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Childhood & Philosophy

versão impressa ISSN 2525-5061versão On-line ISSN 1984-5987

child.philo vol.19  Rio de Janeiro jan./dez. 2023  Epub 25-Out-2023

https://doi.org/10.12957/childphilo.2023.77224 

Pesquisas / Experiências

Des-clasificar a Pinocho1

To de-classify Pinocchio

Des-classificar Pinóquio

Iuniversidad nacional autónoma de México - E-mail: eticacotidiana@gmail.com


resumen

Las aventuras de Pinocho es uno de esos pocos cuentos que no solo ha resistido al paso del tiempo, sino que se incorporó a la cultura y, 139 años después, sigue recreándose en versiones literarias, cinematográficas, teatrales, plásticas, incluso pedagógicas. En este artículo tratamos de atender algunos de los silencios que Disney impuso a una parte importante de la historia dejando fuera, por ejemplo, el tema de la pobreza. Hoy nos preguntamos si un producto cultural como Las aventuras de Pinocho puede detonar conversaciones y reflexiones con los niños de hoy, y si la escuela puede apropiarse de este material para filosofar con los alumnos e incluso con los adultos. ¿Por qué en un mundo de malhechores que roban, engañan, cocinan, venden o cuelgan a los niños, la mirada reprobatoria está fija en un niño que dice mentiras? ¿Qué experiencias tiene que vivir un niño para verse a sí mismo como “malo”? ¿Cuáles son los riesgos de la clasificación, por otro lado, tan necesaria en el conocimiento? Si bien partimos de una experiencia realizada en una escuela de la Ciudad de México, el análisis que se presenta se ocupa principalmente del vínculo entre la(s) lectura(s) y la reflexión filosófica en este cuento.

palabras clave: filosofia con niños; pinocho; educación no formal.

abstract

The Adventures of Pinocchio is one of those few stories that has not only stood the test of time, but has become part of the culture and, 139 years later, continues to be recreated in literary, cinematographic, theatrical, plastic and even pedagogical versions. In this article we try to address some of the silences that Disney imposed on an important part of the story, leaving out, for example, the issue of poverty. Today we ask ourselves if a cultural product such as The Adventures of Pinocchio can trigger conversations and reflections with today's children, and if the school can appropriate this material to philosophize with students and even with adults. Why in a world of evildoers who steal, cheat, cook, sell or hang children, is the reproachful gaze fixed on a child who tells lies? What experiences does a child have to go through to see himself as "bad"? What are the risks of classification, on the other hand, so necessary in knowledge? Although we start from an experience carried out in a school in Mexico City, the analysis presented here is mainly concerned with the link between reading(s) and philosophical reflection in this story.

keywords: philosophy with children; pinocchio; non-formal education.

resumo

As Aventuras de Pinóquio é um dos poucos contos de fadas que não apenas resistiu ao teste do tempo, como também se tornou parte da cultura e, 139 anos depois, continua a ser recriado em versões literárias, cinematográficas, teatrais, plásticas e até mesmo pedagógicas. Neste artigo, tentamos abordar alguns dos silêncios que a Disney impôs a uma parte importante da história, deixando de fora, por exemplo, a questão da pobreza. Atualmente, nos perguntamos se um produto cultural como As Aventuras de Pinóquio pode desencadear conversas e reflexões com as crianças de hoje, e se as escolas podem se apropriar desse material para filosofar não só com os alunos, mas também com os adultos. Por que, em um mundo de malfeitores que roubam, trapaceiam, cozinham, vendem ou enforcam crianças, o olhar de reprovação se volta para uma criança que conta mentiras? Por quais experiências uma criança precisa passar para enxergar a si mesma como “má”? Quais são os riscos da classificação, por outro lado, tão necessária no conhecimento? Embora partamos de uma experiência realizada em uma escola na Cidade do México, a análise apresentada aqui se preocupa principalmente com o vínculo entre a(s) leitura(s) e a reflexão filosófica nessa história.

palavras-chave: filosofia com crianças; pinóquio; educação não formal

des-clasificar a pinocho

¿Pinocho en la escuela? ¿Precisamente él, que la odiaba? ¿El niño marioneta, desobediente, malo, tiene algo que decirnos en ese espacio que odiaba? Como todas las grandes obras literarias, Las aventuras de Pinocho (Collodi, 2020) es un libro que nos inquieta por lo que no es: un texto que eduque, que avale la moral de la época, que vea a los niños como sujetos que hay que fabricar (Meirieu, 2010, pp. 47-48) y a los educadores como fabricantes de personas y sociedades a partir de un molde. Es uno de esos pocos cuentos que no solo ha resistido al paso del tiempo, sino que se incorporó a la cultura y, 139 años después, sigue recreándose en versiones literarias, cinematográficas, teatrales, plásticas, incluso pedagógicas. En este artículo pretendemos atender algunos de los silencios que Disney impuso a una parte importante de la historia dejando fuera, por ejemplo, el tema de la pobreza, para preguntarnos si un producto cultural como Las aventuras de Pinocho puede detonar conversaciones y reflexiones con niños de hoy, y si la escuela puede apropiarse de este material para filosofar con los alumnos e incluso con los adultos.

La historia de Pinocho fue escrita en el momento en que Italia introduce la obligatoriedad de la escuela para “salvar” a los niños de su existencia callejera. Carlo Collodi, conocido por apoyar causas progresistas2, denuncia la hipocresía de dicha ley: si las familias no pueden ni alimentar a sus hijos, ¿cómo pretender que los lleven a la escuela? “Tal como lo veo, hasta ahora hemos pensado más en las cabezas que en los estómagos de las clases sociales que sufren y están necesitadas. Ahora pensemos un poco más en los estómagos” (citado en Manguel, 2003). Mientras las personas no cuenten con comida, agua y un techo -afirma el autor en una carta abierta- (citado en Momigliano, 2022) no sentirán la ambición de mejorarse a sí mismas. En otras palabras, la construcción de la ciudadanía no puede realizarse en el papel. ¿Esa postura se refleja en el cuento de Pinocho?

