasta las décadas de 1950 y 1960, sino que se intensificó con las problemáticas sociales que se presentaron en ese periodo y con la influencia de acontecimiento a nivel internacional. Así ocurrió en las Normales rurales, donde las ideas socialistas estaban presentes en los salones, pasillos y reuniones internas, incluso en la bibliografía que estudiaban:

Contábamos con la Sociedad de Alumnos Corazón y Acero, presidida por un comité ejecutivo que se renovaba cada año. Pertenecíamos a la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) y enviábamos delegados a sus congresos cada vez que se nos convocaba. También participábamos, junto con la normal del estado y la de Saucillo, en la Federación de Estudiantes Chihuahuenses (FECH) (Gutiérrez, 2014, p. 44).

Las escuelas Normales rurales mantenían una posición ideológica combativa y de apoyo a las causas populares, lo cual se hizo más evidente a partir del triunfo de la Revolución Cubana -en 1959- y la declaración de su carácter socialista. Autores como Reyes (2008), López de la Torre (2013) y Vega-Hernández (2020), demuestran en sus estudios que este acontecimiento externo a México, influyó en la ideología a seguir por los normalistas, en la exaltación de sus líderes (Ernesto Che Guevara y Fidel Castro Ruz) e incluso en las estrategias de lucha, como fue el caso del asalto al Cuartel de Madera, en septiembre de 1965.

La influencia de la Revolución Cubana en los movimientos sociales en México, específicamente de Chihuahua, es entendida como ideológica, asumida e indirecta, ya que no se encontraron evidencias de trato directo entre los dos países o con grupo específicos para llevar a cabo los alzamientos o manifestaciones. Este elemento no desacredita la importancia de esta contienda para la formación política de los jóvenes y maestros mexicanos que estudiaron, a través de la obra de El Che, la escucha de Radio Habana, la prensa cubana y los textos socialistas, el ideal de la nación como paradigma para los movimientos sociales mexicanos. Para 1961, los normalistas participaron en el mitin Abril del 61 por la invasión a Cuba, acto que unió más al estudiantado y al campesinado con la Revolución Cubana.

Sin embargo, no todos los habitantes de Chihuahua veían con agrado el auge del pensamiento socialista y la simpatía del sector estudiantil y magisterial hacia las causas populares. Los grupos conservadores aprovecharon la prensa como medio para desacreditar líderes o para minimizar sus demandas. El periódico El Heraldo, durante el año1965, dio seguimiento a un conflicto ocasionado por la falta de plazas para los egresados de la Normal del Estado. Dicha situación, unida a los problemas sociales, atizó los conflictos entre estudiantes y gobierno. Algunas notas de prensa expresaban:

el problema de los maestros egresados de la Escuela Normal del Estado, avanza día a día a una solución satisfactoria, tanto para los nuevos guías magisteriales como para el Gobierno del Estado. De 188 solicitudes de plazas hechas inicialmente al Departamento de educación, 48 han sido cubiertas por los nuevos maestros. Esto quiere decir que solo 140 continúan sin ser destinados a lugar, a una plaza para utilizar sus servicios como guías de la niñez chihuahuense (El Heraldo, 1965 p. 5).

Siguiendo su carácter de derecha y conservador, los reportajes de El Heraldo intentaban disfrazar la situación existente para los maestros y estudiantes de las escuelas Normales e incluso se pretende culpar a los docentes por haber escogido la profesión. La situación llevó al paro de los estudiantes y maestros en solidaridad con los egresados. La juventud chihuahuense, principalmente la integrada en las escuelas Normales, mostraba su oposición al gobierno y apoyaban los demás movimientos sociales, sobre todo obreros y campesinos.

El paso de la influencia ideológica a las protestas e insurrección armada

Luego de que las escuelas Normales consolidaran una larga tradición en la formación ideológica del magisterio chihuahuense, la siguiente etapa fue de participación directa en los movimientos sociales, que se evidenció en tres momentos fundamentales: la caravana de la justicia, las huelgas y paros de maestros, y la guerrilla e intento de toma al Cuartel Militar de Madera.

Algunos maestros y normalistas habían participado en un movimiento campesino que demandaba la desarticulación y reparto de grandes propiedades ganaderas, forestales y de riego. Este movimiento inició con una caravana (Caravana de la justicia) de solicitantes de tierra que arrancó en Ciudad Madera y fue recibida por normalistas y estudiantes en la capital del estado, en noviembre de 1960 (García, 2015, p. 26).

