Introducción
La investigación historiográfica internacional se ha focalizado en las últimas décadas en los pupitres escolares, en el marco de una renovación epistemológica que ha llevado a superar el estudio de la historia de la escuela ‘ideal’ vinculada a las ideas pedagógicas o a las políticas escolares para entrar en la historia ‘real’ de la escuela, formada por los espacios, los objetos, los tiempos y las personas que la habitaron, vivieron y actuaron en ella. Entre los primeros estudios relevantes están los de Dussel y Caruso (1999) focalizados en la invención histórica del aula escolar, caracterizada por una hilera de pupitres de madera colocados frontalmente hacia la pizarra y el escritorio. El aula sería, por lo tanto, un dispositivo político, social y pedagógico a través del cual las clases dominantes disciplinaban el cuerpo y la mente del pueblo llamado a la escolarización obligatoria a partir de la segunda mitad del siglo XIX y, por consiguiente, la expresión de un modelo autoritario funcional al mantenimiento del poder sobre los sujetos y las masas. Dentro de esta visión interpretativa, pero de forma cada vez menos vinculante (Depaepe, Simon, & Verstraete, 2014) se han desarrollado cada vez más los estudios sobre la cultura material de la escuela, entendida como el conjunto de objetos y herramientas presentes en las aulas como los libros de texto, los cuadernos escolares, los instrumentos científicos, el mobiliario y los muebles, analizados en su devenir histórico y entendidos como ‘medios de educación de masas’ (Meda, 2016a) funcionales a la realización concreta de la escolarización desde la segunda mitad del siglo XIX. Entre estos medios, ha sido crucial el pupitre escolar, entendido como el principal instrumento de disciplinamiento del cuerpo en el aula pero también como un objeto específico sobre el que se han desarrollado y promovido modelos vanguardistas (Burke & Grosvenor, 2008; De Giorgi, 2005, 2014; Escolano Benito, 2018; Lawn, 2005; Lawn & Grosvenor, 2001; Herman, Van Gorp, Simon & Depaepe, 2011; Meda, 2016a, 2016b, 2017; 2018a, 2018b; Moreno Martínez, 2005, 2006; Peyranne, 2001; Pruneri, 2014). El estudio de los pupitres escolares ha abierto precisamente nuevas vías de investigación sobre la cultura material de la escuela, por ejemplo la evolución de la normativa entre los siglos XIX y XX (Meda, 2016a, 2016b, 2017, 2018a, 2018b, Meda & Polenghi, 2021), la circulación de los diseños de pupitres escolares a través de exposiciones universales y congresos pedagógicos nacionales, la influencia del movimiento higienista y el activismo pedagógico en la definición y circulación de nuevos modelos, el papel de los catálogos escolares comerciales en circulación en el mercado, la aparición de empresas especializadas en pupitres escolares, las patentes, el papel de los artesanos y carpinteros que producían para las administraciones municipales que encargaban los modelos -a menudo idénticos a los patentados- y los compraban a costes reducidos (Alcântara, 2014, 2016, 2022; Alcântara & Vidal 2018; Bencostta, 2008; Caramelea, 2018; Meda, 2016a, 2016b, 2018b; Pineau, Dussel & Caruso, 2001; Sousa, 2019; Sousa, Kinchescki, & Silva, 2020). El estudio de la génesis y la evolución del pupitre escolar permiten así comprender el entrelazamiento de factores políticos, pedagógicos, didácticos, comerciales y económicos que caracterizan la cultura material de la escuela (Braster, Grosvenor & Del Pozo Andrés, 2011; Castro & Silva, 2011; Escolano Benito, 2007, 2018; Gaspar da Silva, Souza, & Castro, 2018; Gaspar da Silva, Meda, & Souza, 2021; Gaspar da Silva, Comas Rubí, & Sureda Garcia, 2020; Gaspar da Silva & Souza, 2021; Smeyers & Depaepe, 2014; Grosvenor & Lawn, 2001; Grosvenor, Lawn, & Rousmaniere, 1999; Gutman & Smith, 2008; Sani, 2016; Viñao, 2010, 2012). La multiplicación de análisis microhistóricos, locales y nacionales abre también la posibilidad de un análisis comparativo de la historia del pupitre escolar a nivel nacional e internacional, con el fin de reconstruir la circulación de proyectos y el uso real del pupitre escolar, entre ideas y prácticas escolares dentro de los procesos educativos.