La literatura infantil de la época, en su mayoría, se suma a la iniciativa pedagógica y moralizadora a tono con la consigna del momento: “Hicimos Italia, ahora tenemos que hacer a los italianos”3 (West, 2002), y hace suya la tarea de educar. Un buen ejemplo de esta literatura es el conocido libro de Edmundo de Amicis, Corazón. Diario de un niño, que enfatiza el deber y la responsabilidad.4 Por su parte, Las aventuras de Pinocho tiene al menos dos lecturas posibles: puede verse como un cuento que promueve conductas ejemplares o como una historia que naturaliza el deseo y el derecho a rebelarse. Sin embargo, ha sido vista durante mucho tiempo como una obra didáctica: “Ya sea por la imagen de una marioneta a la que supuestamente se le agranda la nariz cuando miente o porque existe cierta posibilidad de que Las aventuras… sean una oda a la escolarización, Pinocho sirvió durante mucho tiempo como cuento para la moralización de los niños” (Martins, 2021, p. 152).

Los libros mencionados reflejan una Italia empobrecida, pero Collodi elige el humor y la ironía para introducirnos en ella, como lo muestra la descripción de la casa de Geppetto: “En la pared del fondo se veía un hogar con el fuego encendido; pero el fuego estaba pintado y junto al fuego aparecía dibujada una olla que hervía alegremente y arrojaba una nube de humo que parecía de verdad” (Collodi, 2020, p. 12). El mundo de Pinocho es un lugar miserable y hostil, pero el autor lo conoce bien y no cae en estereotipos. Nos habla, por ejemplo, de una familia con una buena situación económica, donde “el más rico de todos pedía limosna”.

El carácter irreverente del personaje convoca a una lectura divertida, pero también genera una avalancha de preguntas, por lo que quisimos convertirlo en un pretexto para pensar, para filosofar con los niños de primaria y secundaria de una escuela privada de la Ciudad de México5. Han pasado muchos años de aquella experiencia y, sin embargo, la película Pinocho de Guillermo del Toro nos hizo volver sobre ella.

Nuestra lectura fue distinta a las anteriores; si bien no nos despertó las emociones de la primera vez, fue más minuciosa, descubrió maravillas que nos habían pasado inadvertidas y se fue enriqueciendo con las reflexiones de los docentes y alumnos con los cuales tuvimos la suerte de trabajar. En este artículo, nuestro objetivo es dar cuenta de cómo es posible utilizar los productos culturales -específicamente Las aventuras de Pinocho- como aliados de la educación, con el fin de despertar en los niños, los maestros y los padres, dudas e inquietudes respecto a su entorno, a sus relaciones, a la vida cotidiana. Que descubran cómo sus preocupaciones los inscriben en una cultura que les da respuestas que ellos, a su vez, pueden convertir en nuevas interrogantes para elaborar sus propias respuestas.

1. un objeto de vida

¿Para qué se escriben cuentos infantiles, ¿para educar?, ¿para entretener?, ¿para pensar?, ¿para vender?, ¿para que los autores se liberen de sus fantasmas? ¿Alguno los escribirá buscando un intercambio, un diálogo con las infancias y con el niño que él sigue siendo? Son pocos los libros infantiles que trascienden, aunque en algunos casos, como éste, lo que mantiene vivo a Pinocho en la mente de las generaciones actuales es la versión más simplista -la película de Disney- que constituye un producto de consumo masivo. Simplificar significa, de acuerdo con la RAE, volver algo más sencillo6, acto que coloca al otro -el interlocutor, el lector- en un lugar de incapacidad, de minoría de edad. En la película mencionada fueron seleccionadas algunas escenas y otras, modificadas. La historia se centra en la mentira y olvida elementos mucho más presentes en la original, como la pobreza. Un solo dato para mostrar esto último: la palabra “hambre” aparece 32 veces en el cuento. Una sola cita lo ilustra:

-¿Cómo se llama tu padre? -Geppetto. -Y ¿de qué trabaja? -De pobre (Collodi, 2020, p. 44).

Las aventuras de Pinocho7 -novela o cuento- no nace como libro, sino como una columna, Historia de una marioneta, que aparecía con cierta regularidad en el Giornale per bambini, diario infantil de corta vida creado en 1880. La nota que envió al editor -“Ahí te mando esa chiquillada, haz con ella lo que te parezca pero, si la publicas, págamela bien, para que me entren las ganas de proseguirla” (Rubio, 2009, p. 9)- sugiere que uno de los motivos de Collodi para enfrascarse en esta aventura era el económico.

En la decimoquinta entrega, cuando el autor decide acabar con la historia y con su protagonista -colgado de un árbol-, los lectores italianos protestan airadamente. Presionado por el editor, Collodi continúa -sin ninguna disciplina-8 y la historia se va construyendo a cuentagotas (Sánchez, 2002, p. 35).

La protesta de los lectores nos muestra cómo, en su momento, este texto maravilló tanto a los niños como a los adultos, a aquellos que aceptan entrar en el juego y divertirse. No es un cuento para dormir, ni para formar, en el sentido de implantar, de trabajar para que alguien deje de ser lo que es y sea lo que otro quiere que él sea (Kohan, 2000, p. 17). Las aventuras de Pinocho es una historia compleja en la que conviven las contradicciones de los seres humanos, sus desventuras y sus esperanzas. Es una historia para disfrutar y también para pensar que muestra cómo la literatura y la filosofía se cruzan.9

Nuestra lectura de esta obra está contaminada y enriquecida por más de 80 años10 de películas, teatro, juegos de mesa, postales, resúmenes y versiones: algunas de ellas anestesian nuestra mirada y nos llevan a rechazar la obra por “infantil”. Sin embargo, este es uno de esos libros que se resisten al olvido y con el tiempo se convierten en clásicos. Es el segundo libro más vendido en el mundo después de La Biblia (West, 2002) y el primero que leen los italianos después del abecedario. A más de 130 años de su publicación aparecen nuevas películas, novelas gráficas y análisis. ¿Cuál es la clave de su longevidad? Para Calvino, una de las características fundamentales de este libro es “ofrecerse a la perpetua colaboración del lector para que lo analice y lo glose, para que lo desmonte y lo vuelva a montar” y su secreto reside “. . . en la necesidad interna de su ritmo, de su sintaxis de imágenes y metamorfosis, que determina que un episodio tenga que seguir a otro en concatenación propulsora” (1982, P. 12). La historia de la marioneta lleva a los lectores a filosofar, pues tiene la virtud de no ser indiscutible, y ninguna interpretación es la “correcta”. Es, para usar los términos de Rodari, un “juguete hecho de palabras”:

Definir el libro como "un juguete" no significa en absoluto faltarle el respeto, sino sacarlo de la biblioteca para lanzarlo en medio de la vida, para que sea un objeto de vida, un instrumento de vida (2004).

