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Reflexão e Ação

versión On-line ISSN 1982-9949

Rev. Reflex vol.26 no.3 Santa Cruz do Sul set./dic 2018  Epub 23-Sep-2019

https://doi.org/10.17058/rea.v26i3.12514 

DOSSIÊ: 10 ANOS DO PPGEDU UNISC

La naturaleza de la cultura: la convivencia de los antagonismos

A natureza da cultura: a coexistência de antagonismos

The nature of culture: the coexistence of antagonisms

José Alejandro TASAT1 

1Universidad Tres Febrero, Buenos Aires, Argentina.


RESUMEN

Para el pensador argentino Rodolfo Kusch, si no hay un horizonte simbólico, ni un suelo, entonces no hay nada por qué decidirse. Es decir, no hay un sujeto cultural, solo el sentido simbólico compartido, entre el relato de la modernidad y la colonialidad, conviven en la comunidad americana, en forma dual, donde lo natural se culturiza y lo cultural se naturaliza, posibilitando la condición donde el símbolo compartido en un territorio, da magnitud y valor al conjuro comunitario. Los aportes de la antropología y el psicoanálisis dieron el clivaje de la naturaleza a la cultura, y lo jurídico del acto plasmó en forma invisible el derecho natural en el derecho social, conllevando un lazo social, complejo, diverso y pluricultural, en permanente movimiento. Se trata de salir de la triada que fundamenta la acción de la modernidad, el ser/esencia/concepto, para posicionarnos como dice Cullen en la triada de estar/estancia/ símbolo. Kusch había formulado inicialmente la idea del proyecto para ubicar la condición delnestar desde la negación. Claramente la negación en Kusch no niega, sino que abre una referencia diferente del ser.

Palabras clave:  Geocultura; Rodolfo Kusch; Pensamiento Americano; Colonialidad del saber

RESUMO

Para o pensador argentino Rodolfo Kusch, se não há um horizonte simbólico, nem um solo, então não há como se decidir por algo. Ou seja: não há um sujeito cultural, apenas o sentido simbólico compartilhado; na comunidade americana, entre o relato da modernidade e da colonialidade, convivem, dualmente, de uma maneira em que o natural se culturaliza e o cultural se naturaliza, criando uma condição na qual o símbolo compartilhado em um território seja considerado um valor e que fortaleça a comunidade como um todo. Aportes da antropologia da psicanálise levaram a separar natureza e cultura, e o pensamento jurídico moldou, sem que percebêssemos, o direito natural em direito social, implicando um laço social complexo, diverso e pluricultural, em movimento permanente. O que se busca é sair da tríade que fundamenta a ação da modernidade – ser/essência/conceito -, para uma posição referida por Carlos Cullen como estar/estância/símbolo. Inicialmente, Kusch havia formulado a ideia de projeto para situar a condição do estar desde a ideia de negação. Para Kusch, a ideia de negação não traz um contexto de negar, apenas propõe uma referência diferente para o ser.

Palavras-chave:  Geocultura; Rodolfo Kusch; Pensamento americano; Colonialidade do conhecimento

ABSTRACT

For the Argentine thinker Rodolfo Kusch, if there is no symbolic horizonif there is no symbolic horizon, no ground, then there is nothing to be decided. That is to say, there is no cultural subject, only the shared symbolic meaning between the narrative of modernity and coloniality which coexist in the American community in a dual form, where the natural is culturalized and the cultural is naturalized allowing the condition where the shared symbol in a territory gives magnitude and value to the community spell. The contributions of anthropology and psychoanalysis gave the cleavage of nature to culture, and the legal aspect of the act make invisible the natural right in the social right, leading to a social, complex, diverse and pluricultural bond, in permanent movement. It’s about leaving the triad that underlies the action of modernity, being / essence / concept, to position ourselves as Cullen says in the triad: living / stay / symbol. Kusch had initially formulated the idea of the project to locate the condition of being from denial. Clearly the denial in Kusch does not deny, but opens a different reference of being.