El pupitre escolar entre tradición e innovación pedagógica: el caso italiano
También en Italia, la construcción del estado nacional a partir de la segunda mitad del siglo XIX implicó un complejo proceso normativo y material ligado a la expansión de la escolarización, dentro de edificios y aulas escolares dotados de herramientas didácticas (carteles, libros de texto, cuadernos, etc.) y de un mobiliario específico, como el pupitre escolar, ya objeto de atención historiográfica en las últimas décadas (De Giorgi, 2005, 2014; Meda, 2016a, 2016b, 2018a, 2018b; Pruneri, 2014), incluso gracias a la investigación local y microhistórica (Barausse, Ghizzoni, & Meda, 2018; D'Ascenzo, 2016;) y a las promovidas por los museos escolares que han sacado a la luz las especificidades locales en el diseño, las elecciones y el uso de los pupitres (Sanzo, 2021). En el plano normativo, el Reglamento nº 4336 de 15 de septiembre de 1860 indicaba el mobiliario de las aulas sin especificar un modelo concreto de pupitre, dejando que fueran las administraciones municipales, que tenían a su cargo la gestión de las escuelas primarias, las que lo definieran por sí mismas. El creciente impulso dado por las clases dirigentes a la lucha contra el analfabetismo, el aumento de la obligatoriedad de la enseñanza y el consiguiente incremento de la población escolar hicieron cada vez más necesaria la regulación de los espacios escolares y las aulas; dado que la enseñanza se ofrecía de forma simultánea, se definió siempre más la disposición frontal de los pupitres, de cara al escritorio, al maestro y a la pizarra para que todo estuviera bajo la supervisión de un adulto, aunque la calidad del mobiliario fuera pésima, como demuestran las investigaciones ministeriales sobre las condiciones de la enseñanza pública. La participación de académicos, funcionarios del Ministerio y administradores locales en las exposiciones internacionales y en los congresos pedagógicos anuales de Italia estimuló los debates sobre las soluciones de construcción, mobiliario y pupitres de vanguardia, en el marco de la difusión contemporánea del positivismo pedagógico y didáctico y de un intenso debate cultural y político sobre la escuela. Al mismo tiempo, se extendía internacionalmente la cuestión higiénica relacionada con la lucha contra las enfermedades y la construcción de cuerpos fuertes y sanos, capaces de trabajar y producir en términos económicos y de enrolarse en el ejército si fuera necesario, en un binomio inseparable entre cuerpo y nación (Bonetta, 1991).
En 1888 se creó en Italia la Dirección General de Salud, encomendada al médico Luigi Pagliani, y ese mismo año el Ministerio de Educación Pública publicó las Instrucciones técnico-higiénicas para la construcción de nuevos edificios escolares, en las que se establecían los criterios para la construcción de edificios y mobiliario escolar, entre los que se encontraba el pupitre de dos plazas, con partes fijas, asiento plano o ligeramente cóncavo, y pedal móvil para adaptarse a las diferentes alturas de las piernas. El pupitre delineado en 1888, por el propio Luigi Pagliani, constituía una especie de modelo ministerial al que debían atenerse los ayuntamientos y, al mismo tiempo, configuraba formalmente el ámbito del aula, codificando también un modelo pedagógico transmisivo y autoritario que imponía el silencio, el orden y la disciplina del cuerpo de la mente. Para hacer frente a las necesidades, los municipios se equiparon mediante contratos con empresas locales o comprando pupitres a empresas que ya habían surgido para la producción industrial de mobiliario escolar (Brunelli & Meda, 2017), o recurriendo directamente a los catálogos de material escolar de empresas que, habiendo surgido como editoras de libros escolares, se habían especializado también en la construcción y difusión de material escolar a gran escala, como Paravia y Vallardi, contribuyendo así tanto a la educación de masas como al desarrollo económico y tecnológico italiano.
Esta normativa sobre el pupitre escolar se mantuvo durante mucho tiempo, incluso después de la Primera Guerra Mundial, confirmando la disposición escénica de la escuela tradicional con el escritorio en el centro colocado sobre una estrado para hacerlo visible, con hileras de pupitres colocados frente al escritorio del maestro, la pizarra negra, la luz procedente de las altas ventanas, en un entorno esencialmente interior. Mientras tanto, sin embargo, el viento del activismo pedagógico internacional sugería nuevas articulaciones de los espacios y los tiempos escolares, capaces de promover la autonomía, la independencia y la cooperación en el aula y en la escuela, allanando así el camino para una nueva dialéctica entre interior y exterior, entre el ‘dentro’ y el ‘fuera’ del espacio del aula, capaz de potenciar de una manera nueva el ambiente como fuente de aprendizaje y, al mismo tiempo, una didáctica más viva y estimulante. Eran los años de la búsqueda de nuevas disposiciones de los espacios escolares y las aulas, como relata el propio John Dewey en 1900 en Escuela y Sociedad y Maria Montessori en 1909 en El método de la pedagogía científica.