Las aventuras de Pinocho es un buen ejemplo de los libros a los que alude Rodari11, por las muchas preguntas que (nos) detona acerca de la vida: ¿trata de un niño que miente?, ¿del deseo de un anciano por tener un hijo o de la tristeza por haberlo perdido, como sugiere Guillermo del Toro?, ¿de un niño travieso e irresponsable que logra redimirse y convertirse en humano? ¿de la oposición entre las reglas y el deseo?

Uno podría estar tentado a pensar que es un libro moralizante: una historia sobre un niño al que le va mal en la vida por mentiroso e ingrato y por no escuchar consejos. Cuando el grillo parlante quiere prevenirlo, él lo ignora; cuando le dice que le tiene lástima porque tiene la cabeza de madera, le avienta un mazo que lo aplasta. Esta lectura superficial no da cuenta de la relación particular entre el narrador y el protagonista: lo presenta como un pequeño granuja que no obedece, no cumple y cae en todas las tentaciones, como nosotros… Posee todas las manías de la infancia -todos los pequeños egoísmos- y todas sus cualidades:

el cariño sincero y hondo, la confianza de un corazón que no conoce aún el engaño, el ansia de ser amado, que obliga al amor: todo eso aparece tan claramente en el Pinocho malicioso, sutil o tierno, que no dejaría de advertirlo ni un lector de diez años. Apresurémonos a añadir que se trata aquí de un espejo mágico, que brinda la fantasía en torno a la verdad (Hazard, 1989, 237).

En nuestras primeras lecturas tuvimos la impresión de que el problema del muñeco residía en su desobediencia, luego en su impulsividad; nos tardamos en cuestionar si realmente el problema era él, tomando en cuenta que vive entre adultos que secuestran niños para venderlos y utilizarlos en los espectáculos -una verdadera trata infantil-, que los convierten en perros guardianes y les tiran cubetadas de agua; personajes que les roban o los llevan con engaños a lugares donde los maltratan y convierten en animales, asesinos que cuelgan a niños en los árboles. En cuanto a la autoridad, los médicos, policías y jueces -la autoridad- son incompetentes. Casi todos los personajes son abusivos, crueles, estafadores. Ni el Hada Azul se salva, pues parece gozar con el sufrimiento de la marioneta quien pregunta, esperanzada: “¿Me podría decir si en este pueblo hay algún lugar donde se pueda comer, sin peligro de que se lo coman a uno?” (Collodi, 2020, p. 102)

¿Qué podemos decir de Pinocho? Que es un niño sin padres, arrojado al mundo prácticamente sin ninguna guía; el carpintero lo construye y lo manda afuera sin ninguna herramienta (Meirieu, 2010, p. 35). ¿Y de Geppetto? Un viejo pobre, que quiere conseguir dinero para viajar por el mundo y ganarse un mendrugo de pan y un vaso de vino. Cuando su amigo Cerezo le habla del leño parlante, lo que lo mueve a fabricar una marioneta no es un sentimiento de paternidad, sino el deseo de salir de la pobreza. Sin embargo, ya que lo fabrica, intenta convertirlo en un niño decente, es decir, productivo.

Apenas terminada, la marioneta huye y Geppetto sale a buscarla; sacrifica sus pocos haberes para comprarle una chaqueta y un abecedario, incluso lo llama “hijo”. Comete un error, que el narrador comenta de pasada: olvida esculpirle unas orejas. ¿Será esta una de las causas de que Pinocho no obedezca y no atienda consejos?

Sorprenden los continuos lamentos de su creador: antes de terminar la marioneta, cuando esta le arrebata la peluca, se dice a sí mismo: “Me lo merezco. Debería haberlo pensado antes: ahora ya es tarde” (Collodi, 2020, p. 16). El autor construye dos personajes antagónicos: Geppetto, quien siempre provoca lástima -y parece buscarla-, y Pinocho, una criatura vital, que busca experiencias nuevas y placenteras. Es caprichoso, como suelen serlo los niños, y no le gustan las advertencias ni los consejos no solicitados. Ya en el título del capítulo 4, Collodi nos advierte que los niños malos no se dejan guiar por quien sabe más que ellos. Sin embargo, los dos personajes tienen un rasgo en común, pues ambos se arrepienten constantemente: el primero de haber creado o fabricado al niño de madera, y el segundo de no ser quien su padre quisiera que fuera. Una historia conocida.

Este cuento contiene todos los elementos de una pedagogía moralizadora, pero están subvertidos: Pinocho es un niño que no se deja educar, no va a la escuela, cae en todas las tentaciones, es impulsivo, promete y no cumple, pero posee cualidades y cuenta con nuestra simpatía. Estas características lo convirtieron en una buena opción para nuestro trabajo de filosofía con infancias.12 Para averiguar si cumplía con los requisitos, realizamos una lectura en clave infantil, con el fin de determinar si podría generar en los lectores preguntas nuevas, asociaciones sorpresivas, problemas que nunca lo habían sido y que aparecen en sus vidas de manera inesperada. No cualquier relato pasa la prueba: tiene que ser una historia atractiva, personajes con los cuales puedan identificarse los lectores, situaciones extrapolables a sus propias vidas, cuestionamientos que desestabilicen sus creencias. La literatura no solo atraviesa nuestra razón, sino también los afectos… y provoca lecturas opuestas; sin duda este es el caso de Pinocho13. Al analizar su potencial en la educación, Meirieu plantea que

El goce que se encuentra en ella [la literatura] es . . . el del reconocimiento de lo fundamental, el del descubrimiento de nuestros interrogantes comunes. No suele proponer respuestas, pero nos devuelve la imagen de lo que hemos sido, somos o podríamos ser. Nos permite decirnos, explicarnos por medio de historias lejanas de otros seres humanos en los que, precisamente porque son diferentes de nosotros, podemos reconocernos, y a través de los cuales podemos cuestionarnos sin ponernos en peligro (2010, p. 103).