La caravana de la justicia surge a raíz de la visita del presidente Adolfo López Mateo a Chihuahua y su principal objetivo era pedir el reparto del latifundio de Bosques de Chihuahua y exigir justicia por el asesinato de los líderes campesinos y del profesor Francisco Luján Adame en la región noroeste del estado. “Esta caravana fue la aceleración de la solidaridad de los normalistas con el movimiento campesino chihuahuense de 1960 a 1965” (García, 2015, p.38). La exigencia de justicia para sectores tan vulnerables como el campesinado y el magisterio provocó la unión, en adelante indisoluble, entre estos sectores para las luchas sociales en el estado:

Los estudiantes chihuahuenses hicieron grandes movilizaciones en apoyo a 600 campesinos de la sierra que habían llegado a pie en caravana en son de protesta. El 20 de noviembre después del desfile oficial en que se rinde culto a las autoridades, se efectuó, bajo una lluvia pertinaz y helada, un segundo desfile de campesinos y estudiantes en que se desenmascaró a las autoridades y se les exhibió como fieles defensoras del capital, del latifundio y de los asesinos (Gámiz, 1965).

El apoyo de los normalistas fue mayormente en la promoción de la caravana, entregando víveres y alimentos, y -de manera general- brindando apoyo al movimiento campesino. A partir de este momento la cohesión entre estos dos sectores fue evidente y se intensificó a lo largo de la década, incluso en las invasiones para fundar nuevos núcleos de población.

El segundo momento del movimiento estudiantil y magisterial fue en el espacio de la lucha por el mejoramiento de las condiciones salariales y laborales. A mediados de la década de los sesenta se desarrollaron los conflictos más representativos entre este sector y el gobierno. En enero de 1965 el escenario parecía esperanzador y, según la prensa local, la preparación de maestros normalistas estaba garantizada con el funcionamiento de las escuelas Normales y con el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, que funciona activamente.

Círculos magisteriales, consideran importante el incremento tanto de escuelas como de maestros capacitados para la atención de la población escolar que se calculó en 270 mil niños para los que se considera necesario formar alrededor de 1296 maestros para los años de 1965 al 70 (El Heraldo, 1965, p. 4).

Los maestros dirigidos por la Sección XL del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, se lanzaron a huelga ante la falta de soluciones aceptables a los problemas que planteaban. Con la unidad que ya se había forjado en movimientos anteriores, hubo gran respaldo de parte de campesinos, obreros, ferrocarrileros y población en general, aunque la prensa se ocupó de desacreditar las demandas (ver figura 1). Los maestros fueron secundados además por las escuelas superiores y particulares que iniciaron paros escalonados.

Fuente: El Heraldo de Chihuahua, 19 de enero de 1965, p. 1.

Figura 1 Nota en primera plana sobre la huelga magisterial. 

En los días siguientes, el gobernador del estado, General Práxedes Giner Durán, publica un comunicado en los periódicos El Heraldo de Chihuahua y Norte de Chihuahua, dirigido a la opinión pública. En la nota explica que la huelga se trata de un movimiento promovido por “elementos perfectamente identificados, dentro de la Escuela Normal, y que tiende a convertirse en un grave problema de orden público” (Giner, 1965, p. 1). El comunicado busca desvalorar las peticiones de los maestros y egresados, generar una opinión negativa de los actos entre la población y justificar la incapacidad del gobierno para otorgar plazas a los maestros normalistas egresados. Directamente les comunica:

Hacemos un cordial llamado a los estudiantes y maestros de la Escuela Normal para que, lamentablemente conscientes de la grave responsabilidad que tienen ante la sociedad, en su doble calidad de ciudadanos y mentores, rechacen las prédicas interesadas de quienes, buscando la satisfacción de sus propios intereses, los utilizan como instrumento de su labor disolvente y antipatriótica y actúen en todo momento con la mesura y la seriedad que deben distinguir a los buenos maestros (p. 1).

Los huelguistas y el gobierno no llegaron a un acuerdo inmediato y el movimiento magisterial continuó su lucha. El periódico El Heraldo, con todo y sus simpatías y apoyo hacia el gobierno, reconoció la magnitud de las protestas que se estaban realizando y que habían logrado concentrar a maestros, estudiantes y simpatizantes de diversos sectores (ver figura 2). La violencia y los actos represivos aparecen, como lo relata el periódico Norte del 23 de octubre de 1965:

El cuerpo de granaderos (de la policía municipal) disolvió ayer en la mañana, ordenada manifestación de los estudiantes de la ENE, en señal de respaldo a sus compañeros que carecen de empleo. En la gráfica inicial, los estudiantes portaban un ataúd, simulando la muerte de la educación. Le siguen señoritas en señal de duelo. Enseguida un estudiante y un jovencito, huyen de los efectos del gas en la calle Aldama (p.1).

Las medidas represivas del gobierno del estado no se limitaron a sofocar los movimientos de huelga, sino que implicaron otras medidas en contra de instituciones como la Escuela Normal del Estado, que marcaron una etapa de distanciamiento, no solo con la institución, sino con el magisterio chihuahuense. Trujillo (2005) señala que entre las medidas más radicales destacan el cierre de la Normal Nocturna y de los internados para estudiantes. “La administración pública estatal, encabezada por Giner, tuvo la idea que los maestros y la propia Escuela Normal eran un centro en el que se promovía la agitación de los estudiantes” (p. 97).