Sin embargo, a pesar de las batallas del activismo pedagógico, en la década de 1920 se reafirmó a nivel ministerial el pupitre tradicional, es decir, el de tipo fijo, aunque permitiendo el pupitre con un elemento móvil con mesa deslizante y asiento pendular, confirmando un modelo pedagógico centrado en el orden, el control y la disciplina propios del fascismo.
El pupitre escolar de la escuela al aire libre
Dentro de la historia de la cultura material de la escuela y del pupitre en particular, un hito importante lo constituyen las escuelas al aire libre, que surgieron a principios del siglo XX y se extendieron por todo el mundo por al menos dos razones médico-higiénicas, vinculadas a la lucha contra la tuberculosis llevada a cabo por médicos, higienistas, administradores municipales y también maestros, y -al mismo tiempo- por razones pedagógicas, relacionadas con la afirmación del activismo que, desafiando a la escuela tradicional, buscaba nuevos mobiliarios y medios de enseñanza que pudieran fomentar la autonomía, la independencia y la cooperación de los niños La extensa bibliografía existente en la actualidad sobre las escuelas al aire libre (Châtelet, 2008; Châtelet, Lerch, & Luc, 2003; Dalben, 2014, 2019a, 2019b; Dalben & Silva, 2020; D'Ascenzo, 2018, 2020, 2021; Depaepe & Thyssen, 2012; Rodwell, 1995; Thyssen, 2009a, 2009b, 2018; Thyssen, Herman, Kusters, Van Ruyskensvelde, & Depaepe, 2010; Wilmot & Saul, 1998) identifica el nacimiento de la primera escuela al aire libre en Alemania, en Charlottenburg, cerca de Berlín, en 1904, realizada por médicos, políticos y maestros. Situado en las afueras de la ciudad, en un bosque de pinos, constaba de pabellones prefabricados modelo ‘Döcker’ donados por la Cruz Roja y, posteriormente, de estructuras más abiertas que proporcionaban una exposición adecuada a la luz y el aire. Las primeras imágenes de la época muestran la presencia de pupitres fijos de madera, pero posteriormente se encontraron soluciones alternativas (König, 1910) y Kingsley & Dresslar (1917) describía el edificio, el mobiliario, los pupitres y las sillas plegables:
[…] el edificio de la escuela era una choza hecha de cartón impermeable y madera. Contenía dos aulas, una habitación para el director de la escuela, otra para los maestros y el material escolar. Uno de los lados del aula estaba ocupado casi en su totalidad por grandes ventanas francesas que llegaban desde el suelo hasta el techo y que giraban con bisagras hacia el exterior. Además, había ventanas y ventanillas en las paredes opuestas y en el techo. En los extremos de la habitación había dos armarios, uno para los niños y otro para las niñas. Cada niño tenía un gancho para su abrigo, su sombrero y su mochila, y un estante para su manta; cada elemento del conjunto llevaba el mismo número. En caso de mal tiempo, el aula se utilizaba también como comedor y sala de juegos. En lugar de pupitres, la sala estaba equipada con mesas y sillas plegables para poder despejarla fácilmente para este fin (p. 106-107, tradución del autor)1.
Charlottenburg fue visitada por todo el mundo, por ejemplo, por los médicos ingleses (Kingsley & Dresslar, 1917) y fue precisamente en Gran Bretaña donde se desarrolló una escuela al aire libre en Bostall Woods, en los alrededores de Londres, en 1907 (donde se celebró el Congreso Internacional de Higiene ese mismo año), luego en Bradford con Margareth Mc Millian y en Birmingham en 1911 (D'Ascenzo, 2018) donde ya se había adoptado el pupitre individual, como en las Figuras 1 y Figura 2:
[…] aunque en las escuelas al aire libre se podía utilizar el mobiliario estándar, la alternativa era la provisión de pupitres individuales y sillas de madera que se podían llevar fácilmente fuera de las puertas para las clases. (Estos pupitres y sillas individuales seguían utilizándose en Ufficulme en 1950) (Wilmot & Saul, 1998, p. 39, tradución del autor)2.
En esos mismos años, las escuelas al aire libre se extendieron por todo el mundo, también gracias a la circulación de ideas en los numerosos congresos internacionales de higiene y revistas médico-higiénicas de la época. En 1907 también surgió la primera escuela al aire libre en Lyon (Francia) y en Suiza se desarrolló la experiencia de la école au soleil, una especie de internado para alumnos enfermos o convalecientes organizado bajo la forma del aula móvil, que consistía en trasladar a los alumnos a lugares al sol y al aire libre que se consideraban idóneos para las actividades escolares, con el uso de pupitres y sillas ligeras transportables más adecuadas para las actividades pedagógicas.