Keywords:  Geoculture; Rodolfo Kusch; American thought; Coloniality of knowledge

Aportes geo-culturales del pensamiento americano

América es un mundo de opuestos rotundos y evidentes.” “El mal está en que cargamos el opuesto que más nos conviene y por él que luchamos. Creemos en la justicia, en la bondad y ocultamos al otro. Pero la verdad está en buscar el opuesto perdido por debajo de la ciudad. (...) Haciendo así recién aparece la posibilidad de conciliar opuestos: se piensa a partir de la vida misma, se ve la realidad-animal, en la cual todo es semilla y debe convertirse en fruto. (Kusch, 2007).

La vida es un equilibrio entre orden y caos, entre lo que es y lo que no es, porque no se puede impedir que el opuesto no exista. (Kusch, 2007).

Creemos que existen las causas, el porqué en nuestra forma de pensar, es extraño que no existan, solo sabemos ver efecto o consecuencia de una causa; todo pensamiento que no dependa del proceso de validación, no entra en nuestra lógica occidental. Occidente ante todo está desesperado para poner un código a cualquier acción.

Se apela a la epistemología de la certeza, sin duda y no cambiante, configurando una estabilidad de un sistema hegemónico donde el antagonismo no se tiene en cuenta, donde parece que todos somos iguales y que todos podemos progresar. De esta manera, no se considera que somos diferentes y el que mueve la historia es el conflicto, reflejado en lo implícito de las cosas, de las palabras, armados en los discursos e imaginarios sociales.

Esto traen los pensadores americanos como algo diferente; la búsqueda de supuestos axiológicos, la búsqueda de los supuestos de valores que están detrás de las cosas, en el fondo del pensamiento hegemónico de occidente. En la lógica de la ciudad, siempre se intenta ser alguien porque es la gran ilusión en la cual vivimos. El ser alguien es lo que nos separa de no ser nada. Se cree en esa posibilidad de un discurso en el cual convive ese ser alguien con creencias americanas de los pueblos andinos, guaraníes, afrodescendientes, que simbolizan la vida para el mero estar, para ser parte de la cosmología en comunidad. Mientras occidente lo que más teme es la pérdida del sentido de la acción, por eso se refugia en el proceso de validación, el pensamiento americano se sostiene en un principio irreductible de la evidencia. Dos relatos sostenidos axiológicamente, totalmente opuestos, conviven en un tiempo y en un espacio. Uno conlleva la esperanza de otro horizonte humano, superpuesto, entre la tierra y el cielo, entre lo divino y lo profano, donde juega la pulcritud, el hedor, la ira, la fe, la astucia o la razón universal a los lazos de la vida. Y el otro, relato hegemónico de occidente, solo se encauza en la mercantilización de la vida.

Lo profundo de conmemorar pensadores americanos no es por lo que hicieron, sino por lo que se puede generar desde su umbral aportado al pensamiento, una metodología que cambio la contemplación por la escucha, donde la palabra del otro recobra sentido en lo colectivo, cuestionando e interpelando a todo el mundo académico y de la vida, vislumbrando sentido en la sabiduría para el mero estar, la vida nomás. Esto es lo que aporta Kusch (2007), todos sus trabajos tienen que ver con el ámbito de la cultura en los cuales el registro de la cartografía, como sistema de información, no es solo el lugar simbólico de un lenguaje artístico, o un lugar de eventos, sino que esconden y conllevan lo implícito de los niveles simbólico, factico, histórico y de gestación simbólica.

En este sentido, a nivel metodológico se da, según Kusch, la unidad geocultural, comprendida como unidades estructurales que apelmazan lo geográfico y lo cultural constituyendo una totalidad difícil de penetrar, a no ser que la misma unidad proporcione los medios para hacerlo. En tanto:

“La geografía hace al hábitat, y éste existencialmente al domicilio. La geografía comprende las rugosidades reales, como los accidentes de la tierra. Pero ese lado apunta a un modo de ser-ahí, al “para vivir”, o sea al hábitat, al molde simbólico en el cual se instala el ser”. (Kusch, 1978:17).