Los niños se sienten convocados por esta marioneta que, al igual que ellos, sabe lo que los demás esperan de ella, pero también experimenta la tentación de resistir, de alejarse de esa expectativa y hacer lo que realmente quiere. El dilema se resume en una pregunta: “¿Dar gusto al otro o dárselo a uno mismo?” (Meirieu, 2010, p. 38)14, dilema que todos enfrentamos. Convertir a Pinocho en ellos mismos o convertirse ellos en Pinocho por un rato supone, de alguna manera, vivir otra vida y hacerlo con la distancia necesaria para que no les duela. El hecho de que este texto permita múltiples lecturas impide que el adulto se apropie de él e imponga su propia visión.

2. filosofar con Pinocho

las preguntas: una historia personal

Si bien esta propuesta permite que los niños piensen por sí mismos y desarrollen capacidades reflexivas, coincidimos con Kohan en que

La filosofía es una forma de encuentro para preguntar juntos lo que nos interesa, para pensar modos diferentes de responder esas preguntas, para compartir un espacio que nos ayude a pensar lo que parece imposible pensar. Hacemos filosofía sintiendo, con el cuerpo, con la vida, enteramente (Kohan, 2015).

Se trata de filosofar para construir(se), para ser. Las aventuras de Pinocho nos plantea preguntas y situaciones que nos hacen dudar de las respuestas automáticas, de los clichés, de los prejuicios. La exposición “Las fantasías de Pinocho” interpeló también a los adultos porque provoca un pensar involuntario, una ruptura con el sentido común que los devuelve a la infancia entendida no como infantilización, sino como un acontecimiento que permite abrirse a lo nuevo, a la creación, a lo imprevisto. Para utilizar la categoría de Deleuze y Guattari: “devenir niño” (Martins, 2021, p. 137). Fue emocionante ver a padres y maestros entrar al mundo del cuento e inquietarse con algunas de las preguntas15:

Cuando Pinocho, recién fabricado, le dice a Geppetto que va a ser un buen niño, ¿sabe lo que es ser un buen niño? Y nosotros ¿lo sabemos? ¿Nos referimos con esa expresión a un niño obediente? ¿Y los niños a los que no les enseñan a obedecer son, por ello, malos? ¿De dónde nos viene esa certeza? ¿Qué opinan los aludidos sobre esto? ¿Se han apropiado de forma acrítica de dicha barbaridad? No lo sabemos, por ello conviene preguntárselos.

Al proponer esta novela para reflexionar filosóficamente con los niños, nuestro objetivo no va por el lado de la explicación -existen un sinnúmero de ellas- porque esta, sostiene Rancière, funciona como dispositivo de inferiorización: “Lleva a una visión del mundo según la cual nadie puede aprender si no hay alguien que sepa para explicar lo que hay que saber” (Rancière, 2023). Nuestra postura es cercana a Larrosa (2003), cuando afirma que

la formación de la juventud no es más que abrir el espacio y la sensibilidad para la interrogación por el valor y el sentido. Se trata de transmitir la pregunta, la inquietud, la disconformidad, la insatisfacción, la apertura. Y de estar atentos a que la pregunta no se resuelva en charlatanería, en dogmatismo o en autosatisfacción, todas ellas formas de clausura.

Los niños pueden leer solos este libro, pero los educadores podemos ser una guía no a lo largo del texto, sino a través de este. Detenerlos en ciertas situaciones que los lleven a plantearse interrogantes por primera vez, a alterar algunas de sus creencias, a defender sus posturas con argumentos válidos. Esto se logra formulando cuestionamientos capaces de generar más preguntas y problemas en los lectores, porque quien las plantea desconoce la respuesta. Preguntas que llevan a mirar lo existente desde una perspectiva crítica orientada al compromiso. La invitación al otro es, entonces, a pensar juntos, a construir; es ayudar a que nazca una palabra propia, un acontecimiento. Aceptamos el reto que plantea Manguel:

No sé si la escuela puede enseñarle no sólo a entender lo que dice una página, sino a obligar a esa página a revelar verdades ocultas entre los renglones, enseñarle no sólo a respetar y a obedecer lo escrito, sino a rebelarse contra él, a discutirlo, a subvertirlo, a obligarlo a renovarse (2003).

Nosotros creemos que la escuela puede y debe hacerlo.

La primera parte del libro, hasta el capítulo XV, despliega a un Pinocho aventurero, obstinado y preocupado solo por él mismo -como la mayoría de los niños-, con gran autoestima: “¡Yo no soy como los otros niños! ¡Yo soy el más bueno de todos y siempre digo la verdad!” (Collodi, 2020, p. 30) Nos divierte y nos hace reír con sus malas decisiones, pero también nos entristece ver cómo lo engañan y cómo la niña de cabellos azules se niega a abrirle la puerta, por lo que termina colgado de un encino. No lo vemos evaluar sus actos hasta la segunda parte, cuando Collodi alterna los actos de este niño “malo” con reflexiones que lo llevan a compararse con un niño “bueno”.

Pinocho se arrepiente. ¿Qué significa esta afirmación? ¿Que está consciente de haber actuado mal? ¿Que faltó a un deber? ¿Que preferiría no haberlo hecho? Y eso, ¿qué efecto tiene en una persona? ¿Significa que no volverá a “portarse mal”, a desobedecer? Las preguntas pueden multiplicarse, lo importante es que ninguna llegue a clausurar la reflexión y el diálogo. Algún niño dirá que Pinocho no se arrepiente realmente, otro que sería bueno poder regresar en el tiempo para corregir errores. El educador no sabe quién mantendrá abierta la pregunta, se la llevará a su casa, le dará vueltas y la compartirá con alguien más, y quién la borrará de su mente al salir del aula. Existe también la posibilidad de que, aun después de desecharla, reaparezca en la situación más inesperada. Se plantean preguntas, los niños suman las suyas y después… cada uno construirá su historia personal con dicha pregunta.

No todas las preguntasdespiertan interés o acompañan a las personas. Aquellas que tienen respuestas prefabricadas, las que suelen llenar las hojas de los exámenes, no son preguntas que provoquen reflexión. Prueba de ello es que muchos de nosotros, después de resolver un examen, dejamos ir los conocimientos adquiridos.

¿Pinocho es un mentiroso?