En España se creó en Barcelona una primera escuela al aire libre entre 1908 y 1910 y en Madrid (Del Pozo Andrés, 1993-94). En 1910, las escuelas al aire libre también se desarrollaron en Hungría, así como en Suecia y en ultramar, por ejemplo, en Australia, Brasil (Dalben, 2014, 2019b; Dalben & Silva, 2020) y Uruguay (Dalben, 2019a). La fuerte motivación médico-higiénica inicial en los orígenes del fenómeno acabó codificando nuevas prácticas educativas y didácticas primero tradicionales para luego abrirse a las innovaciones metodológicas propuestas por el activismo pedagógico coetáneo. En la década de 1920, los principales impulsores de las escuelas al aire libre promovieron la fusión de las escuelas al aire libre y las nuevas.
El pupitre portátil de la escuela al aire libre italiana
A principios del siglo XX comenzaron a ponerse en marcha experiencias de escuelas al aire libre también en Italia, con una difusión amplia y diferenciada en cuanto a extensión y calidad (D'Ascenzo, 2018). En Italia, además, se había promovido la batalla médica e higiénica (Polenghi, 2021). Crucial fue el papel de Luigi Pagliani, médico e higienista y autor de manuales reeditados, que también intervino en el Congreso Internacional de Higiene de París en 1910 en representación de la delegación italiana (D'Ascenzo, 2018) y promovió las escuelas al aire libre. Todas las experiencias conocidas hasta la fecha se caracterizaban por ciertos aspectos comunes: las necesidades vinculadas a la lucha contra la tuberculosis, la sensibilización de los médicos e higienistas de las administraciones municipales y la ubicación en parajes naturales ricos en vegetación en los que desarrollar prácticas educativas de carácter médico-higiénico (Moreno Martínez, 2006; Rocha, 2018). Sin embargo, las prácticas didácticas no siempre fueron innovadoras y solo los estudios pertinentes podrán poner de relieve la evolución interna de cada una de las escuelas al aire libre, entrelazando una pluralidad de fuentes de archivo, impresas y fotográficas relativas a la puesta en marcha y a las fases posteriores, centrándose incluso en el tipo y el uso del pupitre escolar dentro del nuevo escenario al aire libre.
La primera experiencia conocida hasta hoy se puso en marcha en Padua en 1905 dentro del Centro Recreativo ‘Raggio di sole’ (Rayo de sol). En este caso las primeras fotografías muestran imágenes de pabellones con marquesinas al aire libre y pupitres de madera tradicionales de dos plazas, un signo de continuidad de las prácticas tradicionales de enseñanza transmisiva a pesar del escenario al aire libre (Figura 3).
Unos años más tarde, en 1910, se abrió la primera escuela al aire libre de Roma. La puesta en marcha operativa se confió a Gaetano Grilli (1871-1950), inspector escolar y profundo conocedor de las escuelas al aire libre contemporánea. En 1911 ilustró el primer experimento de una escuela ambulante al aire libre en la colina del Janículo, con el uso de un pupitre portátil especial ya conocido:
[…] propuse, entonces, una feliz unión entre la escuela al aire libre y la escuela itinerante, mediante la adopción del pupitre portátil Armaroli, que, modificado por mí y transformado luego en pupitre-mochila, dio a la nueva escuela un carácter eminentemente peripatético y una impronta de genialidad que atrajo la viva atención de italianos y extranjeros cultores de las disciplinas escolásticas (Grilli, 1911, p. 38, tradución del autor)3.
Grilli, por tanto, afirmó haber modificado el pupitre portátil por el maestro Giacinto Armaroli (1859-1924)4, que había inventado un modelo de pupitre portátil del que dio cuenta en un informe en el Primer Congreso Nacional de Educación Física celebrado en Nápoles una decena de años antes, en 1900, destacando sus méritos higiénicos y de confort, además de los económicos, porque:
[…] el pupitre portátil original se recomienda por su bajísimo precio de 6 liras, muy inferior al de cualquier otro pupitre fijo de sistema antiguo o moderno (véanse para ello los catálogos de las principales firmas Vallardi y Paravia) (Atti del I Congresso italiano per l’educazione fisica, 1902, p. 241)5.
Armaroli había decidido patentar su invento presentando una solicitud el 29 de octubre de 1908 a la Oficina de Patentes y Marcas del Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio de Italia, como “[…] pupitre escolar portátil para jardines de infancia, escuelas primarias y secundarias, para adultos, familias y para poner en práctica la enseñanza ambulante y al aire libre” (Archivo Central del Estado, n.d.a)6.