Fuente: Norte de Chihuahua, 23 de octubre de 1965, p. 1.

Figura 2 Apoyo estudiantil a la huelga magisterial y disolución violenta por parte de las autoridades. 

Sumados el movimiento agrario con los conflictos magisteriales, vemos que no se trató de hechos aislados. “Los maestros, los ferrocarrileros, los médicos, los estudiantes normalistas y los campesinos van señalando, con sus hechos, la cerrazón y el autoritarismo del gobierno a los problemas sociales más sensibles y a los grupos más representativos de la sociedad” (Ornelas, 2010, p. 1). Tampoco fue aislado entonces, el asalto al Cuartel de Madera y la indirecta implicación de los estudiantes normalistas, hecho que aparece como el tercer elemento de influencia ideológica en el sector estudiantil normalista y magisterial y que fue el punto cumbre de las agitaciones sociales de la década de los sesenta.

Ornelas (2010) explica que existieron dos grupos importantes del movimiento campesino en la década de 1960. Un núcleo de la UGOCM que se desempeña en Madera y la región de la sierra, y otro que se ubica en ciudad Delicias. La situación hizo que el gobierno tomara represalias para intentar aplacar a los inconformes, con acciones como el cese de maestros normalistas (Raúl Gómez y Pablo Gómez) que trabajaba en la Escuela Normal Rural Ricardo Flores Magón.

Esta represión no solo incluye líderes campesinos, también son reprimidos los estudiantes, gaseados y encarcelados como sucedió con Hilario Cardona, Guillermo Rodríguez Ford y otros. Los estudiantes mencionados son de la Normal del Estado que encabezan la toma de las oficinas del DAAC, para presionar el reparto agrario. Es muy importante señalar el destacado lugar que desempeñan las normales rurales. En este proceso, el llamado “normalismo” como estudiantes y más tarde en el aula y las comunidades más aisladas y pobres, dio sus mejores batallas (Ornelas, 2010, p. 2).

Con la situación agraria existente en el estado, las inconformidades de varios sectores, entre ellos el magisterial y estudiantil, las condiciones supuestamente estaban creadas para la conformación de grupos guerrilleros. Previo a los hechos de Madera se desarrollaron dos Encuentros en la Sierra (1963 y 1965), donde se reunieron guerrilleros y aliados para la formación política y táctica a desarrollar.

Durante el primer encuentro -en 1963- tuvieron destacada participación los estudiantes, principalmente de la Normal de Salaices:

Participaron delegaciones de 5 entidades federativas, hombres y mujeres, obreros, campesinos y estudiantes. La delegación de la ENR de Salaices sostuvo la curiosa e idealista tesis de que antes de hacer revoluciones y tomar el poder hay que enseñar ética a las masas (Gámiz, 1965).

La postura de los representantes de la Escuela Normal Rural de Salaices no fue bien recibida por los elementos radicales que conformaban el encuentro, pero la presencia y el apoyo de los normalistas son indiscutibles.

Las condiciones para el alzamiento armado se crearon. En enero de 1965 hubo un congreso de la UGOCM en Cd. Madera y es donde se consolida la idea de tomar otras medidas, “que ya habían empezado a ejercer - de tipo armado - contra los caciques de la región” (Ornelas, 2010, p. 4). Los jóvenes participantes en el levantamiento viajaron a la Ciudad de México para tener preparación militar y el 23 de septiembre de 1965 llevaron a cabo, de manera poco efectiva, el asalto al Cuartel de Madera, dónde sólo cinco de los trece participantes sobrevivieron.

Del total de implicados, seis eran normalistas. Arturo Gámiz, quien fue profesor al servicio del Gobierno del Estado y en septiembre de 1959 se había inscrito como alumno de la Escuela Normal del Estado; Pablo Gómez Ramírez, que hizo la carrera de maestro normalista en la Normal del Estado, posteriormente la carrera de médico en la Ciudad de México y trabajó por varios años en la Normal Rural Ricardo Flores Magón; Miguel Quiñones Pedroza, que había egresado de la Escuela Normal Rural de Salaices en 1963 y durante los dos últimos años de carrera fue dirigente del Consejo Nacional de Estudiantes Campesinos Socialistas de México; Óscar Sandoval Salinas, que aun estudiaba en la Escuela Normal del Estado y contaba con 19 años el día de su muerte; y -finalmente- Francisco Ornelas que fue el único de los normalistas sobrevivientes. Actualmente es escritor y testigo de aquellos hechos.