Así y aquí es posible ensayar un pensamiento geocultural, entre el suelo y el cielo, en el molde de mundos advenidos habitables, en torno de los cuales resulta posible la territorialidad del ser, el pensar, el saber y el hacer de los sujetos culturales.

Acorde al camino recorrido se considera que el sujeto pensante dispuesto, en los campos disciplinares del saber, también está siendo2 un sujeto cultural. Siguiendo a Kusch, el sujeto cultural logra conciliar, de un modo abierto y espiralado, el suelo y el símbolo. Respecto de esto, se podría agregar en el territorio, a través de la decisión cultural, que implica el encuentro con eso que nos hace comunes, y remite al simple hecho de estar vivos. En este sentido: “...para comprender una cultura es necesario el sujeto que ve el sentido, como también el que lo crea...” (Kusch, 1975:210). Así, parafraseando a Kusch, pensar remite a pesar lo que nos ocurre no como algo externo que está ahí (fuera de mí), sino aquí, pa' adentro. Ante todo, porque nadie puede pensar más allá de sus propias vivencias, dolencias, ausencias, silencios, tragedias y sonrisas.

La idea de colonialidad del saber y de geopolítica del conocimiento señala que nos orientamos por un conjunto de categorías de pensamiento concebidas en un contexto sociocultural diferente del nuestro. Conocimientos que no son des-localizados, desincorporados, como quiere su pretendida universalidad y abstracción, sino tan particulares como los demás, lo que lleva a una necesidad de mirar-nos, de re-tornar hacia nuestras propias epistemes, y construir otras a partir de ellas. 3

Por tanto, en América se trata de organizar un trayecto que va desde el cosmos, como organizador del caos original, a fin de que el hombre pueda vivir y no dejarse ilusionar con la civilización ficticia sino, por el contrario, reconocer su realidad viviente; desplegar, en lo demoníaco y vegetal, sus posibilidades no vergonzantes, ni del hedor ni del diablo, y poder construir así una América madura, la que brota desde la barbarie y no contra esta. En el continente mestizo, como dice Kusch, entre la tensión de lo sagrado y lo profano - donde Occidente se refugia en la ciencia- el indígena, el campesino, el afrodescentiente, en América, se refugia en otro saber-sabiduría, en el umbral del hedor y la distancia amurallada de la pulcritud. Mientras occidente se ampara en la culpa como organizador de la fe, América antepone la conjura como posibilidad del estar siendo.

Pues, la geocultura concilia, de un modo mandálico, espiralado y abierto, al sujeto, el suelo, el símbolo y el territorio para poder, desde enfoques pluridisciplinares y pluriculturales, intentar crear el mundo de vuelta, cada vez. Esto implica poner en juego un pensamiento vivo, emotivo, gravitado y profundo.

Geocultura del saber en américa

Gustavo González Gazqués (1989) hace una interpretación de Kusch a partir del libro Geocultura del Hombre Americano. Señala que es la comunidad la que da sentido a esa relación del sujeto artista y gestor cultural con el hecho, con el objeto, con el producto; ahí está el autor y la obra. Hay artistas que son brillantes pero a la vez son en relación a todo, a una época que genera toda esa posibilidad de hacer síntesis de lo que se siente. Si la ciencia tramita a través de funciones y describe y predice; el arte trabaja sobre los afectos y en eso que afecta, persiste y eso es lo que visualiza como algo nuevo. El arte puede ver otro escenario. Si estamos debajo de un gran paragua en una época y sobre esos conceptos nos manejamos, la ciencia trabaja sobre esos conceptos como dados, ciertos. Lo bueno que tiene la ciencia es que constantemente se contradice y avanza sobre otros conceptos nuevos. Pero el arte visualiza mas allá de ese paragua, rompe la tela que lo cubre y visualiza lo que se viene. Porque el arte capta el sentido común de lo colectivo y esa obra ya no es del autor, es obra de la comunidad. Ahí aparece esta posibilidad donde el gestor cultural lo que hace es unir: une el símbolo que se arma en una obra, es un hecho cultural, en un evento, en un espectáculo, es un museo, lo une en relación a la comunidad para compartir ¿Pero lo hace por sí mismo? ¿él interpreta? No, es parte de ese silencio o código compartido para tramitarlo de otra manera. Siempre las cosas están ahí adelante de nuestros ojos, el tema es animarnos a tomar la fe de creencias necesarias para asumirlas y hacer con ello otra cosa. Y de eso se trata ser gestor cultural.