Su pupitre fue aprobado e incluido en la Gaceta Oficial de las Leyes del Reino de Italia el 17 de junio de 1909 con patente nº 98682 ‘pupitre escolar portátil’ (Gaceta Oficial…, 1909). Grilli conocía sin duda a Armaroli desde hacía tiempo, ya que ambos eran oriundos de Colonnella, un municipio de la provincia de Teramo (Abruzzo) en el que Armaroli se había distinguido por su dedicación a la escuela, presentando a las autoridades en 1892 el proyecto de un aparato pedagógico portátil que permitiera enseñar en cualquier lugar y que estuviera dotado de un pupitre escolar portátil ligero, plegable y manejable como en la Figura 4 (Armaroli, 1892).
Grilli tomó entonces el modelo de banco portátil que Armaroli había registrado como patente en 1908 (Figura 5) - más tarde aprobado en 1909 - y lo modificó como un pupitre-mochila, ilustrando los cuatro movimientos de cierre en un informe de 1911 (Figura 6).
Describiéndolo en los detalles (Figura 7):
[…] el pupitre-mochila adoptado en la escuela al aire libre creada por el Ayuntamiento de Roma es una exitosa modificación del ‘pupitre portátil’ de Armaroli, que consiste en dos ‘partes plegables’ acoplados que sirven de asiento y de pupitre respectivamente. El ‘pupitre-portátil Armaroli’ ‘es de construcción sencilla y elegante, móvil en todas sus partes, con pedal, respaldo y pupitre abatible, con bisagras especiales, tintero reversible y bolsa’. El pupitre se abre y se cierra en dos movimientos: plegado, ocupa muy poco espacio y es fácilmente transportable; abierto, adopta inmediatamente el aspecto de un pupitre ordinario con todos los requisitos prescritos por la higiene pedagógica (Grilli, 1911, p. 56, énfasis del autor, tradución del autor)7.
E ilustrando el proceso que había llevado a las transformaciones tecnológicas que él mismo había sugerido para hacerlo más ligero, práctico y fácil de manejar:
[…] como el pupitre portátil de Armaroli, aunque valioso, no es perfecto, ya que no permite a los escolares la libertad de movimiento que necesitan para el transporte (el autor recomienda dos ruedas en las patas delanteras del pupitre), se me ocurrió transformarlo en un pupitre-mochila añadiendo dos correas que se pueden enganchar fácilmente para hacerlo portátil al hombro, como una mochila (Grilli, 1911, pp. 56-57, tradución del autor)8.
Sin embargo, este pupitre seguía siendo pesado y, tras una cuidadosa evaluación, una Comisión especial eligió un modelo de pupitre -mochila presentado por la firma G. B. Paravia de Turín porque era más sólido:
[…] la experiencia adquirida tanto en la colina del Janículo como en los campamentos escolares de verano creados por el Ayuntamiento de Roma para la atención climática de los alumnos débiles, puso de manifiesto algunas deficiencias del pupitre adoptado que, al ser, sobre todo, un poco pesado, fue abandonado tras el juicio negativo de un comité técnico [...]. Tras convocar un concurso especial, la citada comisión, después de examinar los tres ingeniosos modelos presentados por el maestro Neroni, y el modelo Armaroli, ya conocido, eligió el pupitre-mochila presentado por la firma G. B. Paravia por ser más sencillo, sólido y ligero (Grilli, 1911, 56-57, tradución del autor)9.
Si se consulta el catálogo comercial de 1911-1912 de la empresa Paravia, una de las editoriales y fabricantes de material escolar más importantes de Italia, se observa que este pupitre se denomina “[…] pupitre-mochila Grilli, con patente nº 113968 en tres tipos diferentes según la edad de los alumnos […]” y se especificaba también que era el “[…] modelo elegido por el Ayuntamiento de Roma para las escuelas que ha instituido” (Catálogo del materiale…, 1911, p. 4, Figura 8). Por lo tanto, es probable que la firma Paravia se limitara a aceptar el pupitre de Grilli, solicitando ella misma la patente el 29 de diciembre de 1910 (ACS, n.d., patente nº 113968), para luego incluirla en su propio catálogo al año siguiente, ya que había sido elegida por el Ayuntamiento de Roma y, por lo tanto, era fácilmente comercializable en otros lugares, dada la importancia de Roma como capital del Reino de Italia.