Los testimonios de alumnos de la Escuela Normal Rural de Salaices fueron volanteados para informar lo que sucedía e impedir nuevos brotes. “El Gobierno del Estado nos mandó volantes por avión, llovieron volantes en donde condenaban las “violentas acciones” como diciéndonos: -usted no se vaya a ir por ahí- o algo así” (R. Gutiérrez, comunicación personal, 2020).

Con los hechos de Madera no terminaron las acciones de los normalistas, pues se extendieron durante toda la década. En 1968, los normalistas de Chihuahua apoyaron las acciones y repudiaron la represión:

Entonces nosotros apoyamos desde acá, modestamente, y fuimos reprimidos en cierta forma ya que el ejército no nos dejó pasar a ciudad Jiménez a hacer la manifestación. Pasamos el río crecido y entramos a Jiménez, entramos a Parral pues a darle a la gente la información como era y no como los medios manipulaban, esa fue la experiencia de nosotros (R. Gutiérrez, comunicación personal, 2020).

Las acciones de los estudiantes de la Normal de Salaices fueron una de las motivaciones para que meses después el gobierno anunciara el cierre de la escuela y los alumnos en curso fueran reubicados a la Normal de Durango, cerrando así una etapa de lucha.

Conclusiones

La formación de los estudiantes normalista de Chihuahua, bajo los principios de la ideología socialista, fue el factor determinante para vincular la función del maestro hacia la lucha por el mejoramiento de las condiciones de vida de las clases sociales más desprotegidas, principalmente campesinos, jornaleros y obreros. Las escuelas Normales de Chihuahua fueron las instituciones encargadas de transmitir esa vocación a las generaciones de maestros durante más de tres décadas, muy a pesar del quiebre del proyecto socialista de la época cardenista (1934-1940). Sin embargo, el paso de una etapa de lucha pacífica, hacia la concepción de la vía armada como medida radical para alcanzar el cambio social, no puede atribuirse ni a la ideología socialista, ni a la formación recibida en las instituciones normalistas.

Puede deducirse, como conclusión preliminar, que las circunstancias propias de la década de los sesenta fueron las que crearon condiciones para tomar la vía armada, pues las demandas por problemas agrarios, estudiantiles y magisteriales no solamente fueron ignoradas por el gobierno, sino que se les reprimió violentamente cuando protestaron. De manera adicional, hubo condicionantes del contexto internacional como la influencia ideológica de la Revolución Cubana, la mitificación de figuras guerrilleras como El Che Guevara y Fidel Castro y nuevas formas de pensamiento liberal que estaban surgiendo alrededor del mundo; pero también determinantes a nivel local que aceleraron estos procesos: autoritarismo del gobierno, incapacidad para establecer diálogo con grupos inconformes y protección de intereses de élites económicas que no querían ceder sus privilegios.

El estudio del desarrollo histórico del normalismo mexicano y su participación en los grandes cambios sociales es, sin duda, un asunto que se debe retomar en la investigación académica. Las escuelas Normales, principalmente las rurales, deben ser consideradas un baluarte para el sistema educativo, pues son uno de los pocos espacios en los que se promueve la movilidad social y el acceso al servicio educativo para los más necesitados; en tanto que las políticas de Estado las han sumido en el abandono durante las últimas décadas, tal y como lo evidenciaron los hechos de Ayotzinapa de 2014.

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1Se denomina Escuela Normal del Carmen a la escuela que fue inaugurada el 26 de marzo de 1931 en la exhacienda del Carmen, que luego se llamó Colonia Agrícola Ricardo Flores Magón, municipio de Buenaventura. A la escuela se le asignó el nombre de Ricardo Flores Magón en 1961, cuando ocurrió su traslado a las afueras de la cabecera municipal del municipio de Saucillo, Chihuahua (Escuela Norma Rural Ricardo Flores Magón, 1981).

2Los acontecimientos de desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, ocurrida entre el 26 y 27 de septiembre de 2014, evidenciaron la política de indiferencia con que las autoridades educativas abordaron el caso y hasta la fecha no se han esclarecido los hechos ni se ha dado con el paradero de los jóvenes.

3En la Escuela Normal del Estado de Chihuahua contantemente se adquirían libros en casas editoriales de la capital del país, para que los estudiantes normalistas resolvieran sus inquietudes intelectuales y construyeran un criterio fundamentado sobre la escuela socialista. El 13 de noviembre de 1934 se informaba de la donación de 26 títulos para consulta de los alumnos, entre los que se encontraban: La Acumulación del Capital, La Revolución de 1917, El Manifiesto Comunista, Carlos Marx: Historia de su vida, Literatura y Revolución, El Comunismo de Izquierda, La Política Económica de la Rusia Soviética, Aurora Rusa, entre otros (Trujillo, Pérez y Hernández, 2015).

Recibido: 11 de Julio de 2022; Aprobado: 26 de Septiembre de 2022

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