Partimos de que filosofar es siempre un verbo, una forma de ejercer resistencia frente a pensamientos estereotipados, dudar de ellos y ensayar ideas. Preguntarse por qué el otro actúa de determinada manera y si en otro escenario sus ideas podrían ser distintas suena banal, pero no lo es. Nuestra cultura, en general, ha sido más de respuestas que de preguntas, especialmente cuando se trata de niños. Antes de hablar sobre el tema de la mentira, conviene anotar que esta no domina la historia: Pinocho le miente sobre todo al Hada -antes Niña de cabellos azules-, que ha tratado de ayudarlo. Para poner las cosas en contexto, recordemos que ella también le miente: cuando la encuentra por primera vez le dice que está muerta; cuando lo rescata y no quiere tomar la medicina, le dice que le quedan pocos instantes de vida; más adelante, la marioneta encuentra una lápida con la siguiente inscripción: “Aquí yace la Niña de cabellos azules, que murió de dolor por haberla abandonado su hermanito Pinocho. R.I.P. Amén”(Collodi, 2020, p. 95). Incluso le manda decir que está enferma y sin dinero… ambos mienten, pero a Pinocho lo cuelgan y a ella no le pasa nada, sigue disfrutando de su status de Hada.

La niña-hermana-madre Hada está muy alejada de las hadas que aparecen en otros cuentos, tales como La cenicienta o La bella durmiente. Esta -el único personaje femenino del cuento- es un hada más humana: como las personas, ya lo dijimos, miente cuando quiere conseguir algo. Es un tema interesante para tratar con los niños, porque en su mayoría asumen que es malo mentir… pero mienten, igual que los adultos. Para abordar un tema tan complejo como este con los niños, nos aproximamos en “diagonal” con preguntas como: ¿Cuándo mentimos? Utilizamos la primera persona del plural para incluirnos en la situación: no los estamos acusando, sino que intentamos comprender con ellos un fenómeno que nos involucra. Mentimos cuando tenemos miedo de decir la verdad, cuando queremos obtener algo, cuando queremos conservar un secreto, cuando queremos impresionar a alguien. Después de quitarle el caparazón moral a la mentira, nos preguntamos por las consecuencias: ¿Qué pasa cuando alguien nos miente? ¿Seguimos confiando en él o ella? ¿A quiénes tachamos de mentirosos? ¿Hay mentiras más graves que otras?

Este tema atrae mucho a los niños, probablemente porque se les repite sin cesar que no digan mentiras, sin analizar los vericuetos de este pacto social que posibilita confiar en otros. Abrir el tema a la discusión les permite abrir una brecha entre mentira y culpa; llevarlo al plano ético implica distinguir las mentiras piadosas, las que no hacen daño y las que perjudican a otros. Las de Pinocho, en realidad, solo lo perjudican a él.

c) “Quien no oye consejos…”

En repetidas ocasiones, la marioneta parece tener la opción de actuar de una manera más conveniente, pues diversos personajes la aconsejan a lo largo de su recorrido por la vida: el Grillo parlante, el Hada, el Mirlo, el Papagayo, la Marmotita, un niño-borrico, pero a él no le gusta que le digan cómo debe actuar: “¡Qué desgraciados somos los pobres niños! Todos nos gritan, todos nos amonestan, todos nos dan consejos” (Collodi, 2020, p. 55). Este lamento nos sugiere las siguientes preguntas para los padres y los maestros: ¿A los adultos sí nos gustan los consejos? Hablamos, por supuesto, de los no solicitados… ¿Aconsejar es una forma de educar, de transmitir la experiencia? A los niños les preguntamos: ¿Cómo sabemos si los consejos son buenos? ¿Por qué los otros podrían entender la situación mejor que nosotros?

Es interesante analizar las reflexiones de Pinocho, porque es falso que no escuche consejos: hace caso de lo que le dicen el Gato y la Zorra, su amigo Larguirucho, sus compañeros de clase… Un día cae en la cuenta de que “por mis pocas ganas de estudiar y por hacer caso a los malos compañeros, me escapé de casa, y un buen día, al despertarme, me vi convertido en un jumento con sus orejones… y la cola” (Collodi, 2020, p. 168) Esto nos lleva a preguntarnos si consideramos buenos los consejos cuando confiamos en quien los ofrece o si más bien depende del contenido de estos.

En un momento dado, Pinocho acepta su error: “Siempre quiero hacer las cosas a mi modo, sin atender a los que me aprecian y tienen mil veces más sentido común que yo…” (Collodi, 2020, p. 84). Aceptemos, pues, que la confianza en el juicio de quienes nos quieren inclina la balanza a favor de sus consejos. Pero no siempre: mientras están felices en el País de los juguetes, Larguirucho le dice a Pinocho: “Si hoy estás libre del fastidio de libros y de la escuela, me lo debes a mí, a mis consejos, a mis apremios, ¿no crees? Sólo los auténticos amigos hacemos favores como este.” (Collodi, 2020, p. 150). El favor recibido casi le cuesta la vida a Pinocho; sin embargo, Larguirucho es sincero, no podríamos acusarlo de querer un mal para su compañero. Surgen entonces preguntas como las siguientes: ¿Basta con confiar en las personas que nos aconsejan o también es necesario analizar las posibles consecuencias de dicha conducta? Cuando alguien nos malaconseja, ¿nos damos cuenta? ¿Por qué a veces no seguimos consejos que nos parecen sensatos? Sería fácil regirnos por una regla, pero seguir o ignorar consejos de otros es una opción que nos obliga a decidir cada vez y saber por qué lo hacemos.

d) ser un “buen niño”

Como muchos de nosotros, Pinocho quiere responder a la expectativa social; que tanto los demás -su padre y el Hada- como él mismo consideren que actúa correctamente. Sin embargo, no logra resistir a la tentación: cuando Comefuegos le da cinco monedas de oro para ayudar a su padre, se pone feliz y va a entregárselas a Geppetto, pero en el camino se encuentra con la Zorra y el Gato, quienes le aseguran que si planta sus monedas en el País de los panolis -o Campo de los milagros-16 crecerán dos mil quinientas. Pinocho se entusiasma con la idea de enriquecer a su padre, por lo que entierra las monedas en el campo y se va. Cuando vuelve, esperando recoger mil monedas, no encuentra ninguna. Esta es la segunda oportunidad que pierde de volver a casa con las monedas.