El pupitre-mochila de Grilli estuvo presente en los catálogos de Paravia de los años siguientes. Ello revela probablemente el éxito comercial de este pupitre-mochila y, en general, su origen y transformación a partir de modelos anteriores, así como el proceso de concepción, experimentación, formalización y comercialización del pupitre escolar portátil que culmina con su adopción por un importante fabricante nacional. Parece difícil entender los contactos y contaminaciones con la investigación contemporánea del pupitre escolar portátil a nivel nacional e internacional; probablemente solo las investigaciones posteriores podrán permitir que los análisis comparativos y transnacionales capten incluso la primogenitura, o los casos de imitación o plagio. Por ejemplo, Herman et al. (2011) informaron, basándose en un documento estadounidense de 1900, que la invención del pupitre escolar portátil era atribuible al inspector escolar Samuel Akbroit en la ciudad de Odessa en Rusia:
[…] para que la desinfección y limpieza del aula sean lo más completas posible, sugiero que los pupitres y las sillas sean de manera, que puedan plegarse fácilmente después de las horas de clase. Esta innovación en la higiene escolar fue inaugurada por primera vez por el Superintendente Escolar Akbroit, de Odessa, con resultados muy satisfactorios (Archivo Central del Estado. (n.d.b)., p. 216, tradución del autor)10.
Pero es probable que la fuente, estadounidense, se refiriera a su contexto nacional específico, ciertamente más conocido que el de otras naciones. Tal como informan Herman et al. (2011), Depaepe, Simon, Herman & Van Gorp (2012) y Depaepe et al. (2014) probablemente se inspiró en el trabajo realizado por Akroid en Odessa la actividad del comerciante de madera Oscar Brodsky, miembro del consejo escolar municipal (Brodsky, 1930), que habiéndose trasladado a Bruselas en 1914, había iniciado la producción de la pupitre-mochila portátil (Figura 9), facilitando su difusión con una cuidadosa publicidad y obteniendo premios internacionales a partir de 1920
El pupitre escolar portátil de Armaroli se sitúa temporalmente antes (1892) del de Akroid, mientras que el pupitre-mochila de Gaetano Grilli (1910) se sitúa después del de Akroid, pero ciertamente antes del de Brodsky de 1914 y posteriores. Es difícil identificar, en el estado actual de la investigación sobre los pupitres escolares portátiles para las escuelas al aire libre, una primigenia absoluta a nivel internacional, y de hecho es más probable que las ideas y los modelos circulasen a través de las redes de la época consistentes en congresos internacionales de higiene y exposiciones internacionales. Solo una investigación más profunda de los casos nacionales de escuelas al aire libre, incluso en los catálogos comerciales de material escolar, podrá ofrecer más información sobre las especificidades locales y la circulación de los modelos de innovación tecnológica de los pupitres escolares portátiles y si realmente hubo un ‘progenitor’ de tal invento.
Sin embargo, hay otro elemento central en la historia del pupitre-mochila de Grilli. Se trata de su uso real para la renovación del entorno escolar y de las prácticas educativas y didácticas en el signo del activismo pedagógico contemporáneo. Las imágenes de la Relazione de Grilli de 1911 muestran el pupitre-mochila único y portátil, sin embargo siempre en una disposición escolar tradicional frontal, a menudo con la pizarra transportable cerca del maestro, aunque la misma dimensión itinerante y al aire libre de dicha escuela hacía que la didáctica estuviera más abierta a la exploración del territorio sociocultural y ambiental. En un escrito posterior, de 1913, Grilli ilustró la multiplicidad de la oferta al aire libre distinguiendo entre las escuelas al aire libre en jardines y en patios, las situadas en terrazas (similares a las estadounidenses) y las situadas en pabellones de madera construidos especialmente por empresas locales por encargo del municipio. Él precisaba que:
[…] el pupitre-mochila, que pesaba unos 5 kilogramos y era sencillo y manejable, al estar equipado con un maletín, una pluma estilográfica, etc., permite a los alumnos transformar cualquier lugar, esté o no limitado por paredes o techos, en un aula completamente amueblada y única (Grilli, 1913, p. 13, tradución del autor)11.
Pero la Figura 10 y Figura 11 revelaban una disposición frontal tradicional simplemente al aire libre y la presencia de pupitres fijos de madera de dos plazas en otras soluciones escolares de exterior, con disposición frontal tradicional, simplemente en el exterior como en la Figura 12 y Figura 13.
Esto parece confirmar lo que escribieron Herman et al. (2011, p. 105, tradución del autor):
“[…] el pupitre móvil surgió, por tanto, de la lucha contra la tuberculosis, no de las reformas educativas de principios del siglo XX, como se suponía. Tal vez la idea de un aula flexible se vinculó rápidamente a la Reforma y el discurso se adoptó irreflexivamente12.
Solo las investigaciones específicas, en general, podrán determinar si la innovación tecnológica del pupitre escolar portátil o del pupitre-mochila fue acompañada por una enseñanza tradicional o innovadora.