Siempre se parte desde un suelo, el arraigo a un lugar. El suelo no tiene que ver con la tierra específica, sino con lo simbólico que nos convoca. La historia se da por generaciones porque son las generaciones las que comparten ciertos códigos comunes de su infancia o de su juventud. Y eso que nos comparte como suelo son esos vientos que nos hacen ser parte de una comunidad, ciudadano de una historia. Eso es lo que visualiza una comunidad como proyecto, la ilusión, eso es lo tópico, de donde partimos. Toda decisión es una decisión cultural porque involucra al otro, involucra una estrategia de vida. Y una estrategia de vida es generar posibilidades de contacto, de ilusiones compartidas para visualizar horizontes. Este proyecto compartido se da siempre en el marco de lo colectivo, Kusch dice: “detrás de todo yo, esta un nosotros”. Y es cierto, porque en todos los yo que somos nosotros aparece toda esa lógica de la humanidad; aparece la cultura como un evento fundamental, como el motor que cambia la esencia de lo cotidiano, que tramita el sufrimiento, que permite la alegría, que permite la expresión, que hace con ello algo distinto. Se trata de visualizar las cosas como algo de lo dado, es el hastío de la nada. Visualizar a partir de lo dado y crear con ello otro sentido, esa es la función de un gestor cultural. No es solo visualizar el trabajo con el artista, no solo trabajar con la comunidad, no solo trabajar con el producto, no solo trabajar con el proceso; sino hilvanar todo eso en algo diferente que, en estas latitudes, tiene que ver con lo americano. Y en América todo es contradictorio, todo es dual. Habitamos constantemente esta tensión entre lo moderno y lo colonial.

Esta época permitió vislumbrar América de otra manera. En América tenemos sentidos diferentes: el sol, si bien sale de la misma manera en todo el mundo, sale distinto en América porque conlleva en si una sabiduría de lo incierto. En América gira de una manera distinta su saber popular, sus pueblos originarios, sus campesinos, sus afrodescendentes. Lo que se niega siempre palpita, lo que está presente, su cultura hegemónica y antagónica van a estar presente siempre porque laten en forma conjunta. Si hay algo que es hegemónico y antagónico, después posiblemente lo antagónico se vuelve hegemónico y va a ver otra cosa antagónica, pero esa dualidad siempre está presente y si bien la lógica actual es la lógica de la razón, el pensamiento en América se da por la lógica de la intuición. Es la intuición que da conocimiento, todo lo que nos enseñan tiene que ver con un conocimiento cristalizado, fuerte, duro y el conocimiento es aquello que nos ayuda a vivir. Es la vida lo que se antepone ante todo y la vida es la cultura: “se conoce para vivir y no por el puro hecho de conocer” (Kusch, 2007:245)

Kusch (1976) afirma: “No estamos en el mejor de los mundos posibles, estamos en América, entre polos opuestos, adentro y afuera de nosotros mismos” (p.52). En este sentido, se podría decir que la historia de América es, primordialmente, la historia de su dualidad. Una dualidad que se inaugura con la espada de la conquista y que se va madurando al calor de las sucesivas colonizaciones. La historia de América se dibuja como el itinerario conflictivo de dos proyectos que en su despliegue van tejiendo la gruesa trama de nuestra cultura.