Esta escena nos permitió discutir con los niños varias cuestiones, por ejemplo: si las monedas eran para Geppetto, ¿Pinocho puede arriesgarlas? ¿Cómo saber en quién podemos confiar? Por otro lado, si bien es evidente que la Zorra y el Gato son responsables de engañar a Pinocho, también nos preguntamos de qué es responsable él. ¿Quién decide de qué es responsable cada uno? Pinocho cae en el engaño por ambicioso pero también por ingenuo, y no sabemos si esta última característica lo disculpa o si es un defecto que debe superar. Quizás su negativa a escuchar consejos lo vuelve más vulnerable: siempre confía en las personas que le ofrecen lo que él desea. Cuando el Grillo Parlante le aconseja que vuelva a casa con las monedas y le advierte: “No te fíes, hijo mío, de aquellos que prometen hacerte rico de la mañana a la noche. . . Hazme caso, regresa”. La respuesta de Pinocho es: Yo en cambio, quiero seguir adelante” (Collodi, 2020, p. 53). Pero luego se arrepiente.

En repetidas ocasiones, Pinocho promete ser un buen niño; les preguntamos a los alumnos si consideran que él cree que podrá cumplir su promesa o si está mintiendo. De ahí, pasamos al siguiente cuestionamiento: ¿Por qué a veces no cumplimos las promesas? ¿Cuáles son las consecuencias? Estas preguntas derivan en conversaciones importantes, por ejemplo: ¿qué sucede cuando se vuelve imposible cumplir una promesa? ¿Cuál es la responsabilidad que asumimos cuando prometemos? Con los adultos, estas discusiones nos llevan a otra pregunta: ¿Prometer se refiere a la intención de quien promete o a la convicción de que el futuro es previsible y controlable?

Pinocho se ve a sí mismo como “un auténtico bribonzuelo, alocado, un desobediente y un gandul que, en lugar de ir a la escuela, va con los compañeros a hacer el zángano” (Collodi, 2020, p. 133). Conscientes de que los sujetos introyectamos la moral dominante (Taylor, 1994, p. 41)17, una afirmación como esta no nos sorprende, pero no podemos evitar que nos embargue una sensación de tristeza y de crueldad. Sin duda la educación formal nos provee de conductas y conocimientos útiles, pero asociar la escuela con la virtud y el ocio con la maldad también tiene consecuencias nocivas. ¿Cómo sale un niño de una autodefinición como esa?

Este es un fragmento de la conversación con el Hada, cuando Pinocho expresa su deseo de convertirse en hombre y ella le explica que tendrá que habituarse a ser un niño formal:

- ¿Es que no lo soy? - Los niños formales son obedientes y tú, en cambio… - Yo no obedezco nunca. - Los niños formales se aficionan a estudiar y a trabajar y tú, en cambio… - Yo, en cambio, haraganeo y vagabundeo todo el año. - Los niños formales dicen siempre la verdad. - Y yo, siempre mentiras. - Los niños formales van de buena gana a la escuela. - Y a mí la escuela me da dolor de cabeza (Collodi, 2020, p.109).

Pinocho logra su objetivo -¿será suyo?- renunciando a sus deseos e inclinaciones: se convierte en un niño “bueno” y en alumno responsable. Sin embargo, esa conducta no es celebrada por todos, sus compañeros se burlan de él y le reclaman:

- ¿No te da vergüenza mostrarte siempre tan aplicado y diligente durante las clases? ¿No te da vergüenza estudiar tanto como estudias? - Y si yo estudio, ¿a vosotros qué os importa? - Nos importa muchísimo porque nos obligas a quedar mal con el maestro. - ¿Por qué? - Porque los colegiales que estudian hacen desaparecer siempre a los que son como nosotros, que no tienen ganas de estudiar. Y nosotros no queremos desaparecer: ¡también tenemos nuestro amor propio! (Collodi, 2020, p. 116-117).

Un tema interesante. Pero Pinocho sabe a quién quiere complacer, por lo que trabaja para mantener a Geppetto e incluso le manda dinero al Hada Azul que lo engaña haciéndole creer que está enferma. El premio a sus esfuerzos es dejar de ser una marioneta para despertar como niño “de carne y hueso”.

Con este final y las continuas expresiones de arrepentimiento de Pinocho, Collodi parece haberse sometido a la pedagogía moralizante que premia a quienes renuncian a sus deseos. Sin embargo, nos tiene una sorpresa: al final, la marioneta sueña que el Hada la convierte en niño, y el narrador afirma: “En aquel momento se acabó el sueño y Pinocho despertó” (2020, p. 190). Esta afirmación permite al menos dos interpretaciones: 1) la marioneta sueña que se convierte en niño y, efectivamente, así es; y 2) el niño llamado Pinocho soñó que era una marioneta y vivía todas las aventuras referidas. Cada lector elige su final… o lo propone.

e) La tentación de clasificar

Cuán tentador es el afán de distribuir el mundo entero según un código único: una ley universal regiría el conjunto de los fenómenos: dos hemisferios, cinco continentes, masculino y femenino, animal y vegetal, singular plural, derecha izquierda, cuatro estaciones, cinco sentidos, cinco vocales, siete días, doce meses, veintinueve letras. Lamentablemente no funciona, nunca funcionó, nunca funcionará (Perec, 1986).

Una tentación constante a lo largo de la novela es poner en práctica eso que se nos da tan bien: clasificar, un ejercicio que nos permite dar al mundo una suerte de coherencia y la ilusión de que lo controlamos. A medida que avanzamos en la lectura, surge, casi de manera clandestina, la tentación de colgarle a la marioneta un adjetivo que lo incluya en una categoría conocida. ¿Es Pinocho travieso, generoso, valiente, irresponsable, curioso, necio, desobediente, ingenuo, mentiroso, solidario…? La consecuencia de encasillar a un individuo en una categoría fija es el bloqueo de su libertad y de sus posibilidades, tal como lo plantea el efecto Pigmalión. Clasificamos para entender con ayuda de nuestros conceptos previos, pero Meirieu18 nos advierte: si dicha clasificación no es provisoria, susceptible de ser modificada a partir de las acciones y decisiones de un individuo, terminamos cosificándolo; es decir, convirtiéndolo en un objeto que no puede modificarse a sí mismo (2020, p. 166). Ponerle una etiqueta a Pinocho es fijarlo en una de sus características o de sus conductas, desechando todas las demás.