Innovación tecnológica y pedagógica del pupitre en la escuela al aire libre de Bolonia
Distinto parece el caso de la escuela al aire libre de Bolonia, ciudad en la que desde 1898 se había creado una sección escolar del Ufficio d'igiene (D'Ascenzo, 2018). También en Bolonia, médicos e higienistas, junto con la categoría magistral, fueron los promotores de las escuelas al aire libre en la administración municipal. Sin embargo, fue el consejo socialista dirigido por el alcalde Francesco Zanardi a partir de 1914 el que planificó y puso en marcha la primera escuela al aire libre en 1917, con gran esfuerzo organizativo debido a la emergencia de la Gran Guerra, en un gran espacio verde en el corazón de la ciudad y que recibió el nombre de Fernando Fortuzzi. Así, la dimensión higiénica era ciertamente importante pero no era la única y preeminente. El cruce de fuentes de archivos e impresas con fuentes fotográficas contemporáneas atestigua una fuerte voluntad de renovar la propia forma de escolarización, superando las prácticas transmisivas-frontales de la escuela tradicional, en favor del libre descubrimiento del alumno, en un marco de colaboración y cooperación entre pares y en un régimen de coeducación de sexos. Las horas de enseñanza directa no eran más de tres y media al día, pero todas las materias del plan de estudios se presentaban al aire libre utilizando el método de aprendizaje por descubrimiento: matemáticas, lengua italiana, historia, geografía, dibujo libre de la vida, las ciencias basadas en la botánica y la zoología aprendidas directamente de la observación de plantas y animales en el jardín (D'Ascenzo, 2018). Para realizar este tipo de escuela también era necesario proporcionar los pupitres. La administración municipal, a propuesta del Departamento de Educación, aprobó la compra de 105 mesas individuales y otras tantas sillas pequeñas para la escuela al aire libre (Archivo Histórico del Ayuntamiento de Bolonia, 1917)13 fabricadas por una empresa local, la ‘Cooperativa Emiliana. Società anonima Cooperativa fra operai, falegnami ed ebanisti di Bologna’. Se trataba de una solución que ahorraba costes, probablemente también debido al periodo de guerra, pero que también revelaba una elusión de los procedimientos de compra de pupitres de fabricantes conocidos como Paravia, Vallardi y otros. La documentación de archivo revela una estimación de costes de la que se desprenden los detalles del pupitre portátil en el que la pequeña mesa y la silla estaban unidas por pasadores de hierro. Tanto las mesitas como las sillas eran de madera de álamo, y había cuatro tamaños y alturas posibles, probablemente según la edad y para individualizar el pupitre de cada alumno. Las pequeñas sillas se describían como “[…] con asiento de listones y patas plegables mediante pasadores de hierro”( ASCB, 1917)14, pero no había ningún dibujo explicativo del modelo en sí, un elemento que revela el carácter artesanal del producto, probablemente una imitación de otros existentes en el mercado, tal vez del propio Grilli sin la solución de la mochila.
La innovación tecnológica, funcional a la actividad al aire libre, no podía ser necesariamente una innovación pedagógica completa, como en efecto en la escuela al aire libre de Roma. Un Álbum fotográfico… (1919), sin embargo, proporciona información interesante.
Fuente: Album fotografico... (1919). Colección privada de Maria Longhena, en D’Ascenzo (2018, p. 205 y 215).
Fuente: Album fotografico... (1919). Colección privada de Maria Longhena, en D’Ascenzo (2018, p. 205 y 215).
En la Figura 14 y Figura 15 se observa una disposición del ambiente y de los pupitres que no es frontal sino semicircular. En particular, en la segunda imagen se puede ver a la maestra junto al fotógrafo y a los escolares atentos a la escritura, lo que recuerda los principios de la educación activa, inspirada en la colaboración, el diálogo, la cooperación y la autonomía, que también confirman otras fuentes de archivo y bibliográficas relativas a esta escuela, como el Giornalino della scuola all'aperto (Diario de la escuela al aire libre), muy diferente del modelo escolar tradicional.
Años más tarde, Mario Longhena, que había sido consejero municipal de educación en Bolonia y verdadero artífice de la primera escuela al aire libre, explicó el diseño y la solución del pupitre portátil y ligero con el que el municipio había equipado a los escolares:
[…] el objetivo era sencillo: que los alumnos pasaran el mayor tiempo posible al aire libre, en verano y en invierno, con sol y con lluvia. Alrededor había árboles, abetos y pinos: el espacio era amplio, cubierto de hierba. Los niños disponían de pupitres portátiles, cómodos y ligeros: la pluma primitiva, que se mojaba en tinta, se reemplazó con el lápiz suave y fluido (Longhena, 1960, p. 64, tradución del autor)15.