En último término, la dualidad representa modos de situarse en el continente. Al respecto, Kusch observa que en América existe en un extremo una cultura que ha logrado habitar el mundo y domiciliarse en él recortando un centro desde el cual se expande naturalmente, mientras que en el otro extremo hay un mundo que carece de centro por ser ajeno a estas tierras: “y ante el fracaso de su arraigo ha preferido la violencia para imponer sus criterios” (Kusch, 1976: 64). El primero se comprende como un modo “centrífugo” de instalarse culturalmente y es el de la América Precolombina que se expande también en algunas formas del mestizaje. El segundo invoca ese incesante movimiento “centrípeto” en busca de un centro estable que, como dice Kusch, termina imponiéndolo. Este es el de la América de la Conquista y de las sucesivas colonizaciones.

Desde la historia intelectual-historia culta, la dualidad fue vista como la oposición civilización-barbarie y retraducida como oposición entre lo racional y lo irracional, lo moderno y lo primitivo, la libertad y la naturaleza. En este sentido, la metáfora de la dualidad tuvo una interpretación univoca desde la “civilización” y operó ideológicamente al señalar dos modos posibles de transitar América: uno por arriba –lo superior– y otro por abajo – lo inferior. Como observa Kusch, “América toda está estructurada sobre este criterio de los superior y útil, por una parte, y lo inferior e inútil por la otra”. (Kusch, 1976:26).

Esto significa que por detrás de ambos vectores culturales se ha alentado una diferencia cualitativa entre lo que se juzga “deseable” para América – su progresismo civilizatorio – y lo “indeseable” – su primitivismo bárbaro –. La diferencia sobrelleva un mensaje axiológico que predetermina categorialmente lo americano: existe por una parte una racionalidad conquistadora y fundante, mientras que por otra, una irracionalidad demoníaca y arcaizante que es preciso contener.

Como apunta Kusch con insistencia, la dualidad histórica se escenifica en la cotidianeidad del latinoamericano, que vive tanto la seducción de un mundo urbano poblado de objetos y sutilmente ordenado por el rigor del consumo, como también la “presión” de un mundo periférico sembrado de indigencia, dioses y rituales que se confunden con la tierra y la prehistoria de América. La seducción invita a recorrer un itinerario exterior por el que se trata de ser alguien mediante una libertad sin sujeto, aunque rodeada de objetos. Es la tentación de ser alguien en el límite que ofrece la moralidad ciudadana, donde se es libre solo para escoger un producto, un objeto, pero en medio de una indigencia que siempre presiona y amenaza con la fuerza de lo bárbaro (la villa miseria, la marginalidad) y la imprevisibilidad de lo arcaico (lo místico, las ritualidades, lo religioso-popular). Y esta presión, según Kusch, está nomás. Es el reenvío a la cotidianeidad ciudadana de todo un trasfondo simbólico que sintetiza lo endógeno de América.

Kusch observa en el modelo de sociedad de consumo, como último eslabón de la racionalidad contractualista de Occidente, el espacio contemporáneo donde se resuelve el drama entre el ser alguien y el estar siendo que motiva un miedo a ser nosotros mismos y pensar en lo propio.

En nuestro continente – dice Kusch – por un lado están los estratos profundos de América, con su raíz mesiánica y su ira divina a flor de piel, y por el otro, los progresistas occidentalizados de una antigua experiencia del ser humano. Uno está comprometido con el hedor y lleva encima el miedo al exterminio, y el otro, en cambio, es triunfante y pulcro y apunta a un triunfo ilimitado, aunque imposible.

El sentido compartido comunitario

La cultura objetiva está conformada por un espacio que va desde las más elementales artesanías hasta las construcciones arquitectónicas, o los más complejos productos intelectuales, cognitivos y tecnológicos. La totalidad de una cultura es concebida a partir de un amplio conjunto de objetos o productos, cuya implícita heterogeneidad permite juzgarlos como culturales. Para Kusch, esta concepción opera reductivamente sobre la complejidad de la cultura, ya que la agota en el plano de su mera objetualidad. En contraposición con el anterior, el estudio radica en el sujeto. En este sentido, el productor o constructor cultural constituye la dimensión básica desde la cual se lee la complejidad de la cultura. Así, al situarse el eje en el productor, adquiere relevancia, entre otros aspectos, su datación cronológica, donde se resuelven los hitos temporales de una comunidad de productores. Sin embargo, este sujeto termina convirtiéndose en un objeto, “la cultura se desplaza en un ámbito de cualidades, y no de cantidades”, afirma Kusch. “Además, no se detiene en “cosas “, sino en ritos. Es sobre todo funcional, recién después institucional” (Kusch, 2007:367).