En muchos pasajes Pinocho es pedante e irresponsable, pero hay ciertas escenas que destacan su solidaridad, como cuando Comefuego, el titiritero, lo libera y pretende usar como leña, en su lugar, a Arlequín: “En este caso ya sé cuál es mi deber. ¡Adelante, señores gendarmes! Amárrenme y échenme al fuego. No, no es justo que el pobre Arlequín, mi amigo del alma, tenga que morir por mí” (Collodi, 2020, p. 42). También veremos que salva a Alidoro de ahogarse y que es leal al hombre que, después de encadenarlo, lo convierte en perro guardián de sus gallinas… Quizás el momento en que muestra mayor generosidad y responsabilidad sea cuando, con gran riesgo de ahogarse, decide salir del tiburón19 y llevar a Geppetto sobre su espalda hasta la playa. Su actitud valiente inspira al atún -que ya estaba resignado a morir- a salir del tiburón, por lo que, en agradecimiento, los llevará hasta la playa.

Cuando trabajamos con los niños (y los adultos) propusimos un ejercicio: a lo largo del libro que utilizamos (Charabati, 2004), fuimos poniendo las etiquetas que supusimos más recurrentes para calificar a los personajes. Les pedimos que describieran a Pinocho con una sola etiqueta y les preguntamos si una persona puede ser irresponsable y generosa, necia y solidaria; si todas esas etiquetas corresponden a Pinocho como niño o solo reflejan determinados aspectos de su personalidad o momentos de su vida. Este ejercicio derivó en una conversación acerca de si las personas podemos ser y comportarnos de maneras muy distintas. Con los adultos, nos llevó al tema de la identidad: ¿Quiénes somos?, ¿la suma de todos los instantes de nuestra vida o un producto acabado, que podemos definir?, ¿somos un producto de las circunstancias? ¿Qué papel juega la voluntad en la construcción de la identidad?

A Pinocho lo arrestan cuando va al tribunal a denunciar que ha sido víctima de un robo. Inmediatamente es encarcelado, sin explicaciones. Cuando, por un aniversario se indulta a todos los culpables, Pinocho quiere marcharse.

- Usted no -repuso aquel-, porque usted no pertenece a la mayoría. - Perdone -replicó Pinocho-, pero yo también soy un malandrín. - En ese caso, tiene toda la razón -dijo el carcelero y, quitándose la gorra respetuosamente al tiempo que le saludaba, le abrió la puerta de la cárcel y le dejó escapar (Collodi, 2020, p. 83).

¿Es o no un malandrín o un maleante? ¿Pinocho es el alter ego de Collodi? Él mismo lo sugiere en el capítulo “Cuando yo era muchacho” de Storie Allegre (1887): “y ahora adivinar quién era el alumno más vago, más inquieto e impertinente de toda la escuela. Si no lo sabéis, pues os lo diré al oído; pero hacedme el favor de no decírselo a vuestros padres ni a vuestras madres. El alumno más inquieto e impertinente era yo” (citado en Sánchez, 2002, p. 26).

Si bien Pinocho parece compartir con su creador algunos rasgos de carácter, estos son más comunes de lo que confesamos. Es difícil pensar en un niño que no ha mentido, no ha prometido sin cumplir, no se ha dejado llevar por sus impulsos, no se ha arriesgado, no ha ignorado los consejos de sus padres o de alguna otra autoridad. Ya Croce lo declaró en su momento “El tronco en el que ha sido esculpido Pinocho es la humanidad” (Porras, 1992) En otras palabras, más que preocuparnos de si esta novela narra la historia de un niño “malo” o “bueno” o “malo que se vuelve bueno”, deberíamos reconocerla como una obra maestra, que retrata la condición humana.

“¡Qué gracioso era como marioneta!”20 - reflexiones finales

Las aventuras de Pinocho nos permitió vivir dos experiencias únicas: la lectura de la obra y la interacción con los niños, los maestros y otros adultos. Siguiendo a Larrosa, la experiencia es lo que nos pasa (2003, p. 28) pero, afirma, esto no sucede siempre que leemos, pues “la experiencia de la lectura es un acontecimiento que tiene lugar en raras ocasiones” (p. 39) y no se puede prever.

En nuestro caso, leer esta historia deliciosa -nuestra primera novela- en distintas etapas de la vida, derivó en un ejercicio de reflexión y autocrítica, pues cada lectura interpeló las anteriores, las confrontó, creyó superarlas, para finalmente descubrir que todas conviven: Pinocho es el niño que se porta mal, el niño impulsivo que al final madura y también el ser humano que nos representa a todos, con flaquezas y virtudes, momentos vergonzosos y decisiones acertadas. Es, sobre todo, un texto que nos sacude con las interrogantes que provoca. Esta “sacudida” era la que queríamos provocar en los niños.

La lectura fue solo el primer paso: trabajar con Pinocho y otras obras literarias21 nos obligó a realizar investigaciones sobre la creación de estas obras y su utilización por medios como el cine, el teatro, la televisión, pues estas son las versiones que conocen los niños. Esta información y los distintos abordajes nos permitieron descubrir su gran potencial, ya que articulan dos maneras complementarias de acercarse a la realidad y problematizarla: la literatura y la filosofía. No deberíamos desperdiciar la oportunidad de acercar a los niños a las obras clásicas. Al invitar a los alumnos a discutir las preguntas que nos había generado la lectura, pasaron de espectadores a protagonistas de las situaciones referidas. Hablaron de sus propias experiencias y escucharon las de los demás. También se convirtieron en “preguntadores”, tomando el papel que en un principio estaba pensado para el maestro.

Cuando hablo de los adultos, debo separarlos en dos grupos distintos. El primero es el de los maestros que se involucraron porque más adelante abordarían el material con sus alumnos: empezaron planteando preguntas metodológicas, pero la mayoría terminó aportando sus reflexiones y sus experiencias escolares. El segundo grupo22 lo constituyen personas que voluntariamente asistieron a la exposición de Las fantasías de Pinocho: personal administrativo y de mantenimiento del colegio, profesores de otras escuelas, padres y visitantes en general. Al principio, ponían distancia frente a las situaciones que les ofrecía el cuento: iban a divertirse con un cuento infantil. A medida que la lectura propiciaba cuestionamientos, participaban en el debate con opiniones y preguntas. En estos grupos, fueron pocos los que hablaron de sus experiencias, más bien se plantearon algunas preguntas propias de los seres humanos, dudas sobre la cultura que hemos construido y en la que nos hemos formado, preguntas que probablemente hayamos formulado alguna vez, para luego desecharlas por falta de respuestas.