La experiencia de la escuela al aire libre de Bolonia fue, por tanto, al menos en su fase inicial hasta mediados de los años 20, un experimento pedagógico-didáctico innovador en la trayectoria del activismo italiano e internacional y presentada en el Congreso Internacional de Higiene de Estrasburgo en 1923, y también Mario Ragazzi habló de ella en el Congreso Internacional para la Protección de la Infancia de 1928, elogiando además el edificio (D’Ascenzo, 2018). La escuela ‘Fortuzzi’ constituyó, por tanto, una de las experiencias escolares al aire libre más innovadoras, activas y ‘audaces’ en su planteamiento pedagógico y didáctico en Italia, de la que el pupitre portátil fue una de las herramientas centrales para la renovación tecnológica y didáctica, aunque artesanal.
Consideraciones finales
El pupitre fue uno de los elementos que caracterizaron el nacimiento de la escuela en la segunda mitad del siglo XIX a través del cual las clases dirigentes de los distintos estados nacionales desarrollaron la construcción de la nación y la lucha contra el analfabetismo. Resultó crucial el papel desempeñado por la categoría de médicos e higienistas que, en todas las realidades a nivel internacional, aunque en diferentes momentos, contribuyeron al proyecto de ‘construcción de la nación’ con la búsqueda de soluciones contra las enfermedades y las epidemias, así como el cuidado de los cuerpos de los adultos y los niños en edad escolar. En este sentido, la contribución de la higiene pedagógica y escolar fue decisiva en el disciplinamiento global del cuerpo como ‘cuerpo de la nación’ dentro del aula hasta la búsqueda de la solución tecnológica más adecuada de pupitres biplaza e incluso monoplaza, con cuidadas soluciones ergonómicas, diversificadas según la edad de los alumnos. La ciencia médica e higiénica, sin embargo, acabó apoyando un modelo pedagógico y didáctico de tipo autoritario, transmisivo y frontal, que reducía al alumno a una pasividad hecha de compostura, silencio, orden y disciplina mental y física funcional al orden social y político establecido. El activismo pedagógico internacional de finales del siglo XIX produjo una protesta contra el modelo pedagógico y escolar tradicional, reivindicando la libertad de acción del alumno, su actividad, su autonomía, su independencia de pensamiento crítico y personal para una nueva sociedad más libre y participativa en las elecciones colectivas, en sentido democrático. Las escuelas al aire libre formaron parte de este acontecimiento histórico, como contribución de la ciencia médica e higiénica comprometida en la lucha contra la tuberculosis, pero también del activismo pedagógico contemporáneo. Las necesidades médicas e higiénicas de los alumnos con una salud frágil obligaron a trasladar las clases y las aulas al exterior, a la naturaleza (bosques, jardines, etc.), donde el aire fresco y el sol podían mejorar la salud. En consecuencia, los pupitres tradicionales, fijos, de madera y de dos plazas, ya no podían utilizarse de forma ágil y funcional al aire libre; esto animó a médicos, maestros, inspectores escolares y municipios a buscar un nuevo pupitre portátil y moderno que pudiera transportarse fácilmente al exterior y que los niños pequeños pudieran abrir y cerrar con facilidad. Las diversas soluciones indicadas muestran cómo el fenómeno de las escuelas al aire libre representa una etapa fundamental en el estudio de la historia y la evolución de los pupitres escolares, y las investigaciones específicas sobre los numerosos casos locales de escuelas al aire libre, podrán favorecer la comparación y la perspectiva transnacional sobre el pupitre específico para dichas escuelas.
En cuanto al caso italiano de las escuelas al aire libre, tras una fase inicial en la que los pupitres tradicionales se trasladaban simplemente al exterior, se introdujo el pupitre portátil, cada vez más ligero, en algunos casos separado del asiento, en otros con una bolsa de lona lateral para el material escolar, con el fin de trasladar fácilmente las actividades didácticas al exterior y hacerlas más dinámicas y activas. Los pupitres-mochilas portátiles de las escuelas italianas al aire libre constituyeron una importante innovación en la cultura material de la escuela frente al tradicional pupitre fijo, con soluciones tecnológicas de vanguardia; sin embargo, resultó que, aunque estaban disponibles en los catálogos editoriales de las empresas más conocidas de Italia, las administraciones municipales encargaban su construcción a carpinteros o empresas privadas, quizá porque eran más baratos que los modelos oficiales y patentados.
Sin embargo, la innovación tecnológica no equivale necesariamente a un cambio de paradigma pedagógico y didáctico. Solo en algunas realidades, como surgió en la de Bolonia, se realizó un experimento pedagógico y didáctico diferente e innovador y el pupitre portátil apareció en semicírculo frente al maestro, sin pizarra ni escritorio para dirigir una actividad didáctica que ya no era transmisiva y frontal, sino de investigación colectiva, cooperación y fraternidad. Este caso confirma la contemporaneidad de una innovación tecnológica de la cultura material asociada a la innovación pedagógica y didáctica de las prácticas educativas y didácticas, en un binomio inseparable y virtuoso.