Cuando Kusch revaloriza la idea de cultura como totalidad supra individual, no está simplemente reconociendo que la cultura comporta una experiencia colectiva, lo que sería obvio afirmar, sino denunciando que mas allá de la individualidad del productor o la individualidad del producto hay una contextualidad que se plasma en la creación cultural. Tanto el sentido subjetivo del autor que crea su obra, así como el sentido objetivo de ésta, pero muy especialmente los sentidos contextuales que operan, son los que hacen que ese autor y esa obra pertenezcan a una totalidad orgánica, es decir, pertenezcan definitivamente a una cultura. La creación no acontece en el vacío, ni se reduce al plano motivacional del sujeto. Cada creación cultural es un síntoma de una “presión” simbólica que contextualiza al autor y su obra.

Por eso Kusch (2007:189) puede afirmar que “la cultura no vale porque la crean los individuos o porque haya obras, sino porque la absorbe la comunidad, en tanto ésta ve en aquella una especial significación”.

En la cultura, la creación cultural tiene los siguientes niveles: simbólico, factico, histórico y de gestación simbólica.

Para Kusch, la cultura popular en América no realiza su experiencia cristalizando sus objetos, sus instituciones y sus organizaciones, en un empeño por sustancializar su práctica y así modelar su ser, sino más bien ritualizando sus aspiraciones. El rito precisamente es esa “puesta en juego” de un gesto, una costumbre o un discurso, que se ensaya desde la tangibilidad del presente, y que por lo tanto lo re significa, según las circunstancias y los sujetos implicados en cada momento.

El rito conjuga los tres vectores de la cultura, es un acontecimiento en el que opera la creatividad, con sujetos y objetos concretos, pero cuya funcionalidad tiene el cometido de vehiculizar sentidos, no cosas. En los tres órdenes simbólicos del mito: creación, caída, redención. En este sentido, el símbolo cultural “es un complejo en cierto modo cosificado – dice Kusch– que participa de la cosa y de todo lo que no es cosa, llevando una respuesta profana que hace a la existencia del sujeto”. (Kusch,1976:112)

El límite del símbolo configura el modo como se instala una comunidad en su suelo y lo habita. El horizonte simbólico de un pueblo es aquello que opera por detrás de todo acontecimiento o hecho cultural imprimiéndole un sentido que lo refiere a una totalidad. Se denomina horizonte porque constituye el limite extremo que preside el espacio de sentidos de una cultura y, como tal, sirve de orientación a toda decisión.

El horizonte simbólico tiene un valor paradigmático, en tanto reúne las aspiraciones y valoraciones compartidas por una comunidad, y a la vez organiza una totalidad o mundo desde el cual un grupo madura su pensamiento y habita su suelo.

En suma, la posibilidad de habitar un mundo y existir comunitariamente está contenida en el horizonte simbólico. Si como dice Kusch, “la cultura es una estrategia para vivir en un lugar y en un tiempo, entonces el horizonte simbólico es la posibilidad de esa estrategia”. (Kusch, 2007:156)

El suelo es, para Kusch, como un fundamento. Es el punto de gravedad que rige toda circunstancia en la que se está. El suelo es también el lugar donde se siembra. Es la matriz generadora de todo cultivo, el medio propio de las raíces. En el suelo se resuelven las condiciones de todo arraigo. El suelo simboliza la dimensión tópica de una experiencia, el lugar donde acontece lo humano, en medio de un paisaje, de un tiempo, de símbolos y, principalmente, en medio de lo absoluto que presiona.