Este trabajo tan motivador con niños y con adultos nos permitió “poner una experiencia junto a otra experiencia” (Larrosa, 2003, p. 45). No hubo explicaciones, sino una lectura compartida de ciertos fragmentos, alguna información sobre el contexto y, sobre todo, preguntas. Las de ellos, las nuestras y las que nacieron del intercambio.

En este artículo intenté mostrar cómo un producto cultural -Las aventuras de Pinocho- permite entablar con los niños una conversación que los motive para interrogar sus propias creencias y los fenómenos cotidianos.

bibliografía

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1 El proyecto de investigación Filosofía en la escuela: el aula como espacio para pensar en el que se elaboró el presente artículo contó con el apoyo de la DGAPA en el marco del Programa de Apoyos a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (DGAPA-PAPIIT: IG400823).

2Collodi fue, entre otras cosas, un periodista político y combatió en dos guerras de independencia. Posteriormente, sería crítico con el nuevo gobierno (Rubio, 2009).

3Pronunciada por Massimo D’Azeglio, político italiano (West, 2002).

4De acuerdo con Porras: “En el XVIII aparecieron autores didácticos bajo la forma de «utili dolci», En el XIX Martini Pistelli y la señora Baccini se ocuparon de este tipo de literatura, pero casi todos se movían en el terreno de la estructura pedagógica católica que consideraba al niño más objeto que sujeto de la educación”. (1992, pp. 207).

5Se llevó a cabo en 2004 en el Colegio Hebreo Maguén David (CHMD) de la Ciudad de México con el apoyo de la Fundación para la educación del Colegio Hebreo Maguen David. Fue una exposición -montada en los muros de la escuela- que contó con el apoyo del director Avital Livneh; la colaboración de Malvina Szpiro y Leticia Gorostieta fueron decisivos para la realización de ese proyecto. Como producto de ese trabajo se publicó el libro Las fantasías de Pinocho.

6“Hacer más sencillo, más fácil o menos complicado algo” (RAE consultada el [22-08-2023]).

7Las primeras entregas aparecen como Storia de un burantino. El libro que reúne esas entregas se publica como Las aventuras de Pinocho.>

8De acuerdo con Rubio (2009) “Los editores tuvieron que batallar con la reconocida pereza de su autor, quien, a su antojo, dejaba pasar semanas sin dar señales de vida” (p. 10).

9La literatura y la filosofía son dos discursos que le dan sentido e inteligibilidad a nuestra existencia, que exteriorizan las representaciones que tenemos de nosotros mismos y del mundo (Chirouter, 2015, p. 378).

10En 1940 aparece la película de Disney, Pinocho, que lo dará a conocer en todo el mundo.

11Gianni Rodari nos ofrece su versión contemporánea de Pinocho en el cuento “Pinocho, el astuto”.

12Hemos realizado este trabajo con otros libros de igual riqueza: Alicia en el país de las maravillas, El principito, El mago de Oz, El libro de la selva, Peter pan, El patito feo.

13“Los conservadores lo pintaron como un niño bien; el fascismo lo usó contra el comunismo, y en la URSS, lo convirtieron en un rebelde proletario, mientras en Estados Unidos, era el hijo de una familia burguesa y feliz; los españoles lo adaptaron a la picaresca, haciendo de él una especie de Quijote infantil” (Porras, 1992, p. 213).

14Para Meirieu, la salida a este dilema es “situarse en el yo” (2010, p. 39), es decir, dejar de depender tanto de los otros como de los propios impulsos. En una palabra: “Pinocho ha crecido”. La prueba de este crecimiento es que asume su responsabilidad y se lanza al mar llevando a su padre en hombros. Sin embargo, el mismo Meirieu reconoce que esto es “un gesto”, salirse del yo “al menos por un momento”; el dilema nos acompaña durante mucho tiempo, si no es que toda la vida. Por otra parte, nos parece que lanzarse al mar con Gepetto en la espalda también es un acto impulsivo, tan generoso como cuando defiende a Arlequín o salva a Alidoro. Las aventuras de Pinocho no es un círculo que se cierra cuando escapan del tiburón. En realidad, si lo vemos como un cuento que muestra las contradicciones humanas, no se cierra; el lector se va sin respuestas.

15Recuperamos algunos de los comentarios que quedaron plasmados en el Libro de visitas del CHMD: “Mueve la conciencia” (J. Ramírez. Profesora); “Una temática excelente para aprender a conocerse a sí mismo” (H. Elo. Directora) “Gracias por abrirnos una puerta a la reflexión y al conocimiento” (S. Sfadia, Comité de madres); “Muy actual para las necesidades que vivimos hoy en día, como adultos y para nuestros niños.” (F. Munda. Profesora); “Estoy sorprendido por la labor que están haciendo con los niños (y con los adultos) al tomar una obra literaria y desmenuzarla con tanta enseñanza” (J. A. Alvarez. Visitante); “Muy interesante, educativo, y lo pone a uno a pensar” (P. Katz. Visitante).

16Ver nota 19.

17“Una persona o un grupo de personas pueden sufrir un daño real si la gente que los rodea les devuelve una imagen limitada, envilecedora o despreciable de ellos mismos” (Taylor, 1994, p. 41).

18“En este mundo de «complacencias insidiosas», como decía Michel Foucault, los pedagogos recuerdan el carácter provisorio de las clasificaciones de todo tipo: quienes en una época son considerados débiles, son originales y creativos en otra; el anormal de ayer es con frecuencia el normal de hoy; el niño que un día era dinámico deviene un hiperactivo al día siguiente; la lentitud en el trabajo representa a veces una discapacidad, otras veces una ventaja; un alumno inquieto puede alcanzar el autodominio en el deporte, el teatro o la mecánica…” (2020, p. 166).

19En el original es un pesce-cane, que se ha traducido como tiburón, ballena, dragón, monstruo… A pesar de que en la edición que utilizamos aparece como “escualo”, elegimos “tiburón”, que aparece en numerosos textos. Aprovechamos para anotar que las traducciones de esta obra son muy diferentes entre sí, por lo que decidimos apegarnos a una -la de Alfaguara- aunque en ocasiones la traducción nos resultó extraña.

20(Collodi, 2020, p. 193).

21Ver nota 12.

22En realidad, se trata de diversos grupos programados en fechas distintas.

Recibido: 27 de Junio de 2023; Aprobado: 24 de Septiembre de 2023

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