El horizonte simbólico y el suelo son las dos dimensiones que estructuran un espacio cuyo eje es el sujeto cultural. El suelo-molde simbólico que hace posible la instalación de una vida es él desde donde, irreductible, de una comunidad. Sin ello no hay arraigo, a la vez que sin arraigo no hay reclamo por lo propio. Es así que cuando se pierde el suelo también se pierde el fundamento que da gravidez al existir. El horizonte simbólico, como margen de sentido que reúne lo sagrado y lo profano, lo pensable y lo impensable, lo misterioso y lo develado, es el a donde de un pueblo. Sin horizonte simbólico no hay proyecto y sin proyecto no hay sentido para una vida.

En síntesis, si no hay un horizonte simbólico, ni un suelo, entonces no hay nada por qué decidirse. Es decir, no hay un sujeto cultural, solo el sentido simbólico compartido, entre el relato de la modernidad y la colonialidad, conviven en la comunidad americana, en forma dual, donde lo natural se culturiza y lo cultural se naturaliza, posibilitando la condición donde el símbolo compartido en un territorio, da magnitud y valor al conjuro comunitario.

Los aportes de la antropología y el psicoanálisis dieron el clivaje de la naturaleza a la cultura, y lo jurídico del acto plasmó en forma invisible el derecho natural en el derecho social, conllevando un lazo social, complejo, diverso y pluricultural, en permanente movimiento.

Se trata de salir de la triada que fundamenta la acción de la modernidad: el ser/esencia/concepto, para posicionarnos como dice Cullen en la triada de estar/estancia/ símbolo. Kusch4 había formulado inicialmente la idea del proyecto para ubicar la condición del estar desde la negación. Claramente la negación en Kusch no niega, sino que abre una referencia diferente del ser: “Con la negación abro la referencia a lo que está y que no afirmo, de lo cual no digo que es, sino que está. (…) La negación conduce a lo que está, y, todo lo que es, resulta sumergido en el estar.” (Kusch,2000: 655)

2La fórmula del estar-siendo implica la paradoja de lo humano mismo, donde el obrar apunta al “es”, pero dentro de lo que yaestá dado, en lo impensable del estar. De ahí lo gerundio del es, la dinámica de la esencialidad de lo humano, se debe a la paradoja misma, según la cual no hay determinación posible, sino la circularidad de una reiteración de lo impensable que adopta muchos modos de ser…” (KUSCH, 2000, IIIc. op. cit.).

3Pensamiento americano UNTREF. Pensar en Movimiento – Documentales Temáticos: “Academia” https://www.youtube.com/watch?v=cWJmO73nZjU.

Como citar este documento: TASAT, Jose Alejandro. La naturaleza de la Cultura: La convivencia de los antagonismos. Reflexão e Ação, Santa Cruz do Sul, v. 26, n. 3, nov. 2018. ISSN 1982-9949. Disponível em: <https://online.unisc.br/seer/index.php/reflex/article/view/12514>. Acesso em: 19 nov. 2018. doi:https://doi.org/10.17058/rea.v26i3.12514.

REFERÊNCIAS

1 González Gazqués, G. (1989). Kusch y el pensar desde América. Buenos Aires: Editorial Garcia Cambeiro. [ Links ]

2 KUSCH, Rodolfo. Dos reflexiones sobre la cultura, en Cultura popular y filosofía de La liberación: una perspectiva latinoaeerica. Buenos Aires: García Cambeiro, 1975. [ Links ]

3 _______. Geocultura del hombre americano. Buenos Aires: García Cambeiro, 1976. [ Links ]

4 _______. Esbozo de una antropología filosófica americana. Buenos Aires: Estudios filosóficos, 1978. [ Links ]

5 _______. América profunda, en: Obras completas. Tomo II. Rosario: Ross, 2000. [ Links ]

6 _______. Obras completas. Tomo III. Rosario: Editorial Ross, 2007. [ Links ]

Recibido: 11 de Septiembre de 2018; Aprobado: 03 de Noviembre de 2018

Autor para contato: jtasat@untref.edu.ar

Jose Alejandro Tasat Licenciado en Psicología, UBA, y Doctor en Educación, UNTREF/UNLA.